La tragedia de los indígenas migrantes en EU, por el Covid 19

Por Érika Ramírez/ Contralínea

— Más de 1 mil mexicanos han fallecido en Estados Unidos por Covid-19; entre ellos, indígenas migrantes que han sorteado la miseria, el hambre, a los polleros y las autoridades migratorias. Los sorprendió la pandemia hacinados, sin distanciamiento social, sin acceso a la seguridad social, sin ayuda. Les llegó la muerte, se acabó el sueño americano

Vivir la pandemia en Nueva York ha sido uno de los momentos más difíciles que han pasado los indígenas migrantes en Estados Unidos, después de haber sorteado a los polleros y a las autoridades migratorias en la frontera. Los sorprendió la epidemia entre aglomeraciones citadinas, el hacinamiento al que se ven obligados a vivir en pequeños departamentos porque cada uno no puede soportar el pago de una renta por sí solo, la barrera del idioma para pedir ayuda, la falta de atención médica, y el miedo a una deportación, cuando todavía podían albergar sólo un poco de esperanza.

Los indígenas migrantes que llegaron a la Gran Manzana creyeron que esto pasaría pronto, pretendieron resistir, como lo hacen en su país ante el hambre y la miseria. Comenzaron a enviar sus remesas a México para que los suyos no se quedaran sin sustento, para que sus esposas, hermanos o padres bajaran de sus pueblos a las ciudades más cercanas a cobrar el envío de 300 dólares mensuales (6 mil 768, en promedio). Antes de que no pudieran salir de sus casas, antes de que lo pasaran peor. Se quedaron sin nada, otra vez.

Claudio tenía 2 años de haber llegado a la gran urbe para lograr el sueño americano. Vivía en un departamento que alquilaba junto con otros “paisanos” para poder pagar la renta de más de 2 mil 300 dólares mensuales (unos 51 mil 888 pesos, con el tipo de cambio de 22.56 pesos, al cierre de esta edición). No había distanciamiento social. Tampoco cuando trabajaba como repartidor de comida de un restaurante neoyorkino.

Originario del municipio más pobre del país, Metlatonoc, Guerrero, Claudio falleció el 22 de abril, víctima del virus SARS-CoV-2, en una de las metrópolis con más casos registrados de coronavirus en el mundo, más de 372 mil (al cierre de esta edición).

El indígena ñuu saví o mixteco es uno de los 1 mil 66 fallecimientos registrados de mexicanos en Estados Unidos, y una de las 676 muertes de connacionales en Nueva York, enlistadas en las cifras oficiales y reportadas por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). Eso, porque alcanzó a fallecer en un hospital.

Otros, decidieron quedarse en casa, curarse con hierbas, como lo hacen en sus comunidades. El contagio se multiplicó porque en cada departamento llegan a vivir más de una docena de personas. La enfermedad venció a muchos que no aparecen en los registros sanitarios ni de aquel país, ni del mexicano. Al cierre de esta edición, había 368 mexicanos con coronavirus en Estados Unidos, 101 en Nueva York.

La mañana del martes 26 de mayo, en la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador, el encargado de la SRE, Marcelo Ebrard Casaubón, informó en Nueva York se han concentrado muchos esfuerzos en razón de la importancia que ha tenido la pandemia en el estado. Destacó “la solidaridad del pueblo de México con las familias de quienes han perdido integrantes o seres queridos en esta pandemia en Nueva York. Estamos en contacto con mil 134 familias que han pasado por este difícil trance”.

Añadió que los consulados en los Estados Unidos, “están ya en operaciones que denominamos mínimas, pero quiere decir que ya hay presencia de los usuarios en 32 consulados y la reactivación en estos días, serán 10: Calexico, San Antonio, Austin, Boston, Chicago, Detroit, Indianápolis, Milwaukee, Omaha y San Francisco”.

Además de que hay una red “de aliados locales, muchas son empresas fundadas por mexicanas y mexicanos en los pasados años y que nos están apoyando en Dallas, en Nueva York de manera muy señalada, en Atlanta, en Los Ángeles”.

