Chihuahua, convertido en molino de carne

Por Jaime García Chávez

La enésima masacre en la ciudad de Chihuahua se suscitó ayer, entrada la anoche, en la colonia Riberas de Sacramento, donde cuatro personas fueron acribilladas y otra más resultó con lesiones.

No cabe duda que la violencia mantiene su cotidianidad, al grado de que uno de los diarios que presume ser el líder más añoso del estado, no registra el sangriento hecho como debiera ser.

Estamos en presencia de una prueba más de que el gobierno maruquista ha fracasado de manera rotunda en ese tema, con todo y sus plataformas de seguridad, reingenierías, torres centinelas, centros de monitoreo y patrullas inteligentes. Ni el veneno de la “mamba negra” asusta a nadie.

No creo que de cosméticos pueda vivir un gobierno, pero mucho menos cuando el fracaso se contabiliza en cadáveres.

La única reingeniería tiene que ver, simple y llanamente, con la politiquería burocrática. Cuando César Jáuregui aceptó pasar al infierno de la Fiscalía General del Estado como titular, condicionó su aceptación a una modificación a placer de la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, para que los penales pasaran a la Secretaría de Seguridad Pública, en este caso a su inepto director, el caradura Gilberto Loya.

Pero todo esto no ha servido de nada. La extorsión continúa, con la protección de los muros de los penales; y en las calles, como en los tiempos de la Colombia de Pablo Escobar, cualquier cuadrilla de matones puede actuar de manera siniestra sin que le pase absolutamente nada a nadie dentro del crimen organizado.

También ha sido noticia que miles de expedientes con denuncias importantes han pasado al archivo muerto, lo que habla de una Fiscalía abrumada, paralizada, rebasada y también carente de profesionalismo que requiere en sus cabezas.

Vendrán las explicaciones a modo: que fue el narcomenudeo, el tráfico de fentanilo, que no importa porque se trata de la delincuencia misma que se auto aniquila, y otras baratijas con las que mantienen en vilo y engañada a la opinión pública, no sin el auxilio de fiestas y ferias, como la de Santa Rita, a la que ahora se suma la Feria del Policía (¡hágame usted el favor!).

Todo esto va cobrando paulatinamente un gran malestar con un gobierno fracasado, como el de María Eugenia Campos Galván, que entre más dificultades ve, más le invierte a los medios de difusión, como los periódicos de Osvaldo Rodríguez Borunda, que se hincha de dinero para llevar una cómoda vida en el extranjero.

En la última etapa del gobierno, María Eugenia Campos presume propagandísticamente la “sensibilidad de un corazón de mujer” (obvio, el de ella). Pero ese corazón está ocupado en otras cosas: viajes de placer, participación en mítines donde anuncia que partirá hocicos, el consumo de bebidas espirituosas y la distracción propia de una mujer enamorada, a lo que por supuesto tiene derecho. Todo lo anterior, sin dejar de subrayar que lo suyo son los negocios.

Maru Campos es el resultado de dos experiencias nefastas de gobierno, que combina día con día, lo peor de los desempeños que tuvieron César Duarte y Javier Corral.

La masacre de anoche lo confirma.

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