Bellinghausen: De migración y exilio

Por Hermann Bellinghausen
A diferencia de casi cualquier otro país latinoamericano, México no tiene una historia importante de exiliados políticos, ideológicos o religiosos. Hay casos notables, un puñado, pero ni de calle nos hemos desangrado por golpes de Estado, revoluciones o campañas represivas, y no porque tales conmociones no hayan ocurrido, sino porque los expatriados por tal motivo constituyen significativas excepciones individuales, asociadas con el poder mismo, algunas por disidencias desde abajo, y en tiempos recientes a causa de la violencia criminal. Somos a la vez la nación que más migrantes con papeles e indocumentados prodiga en el continente y el planeta.

Las migraciones masivas del siglo XXI representan desplazamientos geográficos de la mano de obra barata indispensable para el buen funcionamiento del capitalismo poscolonial del Occidente blanco. Multitudes que no encuentran medios para sobrevivir en la escasez y la pobreza atraviesan una o más fronteras en busca de dinero y techo. A ello se añade la migración que provocan las guerras y las grandes desgracias, a la alza hoy en Medio Oriente y África.

En tal escenario destaca una paradoja: los dos grandes ex virreinatos del colonialismo europeo, India y México, populosas, multiculturales y bullangueras naciones, son también las máximas exportadoras de población. Se calcula en 12 millones el número de mexicanos en el extranjero, de los cuales 97 por ciento residen en Estados Unidos; los destinos predilectos son California, Texas y Arizona (La Jornada, 30/5/24). Datos cruciales. Los mexicanos nos volvimos paseadores (en torneos mundiales y grandes catástrofes siempre hay mexicanos por ahí), pero al migrar nos da por hacerlo aquí nomás. El grueso de connacionales fuera de su patria se concentra en los estados fronterizos del sur estadunidense. Queda de lado por ahora que el mayor expulsor de población en las Américas es también el mayor receptor de migrantes en tránsito, a la manera de Grecia e Italia.

Se atribuye a Guillermo Prieto, uno de nuestros exiliados ilustres, que al ser interrogado sobre su lugar favorito de México respondió que Veracruz porque por ahí se sale. Bueno, la historia no lo confirma: casi nadie sale por Veracruz, y sólo para recalar no más lejos que las costas de Texas y Luisiana.

Nada de cruzar océanos o atravesar continentes. Del 3 por ciento restante de mexicanos emigrados, casi la mitad están en Canadá (85 mil) y algunas decenas de miles (no relacionados con la mano de obra barata) radican en la Europa mediterránea. En el fondo, no nos gusta ir tan lejos que ya no podamos regresar. De hecho, hemos alcanzado una suerte de equilibrio (migración neta cero) donde se van a Estados Unidos tantos como los que retornan. Por ello las remesas se mantienen estables. Los paisanos caminan lo necesario, no más.

En cambio, no hemos producido muchos exilios significativos ni definitivos, sólo a título individual por diferencias directas con el caudillo o reyertas con el rey sexenal. Los más memorables exilios (añadamos políticos) rara vez fueron más allá del otro lado: Guillermo Prieto, Martín Luis Guzmán, los hermanos Flores Magón, y de los caudillos expulsados, sólo Porfirio Díaz y su corte atravesaron el Atlántico; el propio Plutarco Elías Calles, cuando le cancelaron el maximato, no llegó más allá de San Diego para no alejarse de Tijuana, atento a sus negocios, y con la esperanza de volver.

Cronista que firmaba como Fidel, el también poeta y político Guillermo Prieto, figura muy querida de nuestro pasado, fue un verdadero experto en aquello de exiliarse fuera y dentro del territorio, cuando podía resultar más determinante el exilio interior que el transfronterizo. Durante una de sus peores experiencias, arrinconado en Cadereyta, se dio tiempo de redactar y organizar Viajes de orden suprema, relación de exilios y recorridos. Dicha localidad neoleonesa, según Vicente Quirarte, era entonces el desierto en el desierto. A mitad de la Nada, pero en México.

Quirarte plantea: ¿Cómo se conforma la poética de esa particular especie que a partir del siglo XIX decidió abandonar el proverbial estatismo mexicano, viajar y dejar testimonio escrito de su tránsito? Según apuntó Ignacio Manuel Altamirano, si bien nuestros ancestros fueron esencialmente nómadas, tres siglos de dominación colonial provocaron el fin de semejante condición. Los antiguos pobladores de Anáhuac dejan de ser libres para transitar por su territorio y sólo lo harán con base en las necesidades y caprichos del dominador. (La musa callejera en Manhattan, en Republicanos en otro imperio: Viajeros mexicanos a Nueva York, 1830-1895, Universidad Nacional Autónoma de México, 2009).

Así como la migración masiva, en materia de exilios México experimenta grandes paradojas, y siendo escasos nuestros expatriados, todo el siglo XX acogimos a millares de perseguidos por el fascismo y las dictaduras de ultraderecha: republicanos españoles, antifascistas alemanes, judíos europeos, guatemaltecos, nicaragüenses, chilenos, argentinos, uruguayos y brasileños inyectaron a México conocimiento científico e intelectual, creaciones artísticas y prácticas políticas progresistas. Nuestra historia enseña que la hospitalidad recompensa.

About Author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *