Por Ernesto Camou Healy
— Para entender el predicamento en que nos encontramos con el Covid, conviene enterarse de lo que sucedió con la Gripe Española de 1918, quizá la más devastadora en la historia: Las estimaciones varían, pero se habla de unos 40 millones de muertos, al menos.
Con la actual enfermedad han fallecido en todo el globo unos 4.3 millones de personas, lo que indica que la letalidad es marcadamente inferior al de aquella influenza excesiva. Ésta inició en un campamento militar de Kansas, en los Estados Unidos. Se habla de una gripe aviar que pasó a los cerdos con que alimentaban a los soldados que iban a combatir en la Primera Guerra Mundial. El primer caso fue en marzo de 1918, un cocinero que contagió rápidamente a sus compañeros. En muy poco tiempo la enfermedad apareció en muchos campamentos militares por todo el país.
Hace un siglo la movilidad de la población era mucho menor que la actual, pero la guerra que terminó en 1918, favoreció el contagio internacional. En los cuarteles donde se entrenaban jóvenes para ir a pelear al Viejo Continente se empezó a esparcir el mal: no había vacunas y los médicos utilizaban aspirinas -que había salido al mercado en 1899-, que no resultaban eficaces para detener una enfermedad, que a veces provocaba la muerte en una semana.
En mayo de 1918 el presidente Woodrow Wilson consultó sobre la posibilidad de no mandar tropas a Europa para no esparcir el padecimiento. Su jefe de Estado mayor se opuso porque podría interpretarse como una debilidad que prolongaría el enfrentamiento con Alemania. Ya durante los viajes en barco hubo muchas muertes por la nueva plaga. Muy pronto esas tropas comenzaron a contagiar a la población del puerto de Brest, en Francia y de ahí se propagó a los campos de batalla y las comunidades aledañas a los combatientes.
En unas semanas la gripe se diseminó por Francia, Italia, España, Inglaterra y Alemania. De ahí pasó a otros países del Medio Oriente, África y Asia y retornó a América.
Como por la conflagración bélica había censura de prensa en los países involucrados, sólo se difundió la noticia en España, que no participaba en la guerra: De ahí el nombre de “gripe española”, mientras que en la misma península ibérica se la conoció como “el trancazo”.
La enfermedad afectó las operaciones militares de todos, y debilitó al ejército alemán lo que ayudó, si vale usar este verbo, a que terminara el conflicto en noviembre de 1918. En ocho meses la pandemia había afectado a toda la humanidad y acelerado el fin de la Primera Guerra Mundial. El padecimiento permaneció activo hasta abril de 1920: Duró sólo 25 meses, pero provocó la muerte de millones de personas.
En esos años había unos 2,000 millones de habitantes en el mundo, mientras que ahora somos alrededor de 8,000 millones los que sobre poblamos el planeta. La proporción de muertos sobre la población es marcadamente menor con el Covid que con aquella gripe. Nos ayuda que tenemos más recursos y mejor tecnología; pero ahora hay mayor movilidad y todo el orbe está interconectado, lo que permitió la rapidez del contagio.
Preocupa la gran desigualdad en la aplicación de vacunas: Hay países que llevan más de la mitad de su población inoculada, y otros donde todavía no se inicia. En el futuro inmediato algunas naciones irán saliendo del embrollo, pero en otras regiones seguirá quizá hasta que la mayoría haya sido infectada y sobrevivido. Parece previsible que durante el año próximo la pandemia perderá fuerza y se irá controlando; deberemos seguir con prácticas sanitarias, sana distancia y quizá con tapabocas, cuando haya contacto social. Pero debemos conocer y corregir las causas estructurales: La destrucción del medio ambiente, la explotación irracional de los recursos y la polarización social y económica de la población mundial. Remediarlas es la única vía posible hacia una nueva normalidad.