Bellinghausen: “Vivos o muertos”

El sicodrama permanente que representó el rock, antes de los reality shows y la desaparición de la frontera entre lo público y lo privado (nuestra banalización de la intimidad), fue una escuela laica y hasta hereje, pero muy redituable. El gran aporte del rock a las arcas del mercado fue convertir a jóvenes y niños en consumidores. Eso cambió las reglas del negocio y el protagonismo de menores y estudiantes desde los años 60, con la segunda ronda de baby boomers.

Ahora que las empresas de boletaje y conciertos dominan un mercado jugoso y no siempre interesante, es necesario ponderar a los primeros empresarios independientes que trajeron conciertos memorables, a veces con esfuerzos heroicos y mal pagados. Pasado el echeverrismo (1970-1976), en el Auditorio Nacional, la Plaza México y El Toreo (éste, fuera de las autoritarias regulaciones capitalinas) se presentaron Chicago, Procol Harum, John Mayall, los hermanos Winter, Joe Cocker, Leon Russel y otros, aún antes de los Festivales de blues. Hoy, México y otros países de América Latina son incluidos regularmente en las giras mundiales de las estrellas nuevas o los sobrevivientes de la Edad de Oro.

La producción musical, escénica y a veces literaria del rock fue tan abundante que rebosa enciclopedias. Me rindo a la magia de los nombres y me disculpo de olvidos e ignorancias. Unos resuenan más que otros según las afinidades, circunstancias, historias, nostalgias y suertes de cada quien. Obran en los entresijos secretos de la memoria y el gusto. Paso a enumerar grupos y compositores que debieron ser mencionados en las entregas anteriores, pero no cupieron o se me venían pasando, en categorías espero que inteligibles.

Hay que reiterar la deuda del rock en sus aspectos más vitales con la indestructibilidad del soul afroestadunidense: Ray Charles, Ottis Redding, Wilson Picket, James Brown, Sam Cooke, Percy Sledge, Eddie Floyd, Aretha Franklin, los grupos vocales The Temptations, Earth, Wind & Fire, Fifth Dimension, Parliament, The Staple Singers.

La pronto obsoleta pero idílica sicodelia floreó viajes fosforescentes con Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Spirit, The 13th Floor Elevator, The Move, Moby Grape, Quintessence, Lovecraft, Ultimate Spinach, The Nice. (Hacia 2006 asoma una interesante nueva sicodelia: Endless Boogie, Wooden Shjips, Caribou.) La onda hindú de Harrison. La latina (¡Santana!). Clavecín, mandolina, flauta y tabla a la carta. Los Stones metieron arpa jarocha y nos presentaron a Nicky Hopkins y Bobby Keys. Nacieron óperas: Tommy, Quadrophenia, The Wall, Arthur, Ziggy Stardust, Thick As A Brick, The Lamb Lies Down on Broadway. Los atiborres clásicos de Keith Emerson y Rick Wakeman. Los musicales: Hair, Jesucristo Superestrella, Cats, Purple Rain, y más acá Lazarus.

Mal que bien, siempre hubo un rock político: Country Joe, Neil Young, MC5, The Fugs, Joe Strummer, Tracy Chapman, Billy Bragg, Tom Robinson (pionero de los derechos gays), Jackson Browne, Little Steven, Roger Waters, Midnight Oil, Pearl Jam, Annie De Franco, Fermín Muguruza. O el riot grrrl del feminismo (Bikini Kill).

Cuántos guardamos gratitud con los narradores-poetas Tom Waits, Patti Smith, Jim Morrison, Jackson Browne, Leonard Cohen, Robin Williamson, Paul Simon, Donovan, Richard Thompson, Lou Reed, Bruce Springsteen, Billy Joel, y los que además resultaron escritores: John Lennon, Pete Townshend, Bob Dylan, Nick Cave, David Byrne, Ry Cooder, Lydia Lunch, Ed Sanders, Colin Meloy (The Decemberists). En un apartado selecto van los poetas de casa: Keith Reid (Procol Harum), Peter Sinfield (King Crimson y otros), Robert Hunter (Grateful Dead), Peter Brown (Cream, Jack Bruce).

Nada como las divas de intensidad genial: Marianne Faithful, Nico, PJ Harvey, Nina Hagen, Rickie Lee Jones, Sinead O’Connor, Melanie, Amy Winehouse, Tory Amos, Fionna Apple, Cat Power. ¿Dónde ponemos a Captain Beefheart? ¿A Pére Ubu? Para no perderme, enlisto los imperdibles Kinks, The Band, Steppenwolf, The Doors, The Byrds, Blind Faith, Sly & The Family Stone, Crosby, Stills & Nash, Talking Heads, Roxy Music, Steely Dan, Peter Gabriel, The Smiths, REM, The The, James, The Stranglers, Living Colour, Eurythmics, U2, Bauhaus, Metallica, Queens of the Stone Age, Dire Straits, Pretenders, Tuxedo Moon.

Mientras Eric Burdon ennegreció a fondo y JJ Cale enseñó que poco puede ser mucho, un público culterano y con cierta formación musical seguía al progresivo, donde aparte de los ya mencionados en anteriores entregas cabe añadir a Camel, Rush, The Mars Volta, los italianos de Premiata Forneria Marconi, Banco del Mutuo Soccorso y L’Orme, Mike Oldfield, Vangelis. Algo parecido ocurre con los seguidores del metal melódico y otras variantes europeas más o menos góticas: The Gathering, Within Temptation, Nightwish, Lacrimosa.

El reggae se armó su sitio: Bob Marley, Jimmy Cliff, Peter Tosh, Third World. El hip-hop y el trip-hop aportaron enormidades; menciono a Public Enemy y al gran Tricky. Un papel no menor lo ha jugado la zona de la alegría excitada: The Stooges, Happy Mondays, The Replacements, Stone Roses, Beastie Boys, Red Hot Chili Peppers.

Hay un escalón secreto, donde los olvidados por la fama, o de culto subterráneo, no dejan de girar en mi cerebro: Mekons, Death, Rodriguez, Phil Ochs, Gary US Bonds, Ellen Folley, Bert Sommer y tantos que injusta e inexplicablemente no la pegaron.

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