Una semana antes, Ebrard Casaubón había anunciado que en la estrategia para reanudar los servicios consulares en Estados Unidos, se establecieron siete criterios uniformes “para brindar servicios de calidad cuidando la salud y atendiendo normativas locales”. Entre los puntos a los que hizo referencia el diplomático, el segundo indica: “Prioridad a pasaportes, credencial para votar y visado a traslado de restos”.

Saúl Vicente Vázquez, director de Asuntos Internacionales del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), comenta en entrevista que si bien la Ley del INPI señala que “debe de promover las medidas necesarias para el reconocimiento y respeto de los derechos de la población indígena y afroamexicana, migrante, tanto a nivel nacional como en el extranjero, con énfasis en la población jornalera agrícola; en el marco de la administración pública general, nosotros no podemos ir a atender directamente a las personas a Estados Unidos”.

Opuesto a las versiones de defensores de derechos humanos en Estados Unidos y en México, el funcionario expresa que el seguimiento a quienes se han enfrentado a la pandemia en aquel país, donde habitan 38 millones de mexicanos, se ha llevado a través de la SRE; por lo tanto, se ha mantenido “una estrecha comunicación” desde el INPI con la dirección de Asuntos Internacionales con la subsecretaría de América del Norte [a cargo de Jesús Seade], la subsecretaría para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos [bajo el cargo de Martha Delgado] y, en particular, a través de la Dirección General de Protección a Mexicanos en el Exterior [encabezada por Julián Escutia Rodríguez ] y con la dirección de Servicios Consulares [bajo la dirección de Carolina Zaragoza Flores].

“Es a través de ellos, que tienen como misión realizar y promover todas las acciones destinadas para garantizar los derechos de los mexicanos en el exterior, y todas las actividades que tienen que ver en la atención de los consulados”, expone Vicente Vázquez.

Barrera del idioma

Saúl Quizet Rivera, es otro indígena migrante indocumentado, originario de la Montaña de Guerrero, supo de su amigo Claudio cuando ya había fallecido. Se enteró de que en su lecho de muerte apenas había podido dar a su casero los números para localizar a su hermano y a su padre. Sabe que la repatriación de los restos de su amigo ñuu saví ha sido uno de los trámites más complejos en medio de esta pandemia; para sus familiares ha sido casi imposible regresar a su pueblo natal el cuerpo de un hombre que cruzó sin documentos la frontera con México.

“Ya es difícil estar aquí”, comenta en entrevista Saúl, quien llegó a Estados Unidos hace 7 años, pero con la enfermedad lo es más porque algunos se topan con la barrera del idioma. Y es que a ese país, hay quienes llegan hablando sólo su lengua materna, como el tu’un saví o mixteco. “Llegan a Nueva York y tratan de hablar español cuando se acercan a un centro médico, pero es difícil que les entiendan a los paisanos”, dice.

A la Montaña de Guerrero comenzaron a llegar la solicitudes de auxilio desde principios de marzo, venían del lado noreste del continente americano, cuando el pico epidémico se pintaba en rojo, comenta Abel Barrera Hernández, director del Centro de Derechos Humanos de La Montaña, Tlachinollan.

“Empezaron a tener problemas porque la gente no tenía la información sobre cómo poder hacer los trámites de repatriación de los cuerpos. Varios de ellos murieron y el consulado mexicano no estaba respondiendo las llamadas. Además, a los familiares de los que morían en el hospital les decían que ya no había forma de volver a verlos, que más bien se dedicaran a conseguir los servicios de una funeraria y que investigaran los costos del servicio de cremación”, relata el también defensor de derechos humanos y antropólogo.

Para los indígenas ñuu saví fue muy impactante enfrentarse a la pandemia en Estados Unidos, fue “algo que no esperaban”: de la noche a la mañana, tuvieron noticias de familiares con coronavirus en estado grave. Luego, que habían muerto y que, además, “no iban a poder ver su cuerpo para evitar la transmisión de la enfermedad”, comenta el director de Tlachinollan, que acompaña el caso de 37 indígenas migrantes fallecidos en Estados Unidos, originarios de la región mexicana más pobre.

