El rebaño de Andrés

Por Francisco Ortiz Pinchetti

No es precisamente positivo el balance del comportamiento asumido por los legisladores de Morena en su primera semana de ejercicio. Sus opositores piensan que demasiado pronto enseñaron el cobre. Y es que en unos cuantos días presenciamos un espectáculo decepcionante en la que no faltaron los escándalos y enfrentamientos entre ellos mismos, el agandalle de posiciones y un vergonzoso cambalache para hacerse de la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y quedarse no sólo con la Mesa Directiva, sino también con la Junta de Coordinación Política y asegurarse el control total de ese órgano durante los tres años de esta legislatura.

El deterioro de la imanen de la nueva mayoría fue tan súbito y grave que tuvo Andrés Manuel López Obrador que reunirse con sus legisladores para darles un jalón de orejas y, como dicen los medios, leerles la cartilla. El presidente electo, según las versiones que han trascendido sobre esa reunión, les exigió a sus diputados comportarse de forma decente, respetar a la oposición, no marearse con el poder, tampoco pedir moches ni caer en mentiras ni en gritos y estridencias. En suma, “resistirse a las tentaciones del poder”. No dijeron si los legisladores usaron cilicios o hubo flagelaciones.

De acuerdo con los testimonios de algunos de los asistentes recogidos por el diario Reforma, en un auténtico sermón emitido en tono amigable, López Obrador subrayó a los diputados morenistas que ya no son oposición y por lo tanto deben comportarse a la altura de las circunstancias y las expectativas ciudadanas. “”Nos pidió que fuéramos muy cuidadosos siendo mayoría, que somos Gobierno; eso me parece que es el tema más importante, que no somos oposición y que tenemos que ser muy respetuosos con la oposición”, mencionó Lorena Villavicencio. “Que los argumentos sean lo que pese y no los gritos”, nos dijo.

Y es que resultó verdaderamente bochornoso el comportamiento del inefable Gerardo Fernández Noroña, ahora diputado morenista por el PT, que primero increpó en las puertas de Palacio Nacional a los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado de la República, Porfirio Muñoz Ledo y Martí Batres Guadarrama, sus compañeros de causa, por asistir a la ceremonia en la que el presidente Enrique Peña Nieto emitió un mensaje a la Nación con motivo de su sexto y último informe de Gobierno. Les llamó “lacayos” y “traidores”, sí, entre otras linduras, luego de tratar de entrar por la fuerza al recinto y forcejear con miembros del Estado Mayor Presidencial, que por suerte no ha desaparecido.

Al día siguiente, en la primera sesión ordinaria de la Cámara de Diputados, el propio Fernández Noroña se enfrentó de nuevo con Muñoz Ledo, que con razón le negó el uso de la palabra cuando pretendió tomar por asalto la tribuna para reclamarle otra vez su asistencia al mensaje presidencial. Llamó “arbitrario” e “insolente” al presidente de la Mesa Directiva, que entonces lo acusó a su vez de “agresor” y “golpeador” y optó sabiamente por someter a votación económica la decisión de concederle la palabra, lo que fue rechazado abrumadoramente por la mayoría.

Sin duda lo más grave de ese comportamiento es que se origina en una decisión, la asistencia al mensaje de Peña Nieto, que obviamente fue autorizada, si no es que ordenada, por el líder López Obrador en su línea de mantener una relación cordial con el mandatario saliente para asegurar la llamada transición tersa.

Ese mismo día se dio el cambalache entre Morena y el Partido Verde, mediante el cual la mayoría morenista en el Senado aprobó la licencia –que dos horas antes había rechazado en una primera votación– para que el senador Manuel Velasco Coello pudiera reasumir la gubernatura de Chiapas para terminar su mandato a cambio de que cinco diputados verdes se pasaran a la bancada morenista en San Lázaro y dar con ello al partido de López Obrador la mayoría absoluta.

Aunque el líder de la bancada lopezobradorista en el Senado, Ricardo Monreal Ávila, negó la existencia de un acuerdo al respecto, los coordinadores de Morena y del Verde en la Cámara de Diputados, Mario Delgado y Arturo Escobar, lo reconocieron. Claro, lo encubrieron con un supuesto pacto “ecologista” para asegurar fondos… para atender el cáncer infantil. “Salió baratísimo el acuerdo”, dijo Escobar. El cinismo.

Fueron demasiados los escándalos ocurridos en el arranque del “nuevo” Congreso mexicano como para que Andrés Manuel se mantuviera incólume. Tuvo el pastor que reconvenir a su grey para que acaten las normas de la ética y el buen comportamiento. Sean decentes, buenos, no digan mentiras ni se dejen embelesar por el poder, les pidió con su voz cansina a sus muchachos.

No sé si él tiene claro que lo ocurrido es resultado natural de su manera de sumar a toda clase de individuos a su causa, a cualquier costo, durante su largo peregrinar por el país, sin importar denuncias y antecedentes negativos ni atender advertencias a menudo provenientes de miembros de su círculo más cercano. Los ejemplos no se limitan a Fernández Noroña y Napoleón Gómez Urrutia, por supuesto. Y todavía no conocemos las alimañas que seguramente se esconden en los congresos estatales con mayoría morenista. Es su rebaño.

Dudo que los sermones del tabasqueño basten para corregir deformaciones e inclinaciones de quienes tan pronto han dado muestras de intolerancia y abuso de su condición mayoritaria. Hay quienes critican esas actitudes por obedecer a una especie de síndrome de oposición, cuando ya no lo son. Por el contario, me parece que son más bien manifestaciones de autoritarismo y prepotencia, originados en la mediocridad y la sed de revancha. Válgame.

@fopinchetti

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