Camou: Reconstrucción

Por Ernesto Camou  Healy

A una semana de la votación más contundente de la historia de nuestra democracia, conviene pausar los ánimos, buscar y escudriñar en lo sucedido, dejar de lado los prejuicios y tratar de narrar con corrección lo sucedido en pos de interpretar con razón y voluntad rectas la confrontación y los comicios, y sugerir los caminos posibles para los mexicanos y nuestras instituciones.

Conviene plantear una hipótesis de carácter social y política: López Obrador vio y supo convencer a una masa ingente de mexicanos que poseía una cierta madurez, y también motivos de agravio, que podían constituir la base de un movimiento social y político de masas, inédito en nuestro País. La pregunta es quiénes eran estos mexicanos que formaron lo que luego fue el Movimiento de Regeneración Nacional, Morena.

El PRI tuvo muchos errores y muchos aciertos. Su peculiar forma de gobernar el siglo pasado combinaba dosis de eficacia con saqueos periódicos de las arcas nacionales. No se puede negar que un esfuerzo recurrente fue el apoyo a la educación que, a lo largo del siglo XX, fue logrando que la mayoría de la población dejara de ser analfabeta, tuviera estudios primarios y un porcentaje no pequeño estudiara secundaria o escuelas técnicas.

En el último tercio del pasado siglo Salinas de Gortari impulsó el neoliberalismo que postulaba que el mercado debería ser el conductor de la economía y la sociedad, y el aparato de gobierno debería de reducir la intervención en la sociedad. En su sesgada interpretación no aguantó y decidió “ayudar” al mercado para controlar los salarios mínimos y reducir su valor año con año, pues no permitió que los incrementos rebasaran la inflación. Fue una agresión reiterada a los trabajadores que se continuó por 30 años.

Tal dinámica fue creando una extensa masa de mexicanos que tenían que sobrevivir con jornales exiguos y un futuro desalentador. Muchos optaron por irse a los Estados Unidos y desde allá mandar remesas a sus familias, y a la economía nacional. Fue un proceso de empobrecimiento y polarización que inició Salinas y continuaron los presidentes hasta Peña Nieto, que culminó con dos terceras partes de la población en pobreza, algunos en pobreza extrema; y una ínfima fracción dueña de casi todo: Dos polos absolutamente desiguales.

Pero esa masa agraviada tenía información y cada vez más conciencia. A ellos acudió AMLO con un discurso que proponía equidad y justicia, y mejorar la suerte de esa mayoría a pesar de que podía implicar alguna ligera restricción a los privilegios de la minoría, con medidas tan razonables como exigir que pagaran los miles de millones de pesos que adeudaban de impuestos…

Comenzó a tomarlos en cuenta. Incrementar el salario mínimo que era de 89 pesos con Peña Nieto y ahora es de 249 pesos, un aumento del 280%, no es comprar voluntades, es simple justicia, demasiado postergada hay que añadir.

En esa mayoría se apoyó AMLO para intentar cambiar el rumbo del País hacia un desarrollo endógeno, y ampliando una clase media con mayor capacidad de compra que pueda reactivar la economía. Eso, sin cerrarse a la inversión extranjera respetuosa.

Ahora le tocará a Claudia Sheinbaum mantener y ampliar esa dinámica; seguir con la reconstrucción de un País que los neoliberales quisieron dejar saqueado. Esperamos que lo haga con firmeza pero con un estilo menos rijoso, más conciliador y más incluyente.

Del análisis de quienes votaron por ella, se concluye que una fracción significativa de la clase media, alta incluso, la apoya. Debe seguir impulsando la economía de quienes ahora siguen en pobreza, y generar empleo y apoyos para mejorar su suerte y su capacidad de sostenerse con suficiencia y dignidad, sin descuidar sectores más acomodados.

La reconstrucción de México implica que haya oportunidades para todos, pero por simple justicia, se deben multiplicar esas ocasiones de mejoría para aquellos grupos que han sido olvidados, cuando no acosados, por décadas. De acuerdo: Por el bien de todos, primero los pobres…

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