De manera natural, sobre todo a partir de la pandemia, fueron surgiendo este tipo de textos de un género nuevo, o al menos distinto, al que llamamos Relato. Se trata de una modalidad libre, un híbrido digamos, que podemos ubicar entre los géneros informativos y los de opinión, en el que, con perdón de mis queridos Vicente Leñero y Elías Chávez, se vale el “yo”.
Por Francisco Ortiz Pinchetti | Libre en el Sur
Para Elías Chávez
El reportero profesional está sujeto a normas estrictas al ejercer su oficio. Los géneros informativos tienen reglas inviolables, sobre todo en el caso de la prensa escrita y particularmente en la redacción de la nota informativa. Una de esos cánones es la prohibición de escribir en primera persona.
El yo está prohibido, decía el inolvidable escritor y periodista Vicente Leñero, frase que mi querido colega y amigo Elías Chávez retoma para dar título a su libro, que por cierto cumple en este mes de septiembre tres años de haber aparecido.
Los hechos son sagrados, sostenía Vicente Leñero al advertir que la noticia debe mostrarse sin alteración y sin que el reportero incluya su opinión. “Quiero información, no opiniones; necesito que el reportero me diga lo que sucede, no lo que debo pensar”, escribe Elías en la introducción de El Yo prohibido (Ed. Proceso, 2021).
Y continúa:
Además de abstenerse de opinar, el reportero no es protagónico ni escribe en primera persona. El “yo” está prohibido. Un buen reportero debe pasar desapercibido, insistía Leñero. A nadie le interesa lo que tú sientas o pienses; eso déjaselo a los “opinólogos”.
La norma en efecto es fundamental en tratándose de una noticia escueta, “la nota” decimos, pero también aplica para los otros géneros periodísticos informativos, como son la entrevista, la crónica y el reportaje.
Tras 250 ediciones mensuales a lo largo de más de 21 años, Libre en el Sur ha cumplido a cabalidad, pienso, el objetivo que nos propusimos cuando iniciamos esta aventura periodística en mayo de 2003: ejercer un periodismo de cercanía, comunitario, enfocado primordialmente a la cobertura de la vida cotidiana de una comunidad, en este caso la hoy alcaldía Benito Juárez: su problemática, su patrimonio histórico y cultural, su organización vecinal, las luchas de sus habitantes en defensa de su entorno físico y ambiental.
De manera natural, sobre todo a partir de la pandemia, fueron surgiendo este tipo de textos de un género nuevo, o al menos distinto, al que llamamos relato. Se trata de una modalidad libre, un híbrido digamos, que podemos ubicar entre los géneros informativos y los de opinión, en el que, con perdón de mis queridos Leñero y Chávez, se vale el “yo”.
Me parece que el relato es cuando menos primo de la crónica, en cuanto a que se trata de contar una historia casi siempre con una secuencia cronológica. Efectivamente es informativo en cuanto que cuenta cosas desconocidas para el lector, que así se informa, pero a la vez es de opinión en la medida que el autor se basa en vivencias y apreciaciones propias y absolutamente subjetivas, libres.
También linda con la literatura, particularmente con el cuento. Con la diferencia sustancial de que ésta es generalmente una ficción mientras que nuestros relatos se refieren a hechos y vivencias reales, así sean a veces aderezados con pinceladas de color y buen humor. A menudo tienen también en común el poseer algún grado de suspenso en el camino a un desenlace quizá inesperado.
Otro aspecto interesante en el caso de Libre en el Sur es que la mayoría de nuestros colaboradores son esencialmente reporteros, que han trabajado o trabajan en medios impresos, periódicos o revistas. Y para ellos ha resultado muy gratificante, nos comentan, poder platicar sus vivencias así, en primera persona, o al menos utilizando un ardid para no pecar violando el precepto periodístico de El Yo prohibido, como lo hace mi admirado Gerardo Galarza al referirse al “escribidor” para hablar de sí mismo sin emplear la primera persona. Y vale.
Esa posibilidad que aquí encontramos a través del relato de expresar nuestras historias personales sin cortapisas de forma, es en alguna medida una liberación muy agradable… y merecida. Y también pienso que para el lector puede resultar muy atractivo –e informativo inclusive— el conocer nuestras aventuras personales, historias de familia, anécdotas reporteriles, a veces chuscas, y de repente también nuestras desventuras. Eso sí, siempre bien escritas. Esperamos que esta innovación periodística mantenga el interés de nuestros por fortuna cada vez más numerosos seguidores.