Por Hernán Ochoa Tovar*
— Un día como hoy, pero de 1920, nació el gran poeta uruguayo Mario Benedetti. De no haber pasado a mejor vida a principios del 2009, este día El Vate estaría llegando a su primer centenario de existencia. Debido a esa fecha especial, consideré relevante hacer una retrospectiva de tan interesante personaje, mismo que, huelga aclarar, es uno de mis poetas favoritos (además de Pablo Neruda).
Si algo podemos observar en Benedetti, es la transgresión y la congruencia, mismas que marcarán el sentido de su existencia. Miembro del Boom Latinoamericano (al igual que Vargas Llosa, Carlos Fuentes y García Márquez), Benedetti alcanzó la fama a mediados del siglo XX. Su novela “La Tregua”, su poesía, sus cuentos y reflexiones políticas, lo llevaron a ser, de manera pronta, una celebridad.
Sin embargo, El Vate nunca perdió su congruencia. Una semblanza del personaje, llevada a cabo por la Revista Gatopardo, a principios del 2008, comentaba que cuando Benedetti acudió siendo joven a los Estados Unidos, y atestiguó la segregación que aún no era prohibida en el vecino país del norte, decidió no volver a aquel lugar, cumpliendo con su palabra. De igual manera, la misma publicación refería que a pesar de la fama que alcanzó y de los recursos que pudo allegarse, el poeta uruguayo no cambió su esencia: siguió viviendo en su misma casa, teniendo a su misma pareja y prodigando la misma austeridad.
Aunque sus ideas políticas lo llevaron a tener que exiliarse, debido a la persecución política de la cual fue objeto por la dictadura militar que gobernó en su país durante una docena de años (1973-1985), Benedetti siempre añoró el retorno a casa y a su terruño querido, el cual fue motivo de diversos y sentidos versos durante esta cruda etapa de su existencia, que lo llevó a gravitar entre Perú, Cuba y España. Al retornar la democracia en el Uruguay, en 1985, Benedetti volvió a ser el mismo tipo de siempre; de hecho, rompiendo los moldes, solía ir a tomar café a un concurrido sitio, donde paisanos y turistas estaban habitaban habituados a verlo y, ocasionalmente, a saludarlo.
En el mismo tenor, y viendo sus textos políticos de la última etapa de su existencia, podemos decir que Benedetti nunca se alejó de la izquierda, pero nunca perdió ese talante crítico e inteligente que le caracterizaba. Desconozco si –como Galeano– llegó a simpatizar con el Frente Amplio, coalición de partidos de izquierdas que gobernó el Uruguay por tres lustros (del 2005 al 2020, para ser exactos) y que comenzó a tener éxito a partir de la década de 1990, cuando las medidas neoliberales se enseñoreaban con el país austral, otrora pujante, visualizaron en Tabaré Vázquez un liderazgo emergente. Probablemente sí, pues parte de lo que vendrían a enarbolar y a realizar Vázquez y Mújica durante sus gestiones, sería lo que la generación de Benedetti y Galeano persiguieron durante años: una mayor igualdad social, y un gobierno que mirara, con diferente rostro, a los oprimidos y a los desposeídos, y no sólo se rigiera por directrices administrativas.
Por otro lado, considero que la poesía de Benedetti vino a darle un giro de 180 grados al verso latinoamericano, a reinventarlo y a sacarlo de su marasmo. Si hasta antes de su llegada hacer un poema consistía en un acto solemne, con directrices rígidas, cada vez más aislado del gusto popular, El Vate demostró que se podía ser poético rompiendo aquellos viejos paradigmas, usando un lenguaje bello y llano, siendo comprensible para todos y todas, logrando llegar, de nueva cuenta, al gusto popular. Hecho que logró con creces, pues el día de su fallecimiento se convirtió en una jornada de duelo nacional; y el pesar por la partida de Benedetti, emulaba, sólo, la de otro gran poeta del siglo XIX: Amado Nervo, quien coincidentemente, también había pasado a mejor vida en El Uruguay, siendo cónsul de México, y había tenido una recepción análoga, por parte de un público que admiraba su obra, aquí y acullá.
Como cereza en el pastel, cabe resaltar que la musicalización a sus poemas, que llevó a cabo Joan Manuel Serrat a mediados de la década de 1980, fue un ejercicio fastuoso que le dio mayor luminosidad. ¡Fue la conjunción de dos grandes llevando a cabo su obra maestra!
No cabe duda que el Uruguay ha dado grandes hombres y mujeres: Eduardo Galeano, Tabaré Vázquez, Juana de Ibarborou, José Enrique Rodó y ese gran político que es Pepe Mujica. Sin embargo, Benedetti marcó un punto de inflexión en la historia del siglo XX. Él ya no está, pero su obra y sus magníficos versos nos acompañarán siempre ¡hoy lo recordamos¡ ¡Felicidades para el maestro dondequiera que se encuentre¡
*Hernán Ochoa es profesor investigador del Centro de Investigación y Docencia