Por Ernesto Camou Healy
— El miércoles 7 de abril salí de casa y me dirigí al poblado El Tronconal, a unos cuatro kilómetros al oriente de San Pedro el Saucito, en la carretera a Ures, ahí donde se desvía uno hacia San Miguel de Horcasitas. Tenía cita para que me vacunaran a partir de las nueve de la mañana. A esa hora me presenté con un muy amable encargado que tomó mis datos y me entregó el turno número 30. Comenzó un breve periodo de espera.
Ahí estuvimos bajo unos mezquites por poco más de media hora, mientras se organizaban y pasaban los primero diez registrados. Luego me enteraría que ese día habían asistido menos voluntarios y el papeleo tomaba más tiempo. Afuera nos congregábamos unas cuatro decenas de personas, entre solicitantes del piquete, parientes y acompañantes; muchos habíamos llegado en carros: había unos 30 vehículos alrededor de la Escuela Jesús García.
El ambiente era tranquilo. No había mucho lugar para sentarse, pero por ahí nos acomodábamos, sosegados.
A las 9:23 les tocó pasar a los que traían hasta lapapeleta 23. En el siguiente turno me tocaría a mí. A las 9:45 entramos los siguientes diez. Nos mandaron a un espacio techado donde había cinco filas de cinco sillas cada una, y una mesa al frente donde trabajaban dos entrevistadores. Nos fueron llamando uno a uno y nos colocaban, después de tomarnos datos de salud y la CURP, en una hilera al frente, que recién habían desocupado los que pasaron a la vacuna antes que nosotros.
En ese patio de la escuela nos encontrábamos unas treinta personas entre pacientes, personal de salud y cuatro o seis elementos de la Guardia Nacional, armados hasta los dientes, como si temieran un asalto al resguardo de los medicamentos…
Había dos salones de clases con aire acondicionado en los cuales se ponía la vacuna. A las 10:05, nos pasaron en dos grupos de cinco auno u otro de los dos salones donde inyectaban,hicimos fila, con su respetable sana distancia, para que una enfermera nos aplicara la vacuna en el brazo izquierdo. Un breve piquetito y nos mandaban a sentar por media hora en cómodas sillas y buen aire fresco.
Ya acomodados nos colocaron en el hombro una pegatina con la hora del pinchazo, las 10:21 en mi caso. En media hora, si no tienen alguna molestia, podrán salir, nos advirtieron. Y ahí permanecimos, observando el trajinar comedido del personal, hasta que caímos en la cuenta, mi vecina y yo, que nos habíamos tornado invisibles para los encargados. Ya llevábamos 45 minutos esperando, y habían salido varios que ingresaron después de nosotros. Nos empezamos a preocupar…
Llamamos la atención de la asistente, pero pasaron unos 20 minutos antes de que volviera, nos preguntara cómo nos sentíamos y nos entregara un papel oficial donde ponían que ya estábamos vacunados con la Astrazeneca. El problema era la inasistencia de algunos voluntarios; nos tomó tres horas el trámite…
Nos informaron que la segunda dosis se aplicará en un lapso de 2 a 3 meses. Volví al hogar sabiendo que el efecto protector se irá formando en el cuerpo en las siguientes semanas, y llegará a su máximo días después de la segunda aplicación. Mientras tanto hay que seguir cuidándose, usar tapabocas, evitar aglomeraciones y aplicar la sana distancia, porque un vacunado se puede contagiar, aunque con síntomas leves, peropuede infectar a otros. El efecto es a mediano plazo, dos meses al menos, y todavía entonces debemos ser precavidos, pues el contagio es posible, aunque menos probable. Poco a poco irá disminuyendo el riesgo conforme se vaya logrando la inmunidad de rebaño, cuando la mayoría tenga anticuerpos.
La lógica de vacunarse es contribuir a la protección comunitaria, es una corresponsabilidad; y nos concede cierta tranquilidad, pues el miedo no anda en burros. Y mientras tanto habrá que seguir recluidos en lo posible; falta poco…¿qué tanto es tantito?