Defender la Vida

Por Ernesto Camou

—Greta Thunberg tiene 16 años, es sueca, estudiante secundariana y activista en favor del medio ambiente. Hace un año se salió de su escuela, se sentó junto al Parlamento sueco y colocó un letrero en el que urgía a los legisladores a actuar frente a la crisis global del cambio climático. Hay una foto de ella, sola, con su letrero, sentada en las escaleras del edificio legislativo.

Ella decidió hacerse la pinta por el planeta todos los viernes, y pronto la empezaron a acompañar algunos de sus condiscípulos y estudiantes de otras escuelas de Estocolmo. Así instituyó los “viernes por el planeta”. Su iniciativa rebasó las fronteras y en todo Europa estudiantes adolescentes comenzaron a plantarse para exigir de sus mayores acciones concretas para remediar el cambio climático.

Hace una semana millones de muchachos y muchachas, acompañados por adultos solidarios, marcharon en muchas ciudades del mundo, y también en Hermosillo, para levantar conciencia sobre la urgente necesidad de frenar el calentamiento global, y de encontrar formas y energías más sustentables y respetuosas de nuestro planeta. Greta y los millones de jóvenes que elevaron su voz nos están reclamando la desquiciante lentitud con que se ha intentado remediar un problema que cada año se acelera más; y la terquedad irracional de gente como el Trump, que se niega a apoyar los acuerdos contra el cambio climático. Son una esperanza, también, para todos nosotros y quienes ocuparán nuestro mundo en el futuro inmediato. Están defendiendo la vida…

Con su activismo vital nos reclaman que tomemos posición, junto con ellos, a favor de la vida. Hay innumerables maneras de hacerlo, unas complejas y de gran nivel, otras sencillas y personales, que no individuales, pues actuar con conciencia ambiental supone respeto y amor por todos y por todo, lo que niega el individualismo y la intolerancia hacia las diferencias.

A nuestro nivel cada uno puede defender la vida, con decisiones sencillas, pero eficaces, además de simbólicas. Cada vez veo más en las tiendas de comestibles que los clientes traen sus propias bolsitas, para eludir las de plástico contaminantes, o llevarse sus calabacitas, chiles o tomates a granel, a que los pesen “sueltos” para no cargar ni al hogar, la comunidad y tampoco al planeta, con plásticos perniciosos de un solo uso.

Habrá que volver al cucurucho de papel en el que nos entregaban, hace décadas, el azúcar, el pan, piloncillo o los dulces. Y conviene tener recipientes de vidrio para recoger comida que se compra ya preparada, y no utilizar cubiertos o vasos de plástico, que son sanos los de metal que duran años y se limpian con facilidad, además de que es más digno, y sabroso, tomar un agua fresca, cerveza o vino, en vaso de cristal.

Se puede usar bicicleta para trasladarse cotidianamente, aquí no tanto en el verano pues llegaría uno a la oficina empapado en sudor, pero entre septiembre y mayo no hay problema y sería saludable. Ya el Ayuntamiento está tomando medidas para proteger a los ciclistas; los automovilistas debemos respetarlos y protegerlos… y agradecer que con su pedalear nos ayudan evitando gases de invernadero.

Debemos estimular el uso compartido de los autos. Es absurdo llegar a centros de educación o trabajo y encontrar estacionamientos repletos de vehículos que transportaron a una sola persona. Se deben dar facilidades para que se turnen en el uso del carro y arriben varios pasajeros juntos al trabajo o la escuela, lo que contribuiría a reducir la contaminación y se ahorrarían gasolina y plancha de cemento.

Hay muchas maneras de salvaguardar la vida. Seamos creativos y lúdicos. Lo mejor es disfrutarla con todo el medio que nos arropa; hacerlo en armonía y evitando las intolerancias, las rigideces, los intentos de imponer estilos de vida siempre relativos; cuidar que nos respeten y respetar y, sobre todo, no dejarse imponer antagonismos o enemistades por tener perspectivas diferentes: Así nos alegramos y preservamos la vida.

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