Y yo, que tantas veces fui criticado por no tener un Título Superior, recibo ahora mi primer diploma: el de Presidente de la República de mi país: Brasil
Luis Inacio Lula Da Silva. Ex Presidente de Brasil (2003-2011).
Por Hernan Ochoa T.
Un día como hoy, hace 76 años, un tipo heroico y luchador como el buen Luis Inacio “Lula” da Silva, llegó al mundo en una comunidad del empobrecido nordeste brasileño. Hijo de la clase obrera y conocedor de la necesidad desde su más temprana juventud, Lula no tuvo la oportunidad de cursar estudios superiores; empero, su liderazgo sindical, así como su militancia en el Partido de los Trabajadores brasileños, le permitió labrarse una imagen de tipo honesto y cabal, lo que a la postre le permitiría arribar al Palacio de Planalto (el Palacio Presidencial de Brasil), en Brasilia, un 1 de enero del 2003, luego de más de una década de forjar un largo y sinuoso camino que finalmente rindió frutos.
Sin duda alguna, Lula rompió los paradigmas para bien. Mostró que las izquierdas podían hacer un buen gobierno y llevar a una nación al liderazgo. Aunque no fue el primer izquierdista en arribar al poder (en ese aspecto lo antecederían personajes destacadísimos como el Coronel Jacobo Árbenz Guzmán, en la Guatemala de 1950; así como el Dr. Salvador Allende en el politizado Chile setentero), lo haría de una manera distinta. Y aunque tampoco evocó a la Revolución para llevar a la imaginación al poder -de manera semejante a como lo hicieron el Comandante Castro y el Che-, logró hacer una revolución de las conciencias y mover las estructuras en un país históricamente desigual, en el cual Paulo Freire, abrevando de sus experiencias, se había inspirado para redactar su legendaria “Pedagogía del Oprimido”.
El viejo sindicalista buscó llegar a la Presidencia de su país, por primera vez, en 1990; los fantasmas de los resabios de la Guerra Fría, y los personeros del marketing impostando a Collor de Melo, lo vencieron. Luego, Collor de Melo cayó del pedestal acusado de corrupción. Lula perdió la batalla, pero avanzó en la guerra. Después, se enfrentó en un par de ocasiones al sociólogo y viejo izquierdista (devenido en adalid del neoliberalismo tiempo después) Fernando Henrique Cardoso. El viejo ideólogo de la CEPAL introdujo las pautas del neoliberalismo, mientras Lula daba la batalla desde la oposición. El tiempo le dio la razón, y, en 2002, terminó imponiéndose y logró su añorado objetivo: luego de cuatro intentos, pudo, finalmente, arribar a la Presidencia de su país.
Resulta importante decir que Lula gobernó de una manera singular. Si Castro rompió con el capitalismo y llevó el socialismo real a Cuba; mientras Allende quiso seguir una ruta semejante desde la experiencia democrática; y Chávez se fue radicalizando mientras sus gobiernos avanzaban; Lula decidió coexistir, y lo hizo bien. No abolió el capitalismo, pero sí decidió redistribuir sus frutos. La reforma petrolera de Cardoso siguió existiendo, pero Lula la adaptó y logró hacer del Brasil una nación con desarrollo relevante. Esto le permitió encauzar el presupuesto de su país, hacia la atención de los más necesitados, que al arribo de Lula a Planalto eran muchos; y que, al final de su gestión -y la de su sucesora, Dilma Rousseff- fueron muchos menos, convirtiéndose, ello, en parte importante de su legado. Su programa “Hambre Cero” fue muy relevante en este sentido.
En ocho años, Lula pudo hacer crecer a Brasil y hacerlo un país relevante en el globo terráqueo. De ser, históricamente, una nación situada en el cabús del desarrollo y del progreso económico, Lula logró convertirlo ¡en la sexta economía mundial¡ rebasando por la izquierda al México neoliberal, que crecía muy poco y distribuía aún menos. Ello también permitió al Brasil allegarse de un liderazgo relevante en Centro y Sudamérica; pues el México neoliberal tendía a alejarse de los países hermanos, y a alinearse con las directrices delineadas desde Washington, distanciándose de su histórica posición.
Lula hizo ver que era posible darle la vuelta al neoliberalismo cuando este modelo se encontraba en la cúspide. Si, en la era Cardoso, asumirse neoliberal sonaba moderno; veinte años después, la palabra encerraba desprestigio. En este sentido, González, Soares, Miterrand y el mismo Cardoso, pudieron asumir el neoliberalismo sin problemas; pero, veinte años después, adalides de esta ideología, como Henrique Capriles o Guillermo Lasso, no se atrevían a asumirse neoliberales, no obstante lo cercana que su agenda se encontraba de dicha ideología.
Empero, el buen Lula dejó algunas asignaturas pendientes. Aunque Freire fue relevante en el Brasil lulista (antes de que Bolsonaro, cual emisario de la Dictadura Militar de los sesenta, lo volviera a proscribir), darle la vuelta a los planteamientos del neoliberalismo, desde el ámbito educativo, no resultó sencillo. A día de hoy, esas lagunas se reconocen. Además, si bien la corrupción fue combatida durante su gestión, ésta arribó como un bumerán y afectó personas cercanas a su entorno, destacando alguien con trayectoria en la lucha como José Dirceu, quien, por acusaciones comprobadas, terminó en la cárcel y puso en riesgo la exitosa reelección de Lula. Caso semejante al de Antonio Palocci, a la sazón Ministro de Finanzas brasileño, y quien también terminaría salpicado. No obstante, tanto Lula como Dilma Rousseff pudieron salir indemnes de acusaciones terribles ¡los señalamientos de sus adversarios se diluyeron, cuando se realizaron investigaciones serias¡
Resultó terrible que, luego de una década brillante, con Lula y Dilma Rousseff al poder, los brasileños se decantaran por un troglodita como lo ha sido el señor Jair Bolsonaro. Un sujeto distanciado de los valores democráticos, quien, alejado de la ciencia y el sentido común, se ha amparado en el fanatismo y el fascismo para gobernar ¡ha llevado a la decadencia el brillante legado de ambos¡ Afortunadamente, su terrible actuar ha unido a viejos adversarios, pues, tanto Lula como Cardoso, han coincidido en la incapacidad de Bolsonaro y en lo terrible de su derrotero. Tanto Lula como Cardoso reconocieron el avance de Brasil en sus gestiones, y el daño terrible que Bolsonaro ha ocasionado a Brasil. Por fortuna, el liderazgo de Lula se antoja imbatible, pues, determinadas encuestas le dan posibilidad de repetir en las elecciones presidenciales del 2022, e, incluso, algunas plantean escenarios hipotéticos donde Lula derrota a “Bolso” de manera importante. Erigir castillos en el aire resulta complejo. Sin embargo, hay algo seguro: Lula ya pasó a la historia… y un día como hoy hacemos memoria de ello.