Reportera Na Savi, plantea deconstruir el periodismo sobre los pueblos indígenas

Por Gloria Muñoz Ramírez | Ojarasca

Edith Herrera Martínez, na savi de Zitlaltepec, Metlatónoc, en la Montaña de Guerrero, es docente en la Universidad Pedagógica Nacional y gestora de Tikosó Espacio Cultural Educativo, en Tlapa de Comonfort, Guerrero; es también defensora del territorio y periodista. Herrera explica la noción del indigenismo y su relación con las maneras en que los periodistas acuden a las comunidades indígenas en busca de información, con una narrativa, dice, que los coloca únicamente como pobres o folclorizados. “Estamos en un momento en el que necesitamos deconstruir lo que se ha escrito y dicho sobre los pueblos”, afirma en entrevista con Ojarasca.

Empecemos por nombrar el indigenismo. –El indigenismo sigue vigente, no es sólo de los años 70, cuando se construyó el proyecto de unificar a los pueblos y hacerlos monoculturales para intentar desaparecer a las distintas comunidades y pueblos originarios. Para ello se implementó la castellanización, y se nos obligó a aprender el español antes que nuestro propio idioma.

Hoy se implementa un neoindigenismo en los territorios. Se trata de seguir mirando a los indígenas como los desvalidos, los empobrecidos, pero nunca se preguntan por qué, sólo se piensa que son la gente con los peores índices de desarrollo humano, los analfabetas. Es una mirada que denigra. El indigenismo le apuesta a reproducir la opresión y la ignorancia que se vive en las comunidades. Y eso sirve a los cacicazgos locales para la cooptación de personas en el tema electoral.

A nivel regional y nacional no se plantea que los pueblos tienen sus diferencias culturales e históricas. A pesar de que todos somos indígenas, somos más de 60 pueblos, más de 300 miradas, si hablamos de variantes dialectales, pero parece que eso no tiene validez, porque se sigue pensando que indígena es igual a pobreza, y también a folclor.

Las políticas indigenistas están diseñadas para atacar la pobreza y entonces envían dinero a las comunidades para madres solteras, para sembradores, para gente que hace trabajo del campo y los jóvenes que no estudian, a través de veinte mil programas que se han implementado en las regiones. Pero eso no abate los problemas de desigualdad en la zona.

Del otro lado está la parte más utilitaria, que es la folclorización del ser indígena, de ser de un pueblo originario. Se folcloriza porque lo único que interesa de los pueblos es lo que sirve para fines económicos o intereses mercantiles, por ejemplo los huipiles, que ahora todo el mundo los usa y los borda, sobre todo los usa una clase política que por un lado les gusta la artesanía o el arte popular (como mal lo llaman), pero desprecian a quien lo hace. Es una contradicción, porque les gusta lo colorido, la música, la danza de los pueblos, pero a esos pueblos los desconectan de un territorio, siguen siendo oprimidos, no gozan de condiciones y derechos humanos, pero sí sirven para los fines mercantiles, para el turismo. Con sólo usar un huipil y hacer una ceremonia con copal, la clase política dice que ya atiende las problemáticas de los pueblos.

–Cómo se relaciona esa mirada indigenista con las coberturas periodísticas dentro de los pueblos originarios.

–La gran mayoría de los medios de comunicación cubren con esta mirada indigenista. Si hablan de la Montaña de Guerrero o de las poblaciones indígenas, su lente retrata la pobreza. Aparecen fotos o documentales de Cochoapan o de otras comunidades que sólo venden la imagen de las mujeres que no tienen dinero, que no tienen para comer y tienen que migrar. Se hace una mezcla de todos los temas sin entender las causas estructurales, y lo que terminan retratando es gente con un huipil sucio por el trabajo en la cocina o el fogón, a los campesinos sudando con la ropa desgastada. Eso es lo único que miran.

Esos son unos medios. Hay otros que cuando retratan la Montaña de Guerrero se van siempre a lo más bonito, lo más colorido, lo folclórico. Ahora se puso de moda ir a buscar artesanas o a los niños que rayan amapolas. Van por temas que parece que son tendencia.

–Qué les dirías a los periodistas no indígenas que van a realizar un reportaje en comunidades originarias. Qué les exigirían los pueblos, si tuvieran modo de hacerlo.

–Hace falta la otra narrativa, una que resalte todo lo que sobrevive, lo que resiste, como los saberes comunitarios, cómo los pueblos hacen la recolección en el monte para comer, para curarse con las plantas, cómo se comunican con las deidades para que llueva. Pero no se habla de esa otra filosofía y de la conexión profunda que hay con los elementos de la tierra.