Contrario a lo que presumen los funcionarios mexicanos, Barrera Hernández expone que gran parte de la crisis que han vivido los connacionales el Nueva York ha sido apoyada por la sociedad civil, los grupos comunitarios que se han formado y las iglesias, católicas o evangélicas, para conseguir funerarias porque difícilmente se podían contar con el servicio. “Tenían que programar las incineraciones y otros tuvieron que ir a otros estados porque no lograron tener el servicio en el distrito donde viven sus familiares.

“Les han dicho que una vez que ya se programa la incineración, se ve el trámite para la entrega de las cenizas. La mayoría de ellos están pensando en poder trasladarlo a la Montaña de Guerrero, en cuanto les sea posible, porque hay la costumbre de poder tener al familiar y hacer el ritual de la sepultura. Hubo angustia porque a algunos les daban cinco días de límite para poder hacer el trámite con la funeraria. Estaban muy desesperados porque les decían que, de lo contrario, los iban a enviar a la fosa común y eso implicaba un problema mayor”, comenta.

El defensor de derechos humanos expresa que esta situación ha generado entre las familias de la región un problema más grave porque eran los migrantes los que sostenían a la familia: a la mamá, papá, hermanos, hijos. Muchos de ellos se vieron en la necesidad, los cuentan con ahorros de las remesas, de regresar algo de los recursos que para poder sufragar los gastos.

Frente a la emergencia sanitaria por el virus SARS-CoV-2 y que ha provocado la enfermedad del Covid-19 en muchos de nuestros paisanos, expresa director de Asuntos Internacionales del INPI: “hemos estado atentos para dar seguimiento y se les pueda brindar atención y no han informado del trabajo hecho a través de la red consular en Estados Unidos”.

La cancillería, expresa el funcionario del INPI, nos ha informado de las diferentes acciones dirigidas, específicamente, a población indígena y afrodescendiente, que representa una buena parte de nuestros connacionales en Estados Unidos; “para la prevención, contención, tratamiento frente a un eventual contagio por Covid-19, pero también la detección de casos en el apoyo para acceder a instancias médicas y para la repatriación de connacionales a través de algunos apoyos económicos, o estableciendo la relación con las empresas funerarias y en el trámite para su traslado”.

Si al instituto llega alguna solicitud de parte de los familiares, ya sea desde Estados Unidos o de México, se canaliza a través de la dependencia a la dirección general de Protección de Mexicanos en el Exterior y a la red consular, “para que ellos se avoquen a ubicar a estos hermanos indígenas que tengan que hacer frente a la pandemia, y así brindarles todo el apoyo o para darles información, si es que ya se ha estado atendiendo”, comenta.

Para romper con la barrera del idioma, director de Asuntos Internacionales del explica que junto con sus colegas de la cancillería, han puesto a disposición de la población migrante la liga de los sistemas de radios culturales indígenas, particularmente Ecos Indígenas, “en donde enviamos información en lenguas indígenas, y en especial las que más se hablan en Estados Unidos […], así como con estaciones de radios culturales indígenas que tenemos en México, de Tlaxiaco, Oaxaca, o de San Quintín, Baja California, que tienen una gran audiencia de migrantes en Estados Unidos, se comunican para saber cómo están y dar información. Ese ha sido un mecanismo para comunicarse y conocer un poco desde allá qué es lo que está pasando aquí, cómo están sus regiones, cómo están sus comunidades”.

Añade que la administración pública ha proporcionado apoyos ante fallecimientos por coronavirus, que se han otorgado en distintos montos debido a que los precios son diferentes en Estados Unidos; “con una de las personas que tuvimos la posibilidad de atender para su traslado, los apoyaron con 1 mil 800 dólares y, creo, eran como tres mil dólares lo que la funeraria estaba cobrando, es un poco más de la mitad. Ellos aportan la otra parte y se hace el traslado, hacia la Ciudad de México o a un punto lo más cercano. Nosotros apoyamos a través de nuestros centros coordinadores para el traslado hacia la comunidad. Otras veces, los familiares acuden a través de los gobiernos de los estados y estos, a través de sus instancias de pueblos indígenas les brindan el apoyo”.

