Por Francisco Ortiz Pinchetti
— El esperado, anhelado y postergado día de mi segunda dosis de vacuna anti COVID-19 llegó este jueves en un ambiente nada favorable. Y no porque tuviera algún contratiempo en la recepción de la dotación complementaria, todo lo contrario, sino por el clima de tristeza e indignación que los capitalinos vivimos a raíz de la tragedia del Metro en Tláhuac. Sobre todo por la convicción de que no se trató de un accidente: es un caso inaceptable de indolencia criminal.
Peor que la catástrofe reflejada en las terribles escenas que difundieron los medios nacionales e internacionales –tan amarillistas los unos como otros, diría el Presidente— fue la reacción de un Gobierno no solo evidentemente rebasado sino ante todo exhibido en su irresponsabilidad y su ineficacia. La Jefa de Gobierno acudió de inmediato al lugar de los hechos y se volcó en declaraciones; pero eso no se tradujo en un apoyo inmediato y eficaz para las víctimas, particularmente los familiares de las personas fallecidas que públicamente se quejaron de un total abandono.
Y peor, si cabe, la actitud de un mandatario que lo primero que hace es expresar su solidaridad y apoyo… ¡a la Jefa de Gobierno! Y que no tiene ningún asomo de conmoción más allá de culpar a los medios de comunicación “que están tan obcecados en atacar al Gobierno que represento” de usar la tragedia para atacarlo.
Aunque no puedo negar la satisfacción que sentí al completar mi esquema de vacunación, como se dice, la verdad es que no experimenté como suponía una sensación de inmunidad luego de 14 meses de cuarentena obligada y de angustia ante el crecimiento de la pandemia en nuestro país y las noticias acerca de la insuficiencia hospitalaria, la desorganización de la respuesta y sobre todo el manejo doloso de la emergencia sanitaria más grave en más de un siglo conforme a intereses políticos y no criterios científicos.
Finalmente, debo sentirme satisfecho de haber sido capaz de librar el inminente peligro y no estar entre el millón y medio de mexicanos oficialmente contagiados, y sobre todo no estar en la lista de los 218 mil fallecimientos registrados por Hugo López-Gatell, aunque su número real, según el Instituto de Métricas y Evaluación de las Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, es de 617 mil 127: mentiras y más mentiras.
No fue fácil sobrevivir. Requirió no solo disciplina sino también sacrificios y privaciones mil, y sobre todo la decisión de no ceder ante las tentaciones del relajamiento que nos ofreció en los últimos meses la sensación de alivio por el arranque, torpe y tardío, de la vacunación. El retiro afectó por supuesto relaciones familiares y amistosas, pero de manera muy delicada el vínculo con mi pareja, de por sí complicado por una distancia de 375 kilómetros de carretera.
No me quejo. Nomás faltaba, pero sí considero que pudo ser mejor, mucho mejor, si hubiéramos contado con un estadista al frente del Gobierno mexicano. Un hombre cabal que desde el momento mismo en que se declaró la pandemia hubiera asumido un compromiso real con sus compatriotas y con la historia. Un Presidente que tomara los costos de declarar una emergencia nacional, lo que hubiera salvado ciento de miles de vidas. Prefirió administrar la crisis con criterios políticos y, peor aún, con objetivos claramente electoreros.
Otro caso inaceptable de negligencia criminal.
Claro, doy gracias de haberme contado entre los 600 mil mexicanos que recibieron la vacuna este jueves, en la cifra que constituye el récord hasta ahora para un día. No importa que debido a retrasos, pretextos o mentiras, el intervalo entre la primera y la segunda dosis haya superado el máximo de 35 días. Me vacuné en el día 39. Lo importante es que estoy ya completo… justo para seguirme cuidando. Ya me pusieron la vacuna. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
PERITAJES. Alguien dijo con razón de que allá en tiempos del Presidente Luis Echeverría, ante cualquier catástrofe o escándalo político el Gobierno ofrecía formar una comisión investigadora. Ahora la moda es contratar un peritaje internacional. El objetivo es el mismo: darle el avión a los ciudadanos y esperar que el tiempo haga su trabajo. ¿Sabemos algo concreto del peritaje sobre el “accidente” del helicóptero en que murieron la Gobernadora de Puebla, Érika Alonso, y su esposo, el Senador Rafael Moreno Valle en la Nochebuena del 2018, hace 28 meses? ¿Conocemos ya el resultado del peritaje prometido por Claudia Sheibaum Pardo sobre el incendio registrado el 9 de enero pasado en el Puesto de Control del Metro? Podemos entonces estar confiados en que la indagatoria de una empresa Noruega sobre el derrumbe del Metro será supervisado y difundido por la propia Sheibaum Pardo, aunque ella misma resulte responsable. Si, cómo no.
@fopinchetti