Por Rogelio González Urías
Treinta veces, cincuenta veces, mil
Miles de veces, una y otra vez, por siempre Infinitamente, por un segundo, por una eternidad.
Sin saber, solo sentir, la presencia obscura o luminosa, la vida.
La arrogancia del ser humano, dormido en lo etéreo, en la nada.
Se arrastra y araña la superficie y emite sonidos sin sentido, sin alma.
Al espejo de la realidad se asoma, pero no hay nadie.
La noche se extiende, se agita, pero el no lo nota.
El silencio lo llama, la obscuridad es fiel y protectora, pero el está ciego, el ya está muerto.
En los senderos del mundo caminé, estuve presente.
Me habló la noche y yo escuché, ahogado en mi lecho, en mi humanidad.
Solo, con poderes ocultos, misterios, sin yo saberlo.
El ser humano espera y vive rodeado de fantasmas y emociones equivocadas.
Mil veces te volveré a llamar.
Estoy aquí de pie, ante la nada…
Ante la eternidad