Por Ernesto Camou Healy
—Por cualquier lado que se la vea, el ataque a la familia LeBarón en los límites de Sonora con Chihuahua es totalmente lamentable. Es un episodio de crueldad superlativa en el cual los sicarios sobrepasaron las cotas de sevicia anteriores al asesinar despiadadamente a mujeres y niños en lo que, para ellos, debió haber sido un trabajo fácil.
Cualquier incidente criminal es totalmente reprobable, y lo sucedido en Bavispe es producto de tanta barbarie que difícilmente lograremos olvidar; pero tampoco podemos suponer que es un hecho aislado, sólo esta semana se reportaron en un paraje de Jalisco, siete asesinados, una cifra casi similar a la que pereció en la emboscada que nos alarma. Y desgraciadamente es una matanza más, de una ristra de barbaridades que inició hace décadas; recordemos que la vista gorda con el narcotráfico viene, dicen algunos, desde tiempos de Carlos Salinas, por lo que el intento oportunista de culpar a la Cuatro T, carece de sustento.
Ahora bien, quien en este momento es el responsable de la seguridad y bienestar de los mexicanos es Andrés Manuel López Obrador. Sin duda, para eso lo elegimos y habrá que pedirle información y también resultados. Pero sería ingenuo, y de bastante mala voluntad, actuar como si antes de su gobierno todo hubiera sido miel sobre hojuelas: estamos viviendo una historia que tuvo un punto de inflexión en el gobierno de Calderón y su guerra desatinada contra el narco. Se desató entonces en todo México una verdadera conflagración que ha permanecido por mucho más de una década, y lo de Bavispe es una instancia más de esa tragedia.
Es imposible pacificar el país en unos meses, después de muchos años de enfrentamientos; quienes exigen al actual gobierno resultados inmediatos, o son simples y candorosos al extremo, o bien hay malicia en su interpelación. Debemos exigir que el gobierno cumpla, pero con la conciencia de que será imposible desterrar la violencia en un plazo perentorio: no es algo que se pueda obtener en un año, y tampoco en seis… Lo realista es lograr que se pongan las condiciones para detener la violencia y que vaya descendiendo paulatinamente en los siguientes 20 años, al menos.
Ya sabemos que la guerra como única estrategia no funciona, y por ello el objetivo del actual gobierno es ir cambiando para bien las condiciones en el campo. Si desde hace cinco administraciones se desatendió a las comunidades rurales, incluso se las hostilizó, no es casual que hayan emigrado millones de mexicanos hacia el otro lado, y tampoco resulta extraño que muchos, al no encontrar manera sana de ganarse la vida en sus comunidades, hayan optado por unirse al narcotráfico, que es el único empleador en muchas regiones de nuestro campo.
Programas como Sembrando Vida pretenden revitalizar el desarrollo de la pequeña agricultura, robustecer las culturas autóctonas, y generar empleo en las micro regiones para reanimar la sociedad civil e ir restando poder a la delincuencia. Lo mismo puede decirse de los proyectos para revitalizar barrios citadinos, conceder ayuda económica a los adultos mayores y para que los salarios sean más remunerativos: así se fortalecerá el mercado interno y se empezará a reconstruir el tejido social.
Esa paz no es algo que pueda lograrse en un plazo corto, ni siquiera mediano. Los gobiernos del PRI y PAN no pudieron contener ls expansión del tráfico de estupefacientes y lo dejaron crecer por más de 30 años. En esta tesitura, lo que AMLO debe lograr es iniciar en firme un camino complicado y de subida; vamos con él, no hay más remedio, y no es sencillo.
La sola vía de las armas ya se mostró inválida: el gobierno tiene la misión de contener la violencia, protegernos, y poner las bases para controlar y disminuir esa barbarie. Lo elegimos para enfrentar una crisis mayúscula: debemos apoyarlo, y estar pendientes de que vaya cumpliendo…