Por Víctor M. Quintana S.
Para muchas y muchos lectores el Cerro del Caballo puede sonarles a algo tan extraño como el Llano de los Gigantes o la Llanura de los Caballos Mesteños. Los dos últimos están en el oriente de Chihuahua y el primero, que es el tema de este artículo, limita parte de la mancha urbana de la capital del estado.
El Cerro o la Mesa del Caballo es en realidad una larga meseta al poniente de la ciudad de Chihuahua, en cuyas faldas han proliferado nuevos fraccionamientos, urbanizaciones y escuelas particulares. Y ese es precisamente el problema: poco a poco ese paraje ha sido rebanado, tasajeado, pavimentado, cubierto de viviendas y de concreto, evitando así la infiltración del agua de lluvia y propiciando que las aguas que bajan de los arroyos lo hagan con mayor fuerza, propiciando inundaciones.
Pero la lógica del lucro está por encima de la lógica de la naturaleza y su cuidado. La ofensiva inmobiliaria contra el entorno natural de la ciudad de Chihuahua ha sido incontenible cuando menos los últimos treinta años. Aunque la expansión se ha dado hacia los cuatro puntos cardinales destaca la explosión de nuevos “desarrollos” de viviendas de clase media y clase alta al poniente del Periférico de la Juventud. Y ¿cuál es el problema?
La organización ciudadana “Salvemos los Cerros de Chihuahua” lo ha venido manifestando desde hace años: se están llenando de asfalto y de construcciones las elevaciones orográficas que son la maravillosa fábrica de agua para la ciudad capital. Además, son el hábitat de admirables ecosistemas del desierto chihuahuense: de una riquísima biodiversidad, endémica de estas latitudes que sirven además de captadores de agua, de moderadores de la temperatura, de captadores de bióxido de carbono. Más todavía: las montañas y colinas que bordean nuestra ciudad están llenas de significados para los varios pueblos originarios que han pasado por aquí: los conchos, los rarámuri, los Ndée (apaches) que han dejado vestigios en todos estos rasposos y aparentemente desnudos paisajes. El rescate y la valorización de esta memoria cultural se lo debemos a “Salvemos los Cerros de Chihuahua”. Incluso, esta puesta en valor del entorno natural de la capital del estado ha animado a formar varios colectivos de senderistas que cada fin de semana se lanzan a recorrer, a contemplar y a rescatar los valores de nuestros cerros y cañadas.
Por todo esto es muy significativo el triunfo que se acaba de anotar la organización “Salvemos los Cerros de Chihuahua”. En una consulta pública que promovió sobre la protección del Cerro del Caballo, más del 99% de las personas que participaron estuvieron a favor de convertir esta zona en un área natural protegida.
El avance es tanto más importante cuanto fue una consulta que se hizo por internet, no fue publicitada por los gobiernos ni municipal ni estatal y que para alguna gente presentó alguna dificultad de acceso. Sin embargo, más de dos mil personas emitieron su voto y su opinión con el avasallador porcentaje en favor de que el Cerro del Caballo sea declarado área natural protegida.
Lo que ahora procede es que las autoridades obedezcan la voluntad popular expresada en esta consulta y en otras movilizaciones y manifestaciones de la ciudadanía capitalina y suspendan de inmediato la construcción de fraccionamientos que están dañando al cerro sin considerar su valor en términos ambientales, paisajísticos, turísticos, deportivos y sociales. Además, deben dar los pasos para que a la brevedad se declare La Mesa del Caballo como área natural protegida.
Indudablemente, por pequeño que parezca, este es un importante logro en el cuidado del medio ambiente y nuestro patrimonio biológico y cultural. Al mismo tiempo es una muestra irrefutable que sí es posible implementar mecanismos que lleven a que nuestra democracia sea cada vez más participativa, abierta a las propuestas y las opiniones de la ciudadanía.
Ojalá este importante logro de Salvemos los Cerros de Chihuahua y de la ciudadanía que participó en la consulta anime a grupos y movimientos similares en todo el estado para ir avanzando en el cuidado de nuestra madre naturaleza y en la construcción de una democracia participativa al menos a nivel local. No es poco, de ninguna manera.
Por contradictorio que parezca, aquí los términos de “civilización o barbarie” adoptan formas inesperadas. Los proyectos inmobiliarios no “civilizan” la naturaleza, al contrario; la destruyen bárbaramente para beneficio de unos cuantos. En cambio, los proyectos ciudadanos como el de “Salvemos los Cerros”, que buscan preservar la naturaleza, la rescatan para todas y para todos. Eso es civilidad.