Por Guadalupe Ángeles
Respondería a su pregunta si se atreviera a formularla: veamos. Si usted tuviera que inventarme, ¿cuál sería mi respuesta? Se da cuenta, lo sé, que le doy una brocha tosca, un bote de pintura, así como el pretexto y la pared donde podría plasmar sus consignas. Pero, ambos lo sabemos, ya las consignas son imposibles en el tiempo que vivimos (o desvivimos) nuestro discurrir por la Tierra. Aquí puede usted darme el cuerpo que prefiera, no me disgustaría ser un hombre anciano de cabello escaso que presume de su invisibilidad al permear historias sobre papeles o en pantallas (vaya que sería un viejo con alma de jovencito). Y si decidiera hacerme un Dios a la manera antigua, yo encantada, por supuesto. No me interesaría perder mi cuerpo humano y quizá ser una especie de emanación venida del centro de la tierra, ¿cómo hablaría yo si fuera lava? Me haría muy feliz que pudiera dar usted con el tono adecuado a ese cuerpo verdaderamente fluido que además es capaz de quemar, destruir. Las preguntas, ya sé, a estas alturas de nuestra conversación (yo espero que usted de algún modo haga pausas en la lectura para darme respuestas a mí, o al menos para reír por lo bajo, o carcajearse de lo que mis palabras le evoquen), como le digo, las preguntas dejan de tener sentido, porque, no lo niego, tengo la ilusión de que al leerme sienta usted como si percibiera un perfume, o, corro el riesgo, de ser solo una especie de música en la que usted se distrae pensando en su infancia, en los millones de cosas que ha dejado de hacer mientras mira mis palabras. Alguna vez alguien me sugirió escribir un libro con todo lo que me pasaba por la mente cuando no entendía lo leído. Cómo he soñado en tocar sus brazos mientras me lee, acaso eso me llevaría, si fuera coherente, a escribir novelas de terror, para ser al menos la pesadilla que hace su frente perlarse de sudor al salir de ella de madrugada. Vamos, ya va usted entendiendo que busco una vitalidad en nuestro intercambio imposible. Somos un lago ambos, o un río, y si creemos en el más allá, ya seremos gotas del mismo mar. Por ahora, le agradezco su mirada sobre estas letras que, lo afirmo, desean dar respuesta a sus preguntas no formuladas o simplemente he puesto en palabras lo que una mirada dice al verse en el espejo.