Ante la insistencia para la repatriación de restos de los indígenas migrantes fallecidos por coronavirus, expone que desde la dirección general de Protección a Mexicanos en el Exterior hacían los llamados a la red consular; ésta, al consulado de Nueva York que “estuvo haciendo muchas gestiones y es hasta hace poco ya autorizaron, con una serie de medidas y restricciones sanitarias, algunos traslados, pero ha sido muy difícil; en cambio, si hacen la cremación y luego el traslado, con eso no ha habido mayores restricciones”.

“Nos han informado que ha sido complicado con las autoridades en Estados Unidos, particularmente en Nueva York, que es donde ha estado la mayor cantidad de casos que no nos permitieron más que la cremación o que fueran a las fosas comunes que estaban estableciendo”, comenta.

Vulnerabilidad constante

Cuando la pandemia llegó a Nueva York, platica Saúl Quizet Rivera, la gente lo tomó con cierta “incredulidad”, en las noticias hablaban de lo que había pasado en China, de cómo la ciudad de Wuhan se habían puesto en cuarentena, pero de un día a otro se empezó a oír que en Nueva York estaba ocurriendo lo mismo. Al 26 de mayo en curso, las estadísticas mundiales indican que el estado registra 372 mil 494 enfermos por Covid-19 y 29 mil 310 muertes por este mal que ha provocado una crisis sanitaria y económica mundial, con 5 millones 638 mil 33 casos.

El impacto fue mayor porque “muchos paisanos, sobre todo los que vienen de los pueblos indígenas, “estamos viviendo al día. Nuestro sueño es regresar a nuestras comunidades y, entonces, lo que vamos produciendo se manda para México, con la familia”, platica el hombre que tuvo que cerrar por un mes el negocio de flores que había forjado durante los últimos años.

El pánico comenzó, las compras de emergencia y las calles vacías, dejó a los empleados que subsisten con el pago mínimo sin trabajo. “Se vino todo para abajo”, añade, quien junto con su comunidad migrante tuvo que echar mano de las artesanías que enviaba su madre para fabricar cubrebocas, donarlos y luego sobrevivir de las ventas de estos por cinco dólares cada pieza. Las redes sociales fueron un aliado porque a través de su página Ti Toro Miko promueve la venta de las mascarillas y se solidarizan con quienes, como ellos, se han quedado sin nada.

Mary José Prudente también ha padecido las afectaciones del virus SARS-CoV-2. Habitante en Nueva York desde hace 21 años, dice que esta es la peor situación a la que se ha enfrentado desde que llegó, ya que los migrantes indocumentados no tienen acceso a la seguridad social, a menos que sea en casos de emergencia.

Lamenta que las autoridades consulares no hayan prestado el apoyo en tiempo: “¿quiénes están apoyando?, porque hasta la fecha, de las autoridades mexicanas nada. El consulado apareció hace como 15 días, estuvo cerrado. No sabemos cuáles son los servicios que da. Estamos en el desamparo. Esto pasa todo el tiempo, ellos no están cuando se les necesita”, expresa.

A esta situación se suma la debacle económica que ya comienza a hacer mella entre los habitantes de esta gran urbe; entre ellos, sus paisanos, los indígenas migrantes que como ella salieron en búsqueda de la subsistencia porque su tierra no se los garantizaba.

Originaria de la Montaña Alta de Guerrero, Mary José comenzó a sentir los síntomas del Covid-19 el 25 de marzo pasado. Pudo acudir a una clínica en dos ocasiones, gracias al apoyo brindado por un exempleador judío, quien le proporcionó el pago para que se atendiera en una clínica particular.

