El Partido Demócrata estadounidense tiene dos problemas: Donald Trump y Joe Biden. Eso configura un dilema cuya solución parece obvia, pero están trastabillando y complicando la dinámica de selección de candidato que se resolverá a finales del próximo mes de agosto.
La situación es la siguiente: Hasta esta semana parece que se enfrentarán por la presidencia dos personajes que buscan la reelección. Uno, Biden, consecutiva a su primer mandato; otro, Trump, que ansía de nuevo el puesto que ocupó hace cuatro años. Cada uno tiene sus motivaciones. Joe Biden porque considera que lo ha hecho bien, y merece el siguiente periodo; Trump porque resulta incapaz de digerir una derrota y quiere reivindicarse a sí mismo y frente a su ego, ocupando de nuevo la Casa Blanca.
Da la impresión de que también anhela una especie de venganza contra esa mayoría que no lo seleccionó hace cuatro años.
Las personalidades de ambos son muy diferentes: Biden es un político norteamericano que ofrece una imagen afable, como de abuelito consentidor, parece tranquilo y trata de sugerir que le preocupa el bienestar de la comunidad y nación. Pero es, ante todo, un político y pertenece a un partido y grupo que tienen muchos compromisos con los poderes económicos y sociales de su país. Gobernará para todos, cuando le sea posible…
Donald Trump será nominado por los republicanos, que también tienen compromisos que lo limitarán y presionarán, pero no es un político. Es un personaje complejo de quien difícilmente puede afirmarse que parece, o que sea, una buena persona. Se ha mostrado un tipo embustero en extremo, egoísta, racista, presumido mucho más allá de sus posibilidades, que parece dispuesto a tomar en cuenta a los demás sólo si le resulta conveniente, y se muestra incapaz de aceptar sus errores, equivocaciones y marrullerías, y las niega con falsedades evidentes y farsas extremas.
El problema para los demócratas es que las encuestas favorecen a Trump, que tiene el 47% de la intención de voto del electorado, mientras que el actual presidente le va a la zaga con el 44% de la inclinación de los votantes. A eso hay que añadir la mala impresión que dejó Biden en el debate en contra de Trump: Se mostró distraído y fuera de foco, con dificultades para reaccionar y para establecer sus puntos de vista y sus planes como aspirante a la reelección.
Después del debate algunas tímidas voces sugirieron la posibilidad de que Biden renuncie a la candidatura y se elija a otro aspirante, más joven y con mejores posibilidades de vencer al republicano. Biden respondió que no iba a desistir y sólo había sido una mala noche.
Pero a lo largo de la semana esa petición se ha ido convirtiendo en un pequeño torrente de “respetuosas sugerencias” en la que han participado varios personajes reconocidos como Nancy Pelosi, que fue presidenta de la cámara de representantes y coordinadora de la fracción demócrata desde el 2003 hasta el 2023, por una parte, y George Clooney, actor y activista del mismo partido, por la otra.
A ellos se han ido sumando otros, que harán difícil que Biden los ignore; habrá que ver si la fracción que lo sostiene le ayuda a salvar este escollo. Y si lo hacen, todavía tienen el problema mayúsculo de remontar en las encuestas y no perder frente a Trump.
El asunto no es menor pues todavía quien gobierna Estados Unidos tiene un peso considerable a nivel global. Y aunque sabemos que a la hora de las decisiones difícilmente consideran las consecuencias para sus vecinos y allegados, no se pierde la esperanza de que llegue alguien capaz de tomar en cuenta al resto de las naciones y entienda que es más conducente forjar alianzas y compromisos, que recurrir a la fuerza y las amenazas. Y también se agradecería, aunque sea por estética, que no elijan a alguien tan repelente como el Trump…