Por Leonardo Boff*
Hay varias amenazas de destrucción de la vida, especialmente, la humana, en nuestro planeta: la amenaza nuclear, la del colapso mundial del sistema económico-social, la de haber sobrepasado la Sobrecarga de la Tierra (insuficiencia de los bienes y servicios naturales que sostienen la vida), la de la escasez mundial de agua dulce, entre otras.
Tal vez la más sensible sea el cambio climático, pues está llegando a la piel de poblaciones enteras. Ligada a él está la crisis hídrica que ya afecta a buena parte de las naciones. Personalmente estoy viviendo este drama hídrico. En el límite de mi terreno corría un riachuelo con abundante agua. Se canalizaba una pequeña parte de él para producir una cascada frecuentada por muchos durante todo el año. Lentamente, sin embargo, el río fue disminuyendo y la cascada desapareciendo hasta que una gran extensión del río se secó totalmente, apareciendo después con visible disminución de agua. El río nace en medio de una selva vecina, totalmente conservada. No habría razón para que sus aguas diminuyesen. Sin embargo, sabemos, que el factor hídrico es sistémico, está todo interligado. Mundialmente crece la escasez de agua potable.
El peligro más cercano y con consecuencias dañinas es el cambio climático de origen antropogénico, es decir, producido por la forma como los seres humanos, especialmente los dueños de los grandes complejos industriales y financieros, han tratado la naturaleza en los tres últimos siglos. El proyecto que animaba y anima todavía ese modo de vivir en la tierra es el del crecimiento ilimitado de bienes y servicios dando por supuesto que la Tierra poseería también esos bienes de forma ilimitada. Sin embargo, desde que se publicó el informe Los límites del crecimiento en 1972 por el Club de Roma quedó claro que la Tierra es un planeta pequeño con bienes y servicios limitados. Ella no soporta un crecimiento ilimitado. Hoy para atender la demanda de los consumistas necesitamos más de una Tierra y media, lo que estresa totalmente al planeta. Él reacciona, pues es un super Ente que se rige sistémicamente como un ser vivo, calentándose, produciendo eventos extremos y enviando más y más virus peligrosos, hasta letales, como hemos visto con el coronavirus.
Conclusión: Hemos sobrepasado el punto crítico. Ya estamos dentro del calentamiento global. Se ha producido una desregulación ecológica. Aumentaron exponencialmente los gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento. Veamos algunos datos. En 1950 se emitían anualmente 6 mil millones de toneladas de CO2. En 2000, 25 mil millones de toneladas. En 2015 ya eran 35.600 millones de toneladas. En 2022/23 llegamos a 37.500 millones de toneladas anuales. En total circulan en la atmósfera cerca de 2,6 billones de toneladas de CO2, que permanecen en ella cerca de 100 años. Además, el hecho de que los analistas todavía no están incluyendo en el agravamiento del calentamiento global la interacción sinergética entre la comunidad de plantas, masas de tierra, océanos y hielo, torna dramática la situación climática. Hemos topado con los límites infranqueables de la Tierra. De proseguir nuestro modo de actuar y consumir, la vida estará amenazada o la Tierra no nos querrá más sobre su superfície.
El acuerdo de París, firmado en 2015, de que todos los países se comprometieran en la reducción de gases de efecto invernadero para evitar que superásemos 1,5°C o hasta 2°C con relación a la era industrial, se ha frustrado. Los países no hicieron sus tareas en casa. Era necesaria la reducción inmediata del 60-80% de las emisiones de CO2. En caso contrario, existiría el peligro real de cambios irreversibles, lo que dejaría vastas regiones de la Tierra inhabitables. La última COP28 mostró que ha aumentado el uso de energía fósil, petróleo, gas y minerales.
Bien dijo el presidente Lula en la COP28 emn Dubai: “El planeta está harto de acuerdos climáticos no cumplidos. Necesitamos actitudes concretas. ¿Cuántos líderes mundiales están verdaderamente comprometidos en salvar el planeta?”
Lo que predomina es el negacionismo de interos gobiernos y de dirigentes de grandes empesas. Se dice que el calentamiento es efecto de El Niño. El Niño entra en la ecuación, pero no explica, solo agrava el proceso en curso ya iniciado y sin vuelta atrás. Los mismos científicos del área confiesan: la ciencia y la técnica han llegado atrasadas; ellas no son capaces revertir ese cambio, solo advertir de su llegada y aminorar los efectos dañinos.
Así y todo se han propuesto dos maneras de proceder para hacer frente al calentamiento actual: la primera, usando organismos fotosintéticos para absorber el CO2 a través de la fotosíntesis de las plantas y transformarlo en biomasa. Es el camino correcto pero insuficiente. La segunda sería lanzar partículas de hierro en los océanos para aumentar su capacidad de fotosíntesis. Pero este método no está científicamente aconsejado por previsibles daños a la vida en los océanos.
A decir verdad no tenemos soluciones viables. Lo cierto es que tenemos que adaptarnos al cambio climático y organizar nuestra vida, las ciudades oceánicas, los procesos productivos, para aminorar los daños inevitables e algunos teribles. En el fondo, tenemos que volver al mito del cuidado de nosotros y de todas las cosas como vengo insistiendo desde hace años, ya que el cuidado pertenece a la esencia del ser humano y de todos los vivientes.
Imaginemos que un día la humanidad toma conciencia de que la vida puede desaparecer y hace que toda la población mundial se ponga un fin de semana a plantar árboles y así secuestrar el carbono y crear condicio es para que el sistema-vida y la humanidad sobrevivan. Sería un intento que podemos implementar y que quizá nos pueda salvar. Lo imponderable siempre puede suceder como ha mostrado la historia.
Es oportuna la advertencia de un eminente filósofo alemán Rudolf-Otto Apel: “Por primera vez en la historia del género humano, los seres humanos han sido puestos, en la práctica, delante de la tarea de asumir la responsabilidad solidaria de los efectos de sus acciones en un parámetro que incluye a todo el planeta” (O a priori da Comunidade de Comunicação, São Paulo: Editora Loyola, 2000 p. 410). O nos responsabilizamos, sin exceptuar a nadie, por nuestro futuro común o podrá suceder que no nos contemos más entre los vivientes del planeta Tierra.
*Leonardo Boff ha escrito: Saber cuidar: ética de lo humano-compasión por la Tierra,Vozes 1999/2010; Trotta; Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo escapar del fin del mundo, Record, RJ 2010; Tierra madura: una teología de la vida, Planeta, São Paulo 2023.
Traducción de María José Gavito Milano