De lo contrario, no hubiera habido posibilidad de recibir atención médica. Los migrantes indocumentados no tienen acceso ni siquiera a pagar un seguro médico, porque les requieren documentos y permisos para estar en aquel país. Una consulta, en un médico privado, llega a costar 200 dólares (más de 4 mil 700 pesos), y que difícilmente pueden costear, relata.

“Viene lo peor”, advierte, la mujer indígena quien ha resentido el incremento de los precios en los alimentos, el cobro de la renta, el desempleo. La precariedad con la que comienzan a vivir sus connacionales la agobia. Ella, junto con otros que ya tienen tiempo en Nueva York han tejido redes de apoyo para, nuevamente, resistir ante lo adverso, pero no es suficiente.

Respecto de cuántos indígenas migrantes han contraído la Covid-19 o fallecido por esta misma, Saúl Vicente expone que “no hay distinción, se toman en términos generales de los connacionales que están ahí y porque muchos de los datos que ofrecen los familiares allá son datos reservados; entonces, nosotros no tenemos acceso a los datos porque hay ciertos protocolos que se llevan a cabo en términos sanitarios y no sabemos. Sabemos de algunos casos de indígenas porque los familiares en México acuden a nosotros y nos indican de qué comunidad son”.

“No queremos contabilizar eso como un dato efectivo porque sabemos que hay muchos hermanos indígenas que se han contagiado y que se han recuperado pero que no dieron mayor información; otros que sí acudieron a los consulados pero esa información ya no la tenemos desagregada. Tenemos los datos que nos proporciona la cancillería en términos generales de la población que es afectada o que son fallecidos.

“Nuestros colegas en la dirección general de Protección a Mexicanos en el Exterior señalan que ha sido complicado con las autoridades en Estados Unidos porque, incluso, en Nueva York, desde el inicio de la pandemia no habían permitido el traslado de restos que hubieran fallecido por Covid-19 hacia México”, dice el director de Asuntos Internacionales del Instituto.

Los Ángeles, la incertidumbre

Luis López Reséndiz es integrante del Frente Indígena, Organizaciones Binacionales y también de Comunidades Indígenas en Liderazgo, dos organizaciones que se han dedicado al apoyo de las comunidades indígenas que se han conformado en los distintos estados de Estados Unidos.

Radicado en Los Ángeles, California, el indígena ñuú saví explica que las organizaciones comenzaron a recibir llamadas de auxilio, desde el inicio de la pandemia [el primer caso registrado en aquel país ocurrió el 21 de enero pasado], principalmente de Nueva York. Les solicitaban el apoyo para localizar a algún intérprete de lengua indígena.

Director del programa de intérprete indígena de CIELO, López Reséndiz expone que les han llegado historias de paisanos que han muerto, ya sean migrantes mexicanos o migrantes indígenas mexicanos, y que han tratado de repatriarlos, pero “Relaciones Exteriores no les está dando permiso de regresar sus cuerpos a sus pueblos o a sus comunidades, por el riesgo a que se expanda el contagio; entonces, hay preocupación, mucha tristeza y desesperación”.

“En Nueva York, la mayor parte de los muertos mexicanos son originarios de Puebla, hay muchos indígenas mixtecos y nahuas. Los mexicanos que tienen los documentos legales, pueden pagar para que se les regresen las cenizas, pero los indocumentados no tienen los recursos para eso”, dice.

Precisa que en Los Ángeles hay indígenas migrantes de las 16 diferentes lenguas que se hablan en Oaxaca y, ante los informes presentados por el secretario de Relaciones Exteriores, en los que expone el apoyo consular a connacionales, Luis comenta que quizá esta se esté llevando en estados como Nueva York,” pero en Los Ángeles, en el caso de la comunidad con la que trabajamos no se ha visto algún apoyo por parte de la embajada.

“Hemos cuestionado lo que es Relaciones Exteriores porque hemos visto los reportes que se presentan en México, donde se dice que se está ayudando a los migrantes indígenas, a través de Marcelo Ebrard y el INPI; sin embargo, nosotros no hemos visto ningún apoyo a estas comunidades.

