Por Camilo Daniel Pérez
¿A quién cree Peña Nieto que va a engañar con los videos y entrevistas que ha procurado realizar en los diversos medios de comunicación durante estos últimos días? Me parece que solamente se está engañando a sí mismo, cayendo en flagrantes contradicciones.
Al defender la “verdad histórica” de Ayotzinapa sencillamente se manifiesta como el único ignorante en el País de los estudios científicos que llevaron a cabo tanto el Grupo Argentino como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a través del GIEI (Grupo Interdisciplinario de Expertos Independiente), cuyas conclusiones echaron por tierra la famosa “verdad histórica” deviniendo en una “verdad histérica” de Peña Nieto. Igualmente sucede con la explicación de la Casa Blanca donde afirma cínicamente que su único error fue involucrar a su esposa, Angélica Rivera Hurtado (La Gaviota). También habla de la invitación a Trump cuando era candidato diciendo que, finalmente, esto ha ayudado a una buena relación y a conseguir el Tratado de Libre Comercio. Habla también del combate a la delincuencia, del crecimiento de la violencia diciendo que mucho se hizo, aunque queda mucho por hacer, prácticamente todo elevado al doble en asesinatos y desaparecidos, lo afirma un servidor. Es más, declara que él creía que ser presidente era parecido a ser gobernador. Con ello, sin saberlo ni quererlo, se confiesa como un inepto para la Presidencia de la República. ¡Qué le costaba haberlo dicho antes!
Pero el cinismo de las contradicciones de Peña Nieto llega al extremo de utilizar su poder para que el Tribunal Colegiado Federal atraiga el juicio contra Alejandro Gutiérrez por el desvío de cerca de 250 millones de pesos de las arcas públicas para canalizarlos a las campañas del PRI. Uno buenamente podría pensar que el máximo interés del Gobierno Federal sería el de asegurarse que el delito no quedara impune y que se lograran recuperar los 250 millones de pesos. Pero ¡Oh dolor! La cosa no va por ahí. Con una cínica premura la Procuraduría General de la República ha planeado una sorprendente e inusitada retirada de los cargos en contra de Alejandro Gutiérrez.
Así, sencillamente, este delincuente queda libre. En el argot judicial, es un caso sobreseído, jurídicamente se desiste del caso y, por tanto, no hay delito que perseguir ni causa que juzgar. Como quien dice, el muchachito queda limpio, sin antecedentes penales. Según Peña Nieto, para él quedan borradas todas las huellas que se encaminaban hacia el entramado de corrupción que se había construido a su alrededor desde la Secretaría de Hacienda. Los altos funcionarios públicos implicados en esta trama quedan como unas blancas palomitas. El asunto es que Javier Corral, nuestro Gobernador, estaba con este caso tocando la columna vertebral, el nervio central de la corrupción. Nunca se habían sentido tan inermes y hasta asustados ante un Gobernador tan cuestionante, tan incisivo y que no se dejó intimidar ni que le embarraran las manos. No tiene caso hablar de los demás gobernadores. El asunto cae por su propio peso.
Con estas artimañas, Peña Nieto cree que queda exento ante el Pueblo de México de toda mancha de corrupción cuando este cinismo tan descarado, tan leguleyo y tan falto de justicia lo delata y lo pinta de cuerpo entero. Peña Nieto se echa de cabeza con tan cínicas actuaciones. Me queda una gran duda por aclarar. Con la política de AMLO que predica el perdón y la reconciliación mejor que cualquier pastor o cura de pueblo como un servidor, ¿Quedará Peña Nieto exento de toda culpa? ¿Será el cinismo absoluto disfrazado de Evangelio? ¡Dios nos libre y espero que no!