Daños de la COVID-19: los otros datos

Por Francisco Ortiz Pinchetti

— Lejos del optimismo engañoso del Presidente acerca de una recuperación milagrosa de la economía mexicana, cuando ni siquiera se ha logrado controlar la pandemia –que alcanza ya los 800 mil casos confirmados y los 83 mil muertos según las cifras oficiales–, yo tengo otros datos.

Las repercusiones de la emergencia sanitaria en empleo, ingresos e inseguridad alimentaria por falta de recursos económicos son mucho más graves de lo que se supone y se acepta.  En el discurso oficial simplemente esos datos se soslayan; pero al aterrizar las cifras de la crisis en la realidad cotidiana de los hogares mexicanos  se descubre el verdadero alcance de esta tragedia, ante la cual se oponen afirmaciones tan triunfalistas como falsas y demagógicas.

Ni siquiera hay cifras alegres que en alguna medida sustenten el cuento de la recuperación. Simplemente se afirma, son frases, dichos.

Andrés Manuel López Obrador presumió hace una semana que en México “ya se vislumbra” que hay recuperación económica ante la pandemia de COVID-19, al recuperarse en septiembre un total de 118 mil empleos formales… apenas un 10 por ciento de lo perdido en la contingencia: un millón 185 mil puestos de trabajo, oficialmente.  Y aseguró que ha pasado lo peor y que ahora vamos para arriba, que ya se están recuperando los empleos perdidos, que se está regresando poco a poco a la normalidad productiva y que ya estamos empezando a crecer. “Vamos de gane”, dijo el tabasqueño muy orondo.

Diversas fuentes de información, sin embargo, han empezado a mostrar que tanto la pandemia como las medidas implementadas para cerrar temporalmente sectores no esenciales para reducir la transmisión por COVID-19, han tenido consecuencias económicas mucho más preocupantes. 

Hay dos estudios básicos, recientes, a cuyos resultados he tenido acceso. Uno es la Encuesta de Seguimiento de los Efectos del COVID-19 en el Bienestar de los Hogares Mexicanos (ENCOVID-19), instrumentada por especialistas de la Universidad Iberoamericana a través del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE). El otro es la ENSARS-COV2, realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).

A ellas se suman datos del Indicador Global de la Actividad Económica, del INEGI, que muestran una grave reducción de 15.4 puntos entre marzo-julio del 2020 comparado con el mismo período del 2019. 

La ENCOVID-19 mostró en mayo de este año que el nivel de desocupación alcanzó 14.6 por ciento respecto a 3.3 en el último trimestre de 2019, y que hubo pérdidas importantes de ingreso. Los datos correspondientes a julio, indican que cerca de 66 de cada cien hogares entrevistados reportaron que sus ingresos se habían reducido en 64 puntos porcentuales. Como consecuencia de la reapertura de actividades, estos datos también ilustran que la desocupación se redujo en su mayor parte en el sector informal, al pasar de 18.4 por ciento en mayo a un 8.9 en julio.

Entre junio y julio, el número de personas desempleadas, “descansadas” sin goce de sueldo, o que no podían salir a buscar trabajo por la contingencia, pasó de 5.5 a 4.4 millones (10.3 y 8.3 por ciento de la población económicamente activa, respectivamente). 

Dos de cada tres hogares declaran que han visto reducidos sus ingresos desde el inicio de la cuarentena: 65 por ciento en junio y 63.4 en julio. Uno  de cada tres hogares declaró una reducción de 50 por ciento o más en sus ingresos: 31.5 por ciento en junio y 30.5 en julio.

Por su parte, además de corroborar los hallazgos de la ENCOVID-19 sobre la pérdida de ingresos y empleo, la ENSARS-COV2 del INSP mostró que cerca del 33 por ciento de los entrevistados reportaban experiencias de inseguridad alimentaria como miedo a que se acabaran los alimentos y por haber reducido la variedad de su dieta.

Los resultados mostrados de las encuestas destacan que seis de cada diez entrevistados vio disminuidos sus ingresos a partir del confinamiento, mientras una tercera parte declaró que al menos algún miembro de su hogar perdió el empleo en dicho periodo.

Asimismo, una tercera parte de los encuestados tuvieron experiencias de inseguridad alimentaria como preocupación porque los alimentos se les acabaran, disminuyeron la variedad de su dieta o consumieron menos alimentos de los que acostumbran comer, debido a la falta de dinero o recursos a partir del confinamiento. 

Lo anterior es muy preocupante sobre todo si no se cuentan, como en efecto ocurre,  con estrategias de apoyo a dichas familias, que ayuden a amortiguar el efecto negativo que está trayendo consigo el confinamiento, lo cual puede asociarse con la pérdida del ingreso y con la preocupación de las personas ante perder el empleo.

Según los especialistas del Instituto Nacional de Salud Pública, a pesar de la recuperación en empleo descrita en la ENCOVID-19 de la Ibero, no es posible saber si la economía regresará a los niveles que tenía antes de la pandemia del coronavirus. 

Por otro lado, la población que sale a trabajar para no perder su ingreso, sobre todo los que laboran en el sector informal, se enfrentan a riesgos de contagiarse al no poder permanecer en casa y verse por ello obligados a utilizar transporte público. 

Y se advierte en el documento, a manera de conclusión: “El país está viviendo un círculo vicioso e incierto tanto por el lado de los contagios y las muertes como por la economía”. Válgame.

DE LA LIBRE-TA

La frase del mes: “Quiero dejarlo muy en claro: las personas que fallecieron, fallecieron”: Hugo López-Gatell. 

@fopinchetti

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