Ortiz-Pinchetti: “Réquiem para Proceso”

Por Francisco Ortiz Pinchetti

Sin eufemismos: la anunciada “transformación” de Proceso en una revista mensual significa la muerte del emblemático semanario fundado en 1976 por un grupo de periodistas dignos, encabezados por Julio Scherer García, Miguel Ángel Granados Chapa y Vicente Leñero Otero. La publicación fue nuestra respuesta a un acto contra la libertad de expresión perpetrado desde el poder por el gobierno de Luis Echeverría Álvarez. Su periodicidad semanal fue desde su nacimiento parte consustancial de su naturaleza, esencialmente noticiosa. Y tenía una clara explicación: la mayoría de sus integrantes, reporteros, proveníamos de un diario, Excélsior.

Entre los reporteros fundadores, mis compañeros, recuerdo (de memoria) a Elías Chávez García, Miguel Cabildo, Rodolfo Guzmán, José Reveles, Carlos Borbolla, Marco Aurelio Carballo, Dolores Cordero, Abelardo Martín, Roberto Hernández, Roberto Vizcaíno, Federico Gómez Pombo, Sarita Moirón, Manuel Robles Estrada, Francisco y Armando Ponce Padilla, Miguel Ángel Rivera, Raúl Pérez López Portillo, Carlos Reynaldos, Francisco Gómez Maza, el fotógrafo Rogelio Cuéllar y, en Guadalajara, el corresponsal Felipe Cobián Rosales.

A ellos se sumarían en el transcurso de las siguientes dos décadas otros más, como Salvador Corro, Ignacio Ramírez, Gerardo Galarza Torres, Carlos Acosta Córdova, Rodrigo Vera, Oscar Hinojosa, Guillermo Correa Bárcena, Sonia Morales, Fernando Ortega Pizarro, Homero Campa, Federico Campbell, Lucía Luna, María Cortina, Raúl Monge, Carlos Ramírez, María Esther Ibarra, Carlos Puig, Isabel Morales, Francisco Ortiz Pardo, Ana Cecilia Terrazas, Miguel de la Vega, Roberto Ponce, Ricardo Ravelo, y los fotógrafos Juan Miranda, Francisco Daniel, Germán Canseco, Joaquín Cato y Ulises Castellanos, entre otros.

Todos ellos, varios hoy ya fallecidos, fueron quienes hicieron cada edición de Proceso, semana tras semana, con dedicación, responsabilidad y rigor informativo Esos reporteros, periodistas de a pie –y otros más que escapan ahora a mi memoria– incursionaron básicamente en la crónica, la entrevista y sobre todo el reportaje, que no es otra cosa éste último que el ahora pomposamente llamado “periodismo de investigación”.

Proceso tuvo un auge inusitado desde su aparición, el 6 de noviembre de 1976. Su divisa fue desde entonces el ejercicio periodístico libre e independiente desde una posición crítica frente a los poderes… cuando las posibilidades de informar estaban todavía muy limitadas. Dirigido durante sus primeros 20 años por Scherer García, cumplió a cabalidad los principios enunciados en el editorial de su primer número, escrito por Granados Chapa: “Esta publicación surge, entre dificultades superadas penosamente, al calor de la lucha por lo libertad de expresión, lucha perenne entre la prensa que busca ser responsable y el poder que no se ciñe a la legitimidad…”

Y culminaba: “Proceso de los hechos, proceso a los hechos a y a sus protagonistas: están son la líneas de acción de nuestro semanario”.

A lo largo de su existencia, el semanario sufrió eventualidades sin cuento. Resistió el embate, otra vez, de los poderosos, que trataron de ahorcarla económicamente con un boicot publicitario fundamentado en la falacia de “no te pago para que me pegues”. Tuvo épocas informativamente brillantes, en las que sus entregas semanales marcaron la pauta informativa del país. Se volvió un icono del periodismo nacional. Para muchos de nosotros, Proceso fue una causa. Profesionalmente, nuestro motivo de vida. Y nuestro orgullo.

La incapacidad de su fundador para solucionar la sucesión obligada por su retiro de la conducción del semanario del brazo de Vicente Leñero, dieron origen a una aberrante dirección colectiva de seis miembros, entre ellos el que esto escribe al lado de Gerardo Galarza, Froylán López Narváez, Carlos Marín, Carlos Puig y Rafael Rodríguez Castañeda. A la postre se propició una ruptura interna, absolutamente lamentable.

Encomendada luego la dirección a Rodríguez Castañeda, la revista entró en un periodo de mediocridad y paulatina decadencia, atenuada en un principio por la injerencia permanente de Scherer García desde su supuesto retiro. Mucho tuvo que ver el desmantelamiento, emprendido por el propio Rodríguez Castañeda –por razones más personales que profesionales–, de la redacción básica del semanario: los reporteros. Y sobre todo, una línea editorial tibia, sin brío, proclive finalmente al oficialismo obradorista.

El relativamente reciente nombramiento de un nuevo director, Jorge Carrasco Araizaga (a quien no conozco personalmente), pareció provocar una saludable renovación, sumida ya la empresa editora en una grave crisis económica relativamente atenuada por contratos de publicidad oficial al principio del actual gobierno, ojo. Proceso reasumió su posición crítica histórica frente al poder y volvió a publicar investigaciones propias… que a menudo resultaban incomodas al mandatario. Y sufrió las consecuencias.

Ante el anuncio de su conversión en revista mensual la semana pasada, Andrés Manuel lamentó la virtual desaparición del semanario. Tras escuchar su pésame pensé en el verdugo que se conduele del ahorcado que él mismo acaba de ejecutar.

López Obrador descalificó reiteradamente a Proceso, particularmente en los dos últimos añosLo llamó alarmista, manipulador y mentiroso. Lo acuso –como suele hacerlo con medios y comunicadores que juzga sus “adversarios”–, de tergiversar los hechos, de difamar, de servir a los intereses del conservadurismo, a los enemigos del pueblo. “Si lo viviera don Julio (Scherer) se volvería a morir”, llegó a decir en uno de sus ataques desde el púlpito. Como es su estilo, lo denostó muchas veces… pero nunca lo desmintió.

Y la revista, que alcanza ya su edición 2433 esta semana, fue víctima de nuevo del manejo discrecional que persiste hasta la fecha en la asignación de la publicidad oficial, que no obstante su reducción en este gobierno asciende actualmente a alrededor de dos mil millones de pesos anuales. La nómina la encabezan Televisa, TV Azteca y el diario la Jornada. Diez medios concentran el 50 por ciento del gasto total.

Desde 2022, el gobierno AMLO excluyó a Proceso de sus pautas publicitarias. Castigado otra vez, el semanario no aparece ya en la lista de 450 medios informativos que recibieron contratos oficiales de publicidad.

“No quisieron revisar su línea editorial”, comentó el Presidente al lamentar su desaparición, en un tácito reconocimiento a su responsabilidad en la muerte de la publicación que cumpliría en noviembre de este año 48 años en circulación. Válgame.

DE LA LIBRE-TA

EL INE NO SE TOCA. Finalmente la Suprema Corte salvó el honor y desechó de plano el llamado “Plan B” promovido por Andrés Manuel para prácticamente desmantelar al INE y controlar la elección de 2024. De algo habrán servido para la decisión de los ministros las movilizaciones ciudadanas en defensa del órgano electoral. Un alivio.

@fopinchetti

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