Por Adriana Esquivel (texto y fotos) /Ra´íchali
—Chihuahua.– Cuando Catalina era niña, sus abuelos le explicaron que las fajas tejidas que sostienen su falda debían ir un poquito abajo de la cintura, justo en el ombligo, como una protección para no sentir hambre.
En comunidades rarámuri como Cusárare, de donde ella es originaria, ese conocimiento que viaja de generación en generación va más allá de una anécdota que la hace sentirse orgullosa de su cultura: evoca a la lucha que su pueblo indígena enfrenta tanto en la Sierra Tarahumara, como en las ciudades a las que migran para sobrevivir.
“Yo quiero dejar una historia para ellas, mis hijas, para que sigan ellas, es muy bonita nuestra cultura, todo lo que tenemos de allá y me siento muy orgullosa porque sigo adelante, porque seguimos haciendo nuestras artesanías”.
Pero el significado de su faja no se queda ahí. Los dibujos de cada textil representan lo que los rarámuri hacen, ven y creen. Cuando hay triángulos, explica Catalina, hablan de las montañas y las líneas rectas de los caminos que van construyendo.
Hacerlos les puede tomar hasta una semana, “por eso son caros”. Según el ancho y los detalles que lleve la faja, su precio puede llegar hasta los 600 pesos, valor que pocas personas entienden y que generalmente intentan minimizar con regateos.
“Siempre nos quieren comprar barato ¡Nombre, sí supieran cuánto nos cuesta! Nosotras ya aprendimos a decir que no. Es mucho trabajo y la gente piensa que es fácil. Si ellos se pusieran a hacerlo verían lo que es nuestro trabajo”
Catalina Batista Parra es unas de las 18 mujeres rarámuri que participó en el taller de elaboración de telares y textiles, del cual surgió la exhibición “Íwipó sinibí rawé” (Tejer los Días), inaugurada la noche de este jueves en la plaza cultural Los Laureles.
La muestra tiene como objetivo propiciar que el arte del telar de madera continúe como una actividad práctica y, al mismo tiempo, dotada de antiguos y profundos significados. Durante la inauguración se expuso que el lenguaje de los textiles es un antecedente a la escritura.
Además, se destacó que las acciones elementales del tejido son metáforas de la relación del hombre con la naturaleza y de su capacidad para transformar los elementos en productos que sostengan la vida y la conviertan en algo placentero y dotado de sentido.
Para Catalina, lo más importante de este tipo de talleres es el mensaje para los jóvenes rarámuri que viven en la ciudad, pues, han visto con tristeza como las niñas, niños y adolescentes han perdido el interés en conocer su cultura y temen que con los años se pierda.
“Tenemos que seguir haciéndolo, los jóvenes van creciendo pierden su cultura, ya no quieren hacer nada… Están olvidando todo lo de su cultura, pero yo me siento contenta de que tengamos las artesanías, es muy bonito hacer esto, yo quiero dejar una historia a mis nietas, a mis hijas, para cuando estén creciendo sepan lo que hacemos”.