Arranca la cuarta transformación

Por John M. Ackerman

Fracasó el proyecto de destrucción institucional del Estado mexicano. Los neoliberales jamás buscaron modernizar a México. Sus discursos hipócritas en favor de la libertad de mercado, el fortalecimiento institucional y la pluralidad política, solamente sirvieron para esconder lo que en realidad era un vergonzoso proceso de saqueo, robo, represión y censura.

Sus reformas estructurales desmantelaron la economía nacional y su democracia se basó en la exclusión de la participación popular. Sus insti­tuciones servían para facilitar la corrupción, los fraudes electorales, la violencia y la pobreza.

La larga noche neoliberal transfirió el poder del Estado y las riquezas de la nación a los oligarcas, los narcotraficantes y los mercados financieros internacionales. Pero no les alcanzó el tiempo para arrancar de raíz las grandes conquistas de la tercera transformación. La lucha democrática del pueblo que generó la primera constitución social en el mundo y que rindió enormes frutos durante la época del sexenio del general Lázaro Cárdenas del Río sigue hoy más viva que nunca en la cultura política de los mexicanos, así como incrustado con letras de oro en el marco jurídico nacional.

La cuarta transformación implica, desde luego, una recuperación de las luchas de la Revolución mexicana. Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza y Pancho Villa todos estarían muy contentos con la investidura de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de la República este primero de diciembre. Aplauden desde sus tumbas y levantan sus miradas con alegría hacia un nuevo horizonte.

Pero hoy tenemos la oportunidad de incluso superar las grandes conquistas de la primera revolución social en el mundo del siglo XIX. En 1910, México solamente tenía 15 millones de habitantes. Hoy hay más de 123 millones de mexicanos. En 1910, el producto interno bruto, medido en términos absolutos, alcanzaba 500 mil millones de pesos, mientras ahora suma 18.5 billones de pesos. En 1910, solamente 28 por ciento de la población sabía leer y escribir. Pero hoy 96 por ciento de la población tiene la capacidad de gozar de un buen libro y plasmar sus pensamientos y emociones en una hoja de papel.

Asimismo, conquistar el poder por la vía pacífica tiene la enorme ventaja de poder empezar a trabajar desde el primer día del nuevo régimen para resolver los grandes problemas nacionales. Tuvieron que pasar 24 años de violencia, de destrucción y de guerra civil entre el inicio de la Revolución Mexicana, en 1910, y el principio del sexenio del general Cárdenas, en 1934, para que los anhelos de democracia y justicia del pueblo mexicano empezaran a ­materializarse.

López Obrador también recibe un país en llamas y casi en bancarrota. Hubo 15 asesinatos durante el primer día de su gestión. Y se deben pagar más de 800 mil millones de pesos durante 2019 simplemente en materia de servicio financiero de la deuda pública.

Sin embargo, el nuevo Presidente de la República inicia con el pie derecho uniendo todos los sectores de la sociedad, hasta los grandes empresarios, los dominantes consorcios mediáticos y los militares. Y también cuenta con una enorme legitimidad y respaldo populares sin precedente en la historia reciente de México.

Es probable que algunos de los más retrógrados integrantes del viejo régimen hoy sueñen con un nuevo Victoriano Huerta que pudiera acabar de tajo con la esperanza del pueblo mexicano. Y es evidente que existen enormes intereses nacionales e internacionales que desde hoy le apuestan al fracaso de la cuarta transformación.

Pero estos actores también saben que al final de cuentas hasta a ellos les conviene que le vaya bien al nuevo Presidente. Si fracasa López Obrador lo que sigue sería un Jair Bolsonaro o un Donald Trump mexicano, un escenario que pondría en grave peligro el bienestar y los derechos humanos de todos los mexicanos.

El éxito de la gestión de López Obrador no está de ninguna manera garantizada. La historia es muy compleja y suele dar vueltas inesperadas. Sin embargo, la coyuntura actual nos dice que es perfectamente factible cumplir con el deseo de López Obrador de unir en un solo acto la lucha democrática de Madero y la transformación social de Cárdenas.

Con la activa participación de la sociedad y la lealtad democrática y nacional del viejo régimen, no será necesario esperar 24, o siquiera 10, años antes de ver los frutos de nuestras luchas. En apenas seis años podremos transformar de raíz a los sistemas políticos, sociales y económicos de México para generar las bases para la consolidación de un nuevo país participativo, verdaderamente institucional, justo y solidario.

Participemos todos y todas, desde cada rincón de la República y en cada espacio de nuestras vidas para hacer realidad este gran anhelo del pueblo mexicano. Tantos años de lucha han valido la pena. México y todos los mexicanos merecemos un futuro mejor.

johnackerman.mx

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