Agua, desiertos y sequías: urgen modelos de desarrollo sustentable

Por Federico J. Mancera-Valencia*

— En la década de los años 50´s del siglo XX, se inició en la república mexicana el discurso desarrollista para los desiertos, fundado en la modernidad, donde la productividad está fundada en la agrotecnología y el agua, lo que “aseguraba” el éxito de las políticas públicas federales, que en palabras de su Secretario de Agricultura, resultaba contundente:

Millones de hectáreas de zonas desérticas se van a cultivar. Con la incorporación de esas tierras vírgenes se contendrá la erosión. Existe la posibilidad de irrigar 7 millones de hectáreas en todo el país (Tribuna, 26/05/51). Es halagador el panorama de la agricultura nacional, pero debe de trabajarse con tesón para mejorar aún más. El presidente Alemán tiene las intenciones de proveer mejor y mayor alimentación al pueblo mexicano, a pesar de que México no es un país dotado naturalmente para la agricultura fácil, afirmando que aquí más que en otros países, es un triunfo del hombre sobre la naturaleza y no un simple aprovechamiento de elementos favorables frente a la adversidad provocada por las  sequías y heladas, México para suplir los daños amplía sus áreas de cultivo y al aumentarse las cosechas se obtendrá automáticamente la reducción de los costos. Palabras del Secretario de Agricultura, Nazario Ortíz Garza. (Tribuna,  31/05/1952).

La agricultura de riego en los desiertos es una herencia de las concepciones de desarrollo económico de la revolución verde, las que, lejos de posibilitar un futuro, se convirtieron en su propio verdugo, pues la obsesión de hacer productiva áreas “improductivas” (representación social territorial de esterilidad devenido de arquetipos judeo-cristianos), hizo que se ejerciera en los ecosistemas del desierto actividades productivas intensivas y de sobre explotación, fundados en un modelo dependiente de agua.

Así, la agricultura en Chihuahua se desarrolla principalmente bajo riego.

De acuerdo con la SAGARPA (2018),  y presentada por Plan Estatal Hídrico 2040 (PEH-2040) de Chihuahua, la demanda de agua para la agricultura de riego está centrada en:

  1. La alfalfa, el nogal y el manzano, demandan el 99.25% del agua de riego, destinada a cultivos perennes o de ciclo largo (total demandado 1,971.89 millones de metros cúbicos).
  2. El algodón, el maíz para grano y el chile verde, demandan el 92% del agua de riego, destinada a cultivos anuales en el ciclo primavera-verano (1,774.16 millones de metros cúbicos).
  3. El trigo para grano, la avena forrajera verde y la cebolla, demandan el 95% del agua de riego, destinada a cultivos anuales en el ciclo otoño invierno (137.56 millones de metros cúbicos).
  4. Chihuahua es el principal exportador nacional de ganado bovino con más de 400 mil cabezas por año, para lo que requiere satisfacer la demanda local de forraje, provocando el incremento de la demanda de agua para estos cultivos, entre ellos la alfalfa.(PEH-2040)

Así, el 50% del agua –superficial y subterránea– es destinada a la agricultura de riego de cultivos perennes, concentrándose en las llanuras y valles centrales del estado de Chihuahua (PEH-2040), región en donde históricamente se han concentrado los movimientos sociales agrarios vinculados a la demanda del agua.

En 1948, el gobierno federal a través de la Secretaría de Recursos Hidráulicos (SRH) decide restringir,  para el próximo ciclo agrícola, un 25% de la superficie abierta al cultivo en el Distrito de Riego No.5 de Delicias (Tribuna, 12/12/1948), ante ello la  asociación civil de usuarios de la Primera Unidad del Distrito de Riego No.5 mantiene una seria discusión:

“El volumen actual de La Boquilla puede estimarse en 850 mm3 que es el almacenamiento más bajo registrado desde que existe este distrito de riego…, en el plan aprobado por la SRH para el próximo ciclo agrícola se han fijado la cantidad aproximada de 750 mm3 lo que viene a constituir el agotamiento prácticamente total de la presa Boquilla. Esto significa un sacrificio inútil del agricultor al exigirle restricción de siembras, (y tampoco), conduce a ninguna utilidad práctica en relación a la economía del agua y en cambio sí un trastorno grande en la economía agrícola…, es decir, más claramente, se le pide al agricultor se sacrifique en beneficio del consumidor de electricidad, (…), ¿Cuál beneficio reportaría para el presente año si de todas maneras no va a tener asegurada el agua para el año de 1950?, (…) , lo que se prevé es un verdadero desastre para 1950. La asociación de usuarios basará sus gestiones ante el Sr. Presidente de la República en apego a nuestras leyes que fijan de manera clara y terminante que en épocas de escasees de agua, se considerará en prioridad de derechos las necesidades agrícolas antes que las necesidades industriales o de otra índole. (Tribuna, 12/12/1948)”.