“Tenemos una organización que se expande por todo California y en todo el estado es la misma queja: no hay apoyo por parte del consulado mexicano hacia las comunidades indígenas. Esto, también, provoca que los pueblos indígenas no se acerquen a pedir apoyo consular porque ya hay un historial del maltrato”, expone el joven originario de la comunidad San Jerónimo Progreso, Silacayoapam, Oaxaca.

En Nueva York, debido al trabajo realizado a través de CIELO se ha creado una red de intérpretes indígenas “que nos ha ayudado mucho en esta pandemia porque hay una demanda muy grande. La gente que llega a los hospitales, no habla ni inglés ni español. El caso más conocido entre nosotros es el de dos hermanos mixtecos que murieron, y su único sueño era regresar a su comunidad cerca de Tlaxiaco, Oaxaca. Los dos eran hablantes del mixteco. Los más jóvenes tenían que ser portavoces de la familia para que se les ayudarán a ver si hay una forma de regresar sus cuerpos”, conversa en entrevista.

Migración y salud / Migration and health, editado en 2019 por la Secretaría de Gobernación a través de la Secretaría General del Consejo Nacional de Población (Conapo), indica que “dada la concentración de inmigrantes mexicanos en ocupaciones con bajos salarios que generalmente se asocian con mayores riesgos de salud, el estado de salud actual y futuro de los inmigrantes mexicanos y sus hijos son una preocupación seria en términos de política pública”.

En el capítulo Integración de migrantes y estado de salud de migrantes entre México y Estados Unidos, expone: “En comparación con los migrantes temporales, los migrantes que están acompañados por su cónyuge e hijos, y que poseen una casa en Estados Unidos, están bajo mayor presión financiera. El estrés asociado con las obligaciones financieras del mantenimiento de la familia y la propiedad de la vivienda afecta la salud de los jefes de hogar”.

Migración ininterrumpida

El defensor de derechos humanos Abel Barrera comenta que uno de los fenómenos provocados por el coronavirus es el retorno de los migrantes de Estados Unidos, que han vuelto a las comunidades en busca de refugio, pese al cierre de fronteras. Sin embargo, viene una preocupación más, porque la gente comienza a movilizarse al interior del país en busca del sustento. Van hacia los campos de cultivo en Baja California o Sinaloa, dos de las entidades con más casos confirmados de Covid-19 en México.

Alerta que, pese a la Emergencia Sanitaria que se mantiene en el país, en la región salen de los municipios de Metlatónoc, Cochoapa, Acatepec, los más marginados de México. Viajan niños con sus padres, se trata de una migración familiar. “Quiere decir que esta migración, a parte de colocarlos en una línea limítrofe de la seguridad de su vida, de no ser contagiados, también dejan la casa, la escuela, son de las familias que no todos están registrados en los programas sociales”, dice.

Añade que en las camionetas de redilas en las que son trasladados a los campos agrícolas, van mujeres embarazadas, niños que al llegar tienen que permanecer entre los surcos, esperando a que los padres terminen su jornada, porque no hay albergues donde los puedan atender.

Entonces, el defensor de derechos humanos y antropólogo explica que esto hace que la familia se desintegre en términos de poder tener un desarrollo armónico: que los hijos vayan a la escuela, que las mamás puedan tener atención médica, que haya suficientes alimentos para que estén desnutridos, que realmente tengan acceso a los servicios de salud. “Estamos hablando de una población que es atendida en términos de un programa especial, porque el criterio es hacer programas sociales a nivel nacional”.

“En ese sentido, la franja de población jornalera que oscila entre los 3 millones de personas, se está dejando de lado. Estamos hablando de población indígena, personas que no tienen tierra y los techos de sus casas son de cartón. Esta radiografía y geografía de la pobreza tiene que tratarse desde otro ángulo para poder revertir los rezagos y para que en esta pandemia, mínimamente, se puedan evitar más muertes, de las que de por sí suceden: en un parto o de niños por accidente”, enfatiza director del Centro de Derechos Humanos de La Montaña, Tlachinollan.

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