Por Camilo Daniel Pérez
— De antemano sabemos que los informes a las y los ciudadanos de la administración pública se quedan cortos porque es imposible en un corto espacio de tiempo expresar todo lo que se hizo. Además, no es fácil retener la atención del público tan diverso, a pesar de las técnicas modernas de comunicación. Es lógico y además legítimo que se resalten e incluso se magnifiquen de alguna manera las obras realizadas, especialmente aquellas que han sido más estimadas por el gobernante y de mayor relieve para la ciudadanía.
Tal vez para muchos de nosotros el informe de Javier Corral nos podrá parecer que ha seguido “el machote”, “el formato” de tantos informes que habremos escuchado; sin embargo, me atrevo a señalar y a desentrañar algunas actitudes y motivaciones novedosas que percibo y, de una u otra manera, afloran en la presentación discursiva del informe. He aquí algunas percepciones:
1. Este informe es de los muy pocos informes en los que he percibido que lo importante es el informe mismo y no la persona que lo presenta. Antiguamente “el besamanos” después de cada informe lo decía todo y, más antiguamente, las lisonjas al emperador romano eran el culto como a un dios invicto, glorioso y dispensador de bienes y de vidas. Ahora el estrado sencillo, la sencillez del discurso directo y la humildad de lo expuesto lo dicen todo.
2. La administración de recursos y de la obra pública en bienes y servicios fue muy sobresaliente por el manejo transparente, cuidadoso, austero, honesto y sin desvíos del erario público; sin embargo, lo administrativo y la realización de obras no fue lo decisivo para este gobierno. Lo que realmente le importaba fueron las personas, las comunidades y el bienestar de las mismas. La obra social lo dice todo: la atención al agua potable, al mejoramiento y recuperación de viviendas, a la salud, a la generación de empleos, a la captación de aguas pluviales, a la lucha por el agua y a la mejora del ingreso familiar. Se focalizó la atención al cuidado de niños y niñas, se potenciaron las becas a estudiantes, mejoramiento de espacios educativos y recreativos, atención prioritaria a víctimas de la violencia (Fiscalía de la Mujer), la Alerta de Género, etc.
3. No puedo menos de señalar y festejar que en esta administración se asumió abiertamente y de una manera vigorosa y comprometida la opción preferencial por los pobres hecha realidad en estancias infantiles, centros comunitarios en barrios pobres, apoyos a jóvenes y, sobre todo, a los pueblos indígenas con un trato respetuoso, de confianza y de continuo diálogo y consulta. Consensualmente se dio entre ellos un fomento a la producción familiar. De manera particular, se incentivaron las culturas indígenas y populares mediante la Secretaría de Cultura. Los pobres no fueron vistos como meros “clientes” del erario público, sino como sujetos de su propio destino. Dígalo si no la comunicación que se ha establecido vía internet beneficiando a 1,500 escuelas y en buena parte a comunidades de la Sierra Tarahumara. Nos habíamos acostumbrado a la idea de que los gobiernos actuaran más como gerentes, facilitadores y custodios de los ricos y su patrimonio. Es sorprendente que en este gobierno se privilegiara a los más necesitados sin que se desatendieran las cuestiones de innovación y economía, ni el manejo de las finanzas públicas llevadas a cabo “con pulcritud”, calificativo del entonces Secretario Federal de Hacienda.
4. La palabra “gobernador” (del griego kybérnesis) significa manejar el timón, tener la responsabilidad de la navegación y de llevar a buen puerto al barco. Política y socialmente hablando la palabra gobernador significa que es el primero y el último responsable del manejo, la orientación y rumbo del Estado. A Javier Corral le tocó navegar contracorriente, con olas encrespadas, vientos huracanados, peligrosos arrecifes, pues tuvo que enfrentar finanzas colapsadas, dificultades con las autoridades federales, navegar en medio de una pandemia y ante el ataque frontal contra la corrupción con un directo enfrentamiento a intereses creados… Independientemente de estar de acuerdo o no en su administración, hay que destacar su entrega, se verticalidad, su firmeza, su terquedad, su congruencia moral y su convicción de estar en la ruta correcta. Seguramente tuvo sus momentos de debilidad, de necesidad de replantear sus decisiones y, finalmente, de retomar el timón con más fuerza y entereza.
5. Lo que señalo enseguida me parece que es uno de los aspectos más relevantes en la administración de Javier Corral y quizás el menos comprendido: Su afán por hacer realidad la democracia republicana. Ante una política de la administración de López Obrador tan centralista, personalista y de desconfianza hacia las instituciones estatales, municipales, organismos autónomos y las organizaciones de la sociedad civil, hubo el reclamo legítimo de la Alianza Federalista de Gobernadores, de la cual formó parte Javier en defensa del Estado libre y soberano de Chihuahua. Su reclamo constante desde el movimiento “Justicia para Chihuahua” de ser considerado nuestro Estado como víctima del latrocinio del erario público, así como el reclamo a la Federación de las partidas presupuestales que por derecho le pertenecían a Chihuahua. Tampoco puedo pasar por alto la decidida defensa del agua a favor de nuestro estado.
6. Es de todos conocido la independencia y el espíritu de libertad con la que se manejó Javier frente a los partidos políticos. Esto es un llamado a la “partidocracia” que se ha incrustado en nuestro sistema democrático. Por el afán de poder hay un divorcio muy fuerte entre los partidos (patrimonialistas por decir lo menos) y las necesidades de la ciudadanía. Por otra parte, importante fue el respeto a los poderes legislativo y judicial, como la relación institucional con organismos de la sociedad civil.
7. No hay virus tan letal y mortífero para la democracia generadora del Bien Común que la corrupción e impunidad. La corrupción, por cierto, tiene más mutaciones que el mismo Covid-19. Javier luchó a brazo partido contra el pacto de impunidad enquistado en todas las esferas gubernamentales, en organismos intermedios y de la sociedad civil, como empresas, sindicatos, medios de comunicación, etc. Además, la corrupción política da pie y sustenta en buena parte a la mafia y al crimen organizado. El mayor logro de Corral ha sido “judicializar” los actos de corrupción en las esferas políticas y de gobierno. Darle seguimiento a la corrupta “Operación Zafiro” que llega hasta las altas esferas del gobierno federal, es un reto por los grandes obstáculos a sortear por el camino.
8. Debo comentar que a Javier le quedaron asignaturas pendientes y algunos justos reclamos a su administración como una mayor atención al campo, obras de infraestructura como algunas vialidades pendientes desde anteriores administraciones, mayores espacios de diálogo con la ciudadanía, una mayor y adecuada capacitación y motivación a su gabinete y demás personal para captar e involucrarse en el sentido de su administración y de sus prioridades. Seguramente también repercutió en su administración la falta de experiencia anterior en cargos del Poder Ejecutivo.
Finalmente, aclaro que mi escrito no pretende ser una apoteosis ni mucho menos un panegírico a Javier Corral, sino para que tomemos conciencia de su legado y como chihuahuenses no permitamos regresiones ni el restablecimiento de la corrupción e impunidad que nos impide avanzar hacia un Estado más libre, más soberano, más en paz y con mejor bienestar.