La política de desarrollo regional, basada en el agua, en un ecosistema de desierto, en que el déficit de humedad (sequías) son naturales, constantes, espacialmente y temporalmente heterogéneos e impredecibles, han provocado por más de 80 años conflictos e injusticas sociales y complejos problemas ambientalmente insostenibles. Así, podemos entender que las sequías son, actualmente, una construcción social. La sentencia de pueblos “vencedores del desierto” se convierte en un gran discurso de justificación a la producción agrícola altamente consumidora de agua en una región hídricamente deficitaria de este recurso natural.

La disponibilidad de agua en los distritos de riego de la región central de Chihuahua depende de los servicios ambientales de los ecosistemas de bosques templados secos de la Sierra Tarahumara. Así, las zonas de riego están en deuda y en franca miopía hídrica. Desde finales del siglo XIX, la explotación forestal (mal manejo, desforestación, tala clandestina y, ahora, dolosamente desarrollada por el narcotráfico) ha impactado en la calidad del agua, aumento de sedimentos en las presas (asolve), la no recarga de mantos acuíferos, los flujos hídricos (mm3de agua) todo para el riego en los desiertos.

En un estudio que realicé en el 2004 sobre las sequías en Chihuahua, analizadas desde el ámbito socioambiental, pude identificar que en un lapso de 114 años, se habían sumado 67 años de sequía, lo cual significa un porcentaje de 58.77 % y los años de abundancia pluvial (23 años) un 20.17% (ver Cuadro 1)

Cuadro 1. Concentración de Sequías y periodos de abundancia hídrica de los periodos:

1890-1930, 1930-1960, 1960-1990, 1990-2002

Periodo de Años de Sequías  Total ( en 40 años)Duración en añosAños de abundancia de lluvias (duración en periodos anuales)Sin datos
1890-1929239
1930-195919101
1960-199916415
1990-2001930
114 años*Total : 67Total: 23Total: 25*

*La diferencia se debe a los años en que simultáneamente se sucedieron eventos de sequía y de abundancia pluvial. Por lo que en total se suma 114 años bajo el cual hacemos el cálculo de porcentaje. La diferencia por esta cantidad es de dos años.

La frecuencia de las sequías en 112 años varía, aclarando que no coinciden en años específicos. Sin embargo, su duración es cada vez más prolongada, situación que coincide con el trabajo del Dr. Víctor Quitana Silveyra en “Al filo de la Megasequía”  (https://www.inforural.com.mx/al-filo-de-la-megasequia) lo que debe preocupar a las políticas públicas medioambientales, alimentarias, hídricas y socioeconómicas de la 4ª transformación de la república.

Los desiertos y semidesiertos, han evolucionado en condiciones de permanente déficit de agua, las hojas delgadas y/o pequeñas que se convierten en  espinas o las plantas suculentas, el metabolismo dilatado de reptiles, son ejemplo de ello. Así, los modelos de desarrollo sustentable en estos ecosistemas deben estar fundados en condiciones de déficit de agua. Es necesario, entonces:

  1. Construir sustentablemente políticas públicas específicas (SEMARNAT-CONAGUA-SADER)  para las zonas de desierto, semidesiertos y ecosistemas concatenados. 
  2. Reconversión productiva en los desiertos, basada en múltiples propuestas técnico-productivas basadas en los objetivos del desarrollo sustentable (véase el PEH-2040).
  3. El impulso de parques de energía solar con un claro y aplicable plan de manejo de paisajes del desierto.
  4. Pago y solidaridad por los “servicios ambientales hidrológicos” que aportan los ecosistemas y la población indígena y mestiza pobre de la Sierra Tarahumara, tanto de las cuencas internas del desierto como de las poblaciones y zonas productivas de la vertiente del Pacífico.
  5. Replantear y re-significar los desiertos y las sequías, principalmente estas últimas que han sido rehén de los discursos políticos y de burocratismo, para escamotear las condiciones de ineficiencia gubernamental ante los procesos de degradación ambiental, del inadecuado uso y manejo de los recursos hídricos, los niveles de pobreza y marginación, de ineficientes e ineficaces modelos de desarrollo regional y de las incapacidades y desinterés educativo regional para abordar la complejidad socioambiental.

Dr. Federico J. Mancera-Valencia. Geógrafo. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Profesor-Investigador del Centro de Investigación y Docencia en Chihuahua.

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