Por La Jornada
Cuando el general Emiliano Zapata se puso al frente de los indígenas morelenses levantados en armas para acabar con la dictadura de Porfirio Díaz, primero, y para denunciar la traición hacia las clases populares del gobierno de Francisco I. Madero, después, fue siempre explícito el reclamo nodal e irrenunciable de los habitantes originarios –diluidos bajo la genérica denominación de campesinos para negar la especificidad y la legitimidad histórica a su lucha– la restitución de las tierras que les fueron arrebatadas sucesivamente por conquistadores, encomenderos, hacendados y (aunque entonces todavía no recibían ese nombre) agroindustrias.
El Día Internacional de los Pueblos Indígenas, conmemorado el día 9 de agosto a instancias de la Organización de las Naciones Unidas, es ocasión propicia para recordar que en México, como en casi todo el mundo, existe un retraso, cuando no incluso un retroceso, en el cumplimiento del elemental deber de restituir a las 5 mil etnias culturalmente diferenciadas (otra manera de designar a los pueblos originarios) los territorios de los que se les despojó durante el centenario proceso de conquista, colonización e imposición de dinámicas mercantiles ajenas a su idiosincrasia y a sus formas de organización política y económica.
En el caso de nuestro país ese despojo –que nunca fue subsanado a cabalidad por el proceso de reforma agraria y reparto de tierras– impulsado (con mayor o menor énfasis) por los gobernantes surgidos de la Revolución mexicana, debe contarse entre los factores principales para explicar el estado de marginación en que se encuentran los descendientes de quienes poblaron el territorio nacional antes de la llegada de los españoles hace 500 años.
En efecto, 71.9 por ciento de los 25 millones de mexicanos que se identifican como integrantes de alguno de los 68 pueblos indígenas, se encuentra actualmente en situación de pobreza, y según cálculos conservadores 3 millones de ellos no pueden acceder siquiera a la canasta básica alimentaria. Esta exclusión es a la vez causa y consecuencia de otra forma de pobreza, la educativa, rubro en el que los indígenas padecen un rezago de 3.7 años de escolaridad frente a la población no indígena, así como unos índices de analfabetismo casi cinco veces mayores a los del resto de los mexicanos.
Ante este panorama, cabe llamar al Estado y a la sociedad mexicana a emprender un esfuerzo real y sostenido de reparación de las injusticias acumuladas en contra de las comunidades indígenas, para lo cual se cuenta ya con un marco legal sustentado en tratados internacionales, pero susceptible de robustecerse en la legislación federal. Un primer avance en esa dirección pasa por frenar o replantear en términos armónicos con los derechos indígenas, todos aquellos proyectos extractivos, turísticos o de infraestructura que afecten sus territorios, de manera que no se sumen nuevos agravios a los históricamente perpetrados.
Con cada lengua que desaparece se pierde un saber tradicional: ONU
Con cada lengua que desaparece el mundo pierde un acervo de saber tradicional, advirtió el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres.
Con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, recordó en un mensaje que actualmente hay 370 millones de personas indígenas en el mundo y gran parte de ellas todavía carecen de derechos básicos y la discriminación y la exclusión sistemáticas siguen amenazando su modo de vida, su cultura e identidad.
El funcionario internacional expuso que las lenguas son el vehículo que utilizamos para comunicarnos y están íntimamente ligadas a nuestra cultura, nuestra historia e identidad
Reportó que casi la mitad de las 6 mil 700 lenguas que se calcula que hay en el mundo, en su mayoría indígenas, están en peligro de desaparecer.
Este año, el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, celebrado cada 9 de agosto, se dedicó a los idiomas originarios por ser 2019 el Año Internacional de las Lenguas Indígenas.
Cooperación, el camino
Por su parte, la Conferencia del Episcopado Mexicano, a través de la Comisión Episcopal de la Pastoral Social, expuso que contrarrestar la amenaza de la desaparición de lenguas indígenas requerirá los esfuerzos de cooperación de las comunidades de hablantes, especialistas en lenguas, organizaciones no gubernamentales y poderes públicos.
En un comunicado, la organización religiosa expuso que sensibilizar sobre la pérdida de lenguas y la diversidad lingüística sólo será eficaz si se consigue dotar de funciones contemporáneas positivas a las lenguas minoritarias desde el punto de vista de las necesidades de la vida moderna, dentro de la comunidad y también en los contextos nacional e internacional.
Al anunciar el 14 Encuentro Nacional de Pastoral de Pueblos Originarios, del 9 al 13 de septiembre, los representantes de la Iglesia católica detallaron que entre esos papeles positivos están el uso de estas lenguas en la vida cotidiana, en el comercio, la educación, las letras, las artes y los medios de comunicación. (Con información de Ana Langner).