Lo primero que tienen que hacer los periodistas foráneos es mirar, mirar con mucho respeto. Eso significa que antes de bombardear a la gente con fotografías primero hay que entender los tiempos, los ritmos de la comunidad. Siempre hay que preguntar si a alguien le molesta la fotografía. Debería haber una especie de autoaprendizaje,  porque respetando los ritmos y los modos pueden encontrar otras fotos, algo realmente diferente. Regularmente van por las mismas poses, no pueden encontrar otras cosas que resaltar, como el valor, la dignidad, la memoria de los pueblos.

Si la gente de los pueblos ha sobrevivido en medio de todo lo que ha padecido de dominación y despojos, quiere decir que hay algo de fortaleza que sería importante resaltar. Tampoco se trata de idealizar a los pueblos y decidir ir a alguna comunidad porque ahí está la mera autonomía o el mero lugar prehispánico, sino pensar en que son los elementos que forman la vida comunitaria y entender cómo se les está amenazando. Si estuviera todo bien en los pueblos, no estaríamos exigiendo respeto a los territorios ni derechos en la educación o la salud.

Hay que tener respeto y una postura política también, ser claros con los pueblos. También pensar en si es reportaje o entrevista con una sola familia o se cita en colectivo, porque hay planteamientos al interior de los pueblos y espacios de toma de decisiones en los que sólo los abuelos y las abuelas intervienen. Se debe buscar participar con ellos en sus actividades. Sumarse y dar el paso al otro lado, no sólo quedarse como observador. La gente puede reconocer que te estás vinculando con ellos y que no sólo son un objeto de un reportaje o fotografía.

Los periodistas deben conocer los diferentes niveles de autoridad que hay en una comunidad, las formas organizativas que tienen y acudir a ellas. También es importante conocer y respetar los contextos que están más desconectados de lo occidental, ver si hablan la lengua o no, ver cómo apoyar y a lo mejor decir “no me traigo a alguien de fuera sino busco aquí quién me pueda hacer la traducción lingüística y también cultural”. Que pongan realmente el sentido, el sentimiento de lo que se dice. Implica doble trabajo pero se pueden sacar cosas muy profundas de eso.

–Escuchar debería ser la materia prima del periodismo, pero cómo se vive esta palabra cuando aparecen los medios en sus comunidades.

–Escuchar no es sólo con el oído sino también con la memoria, escuchar si hay alguna señal de los ancestros, escuchar con el corazón. En tu’un savi tenemos una palabra, que, cuando una intenta buscarle una aproximación al castellano, es todo un proceso que dice “golpetéate la cabeza”, porque la palabra tiene que tener un efecto en el pensamiento. Es lograr que tu oído quiera entender lo que está pasando. Es tener una disposición de la escucha y generar un tipo de conexión, porque nosotros no vivimos con las personas de allá y hay que tener una disposición de escuchar y de aprender.

–Hace un momento te referiste a la postura política…

–Es necesario en estos tiempos tomar una postura política, sobre todo al estar o trabajar en los territorios en los que vemos los despojos y las distintas violaciones. Es necesario encontrar soluciones ante tantas crisis, tener bien puesta la oreja y escuchar la propia historia de los pueblos más allá del folclor. Los pueblos aprendieron a sobrevivir después de la colonización y hay un pedacito de esperanza que no se acabó, por eso es importante que esa memoria se dé a conocer.

Por eso tienen que estar nuestras narrativas, nuestras memorias, las de los abuelos y abuelas que ya no están pero que nos han dado el ánimo de seguir buscando. Esto tiene que cambiar. Si la gente que hace periodismo define su postura política del lado de los pueblos, hay mucho que aprender en ese intercambio. Hablo de cuando vamos al campo y qué nos cuenta la gente, qué se documenta en las entrevistas, qué nos dice la gente en las comisarías. También sabemos que hay una profundidad infinita si hablamos en la lengua propia de las personas.

–¿Qué hacer si los medios de comunicación siguen reproduciendo la narrativa neoindigenista?

–Si la gente de afuera no está escribiendo sobre nuestros pueblos, entonces la pregunta es nosotros cómo lo documentamos. Debemos plasmar lo más profundo de los pueblos, la memoria, el vínculo con el territorio, la cosmovisión y el pensamiento originario.

Estamos en un retroceso en el que a los pueblos se les está tratando como a los pobrecitos, a los que hay que darles dinero. No es una cosa a la que hay que oponernos porque es obligación del Estado garantizar los derechos de los pueblos, pero el tema es cómo hacemos nosotros para que lo que se retrate y lea de las comunidades sea lo que todavía no nos han quitado: la memoria que no se ha despojado.

Muchos de los testimonios sobre la Montaña están aquí en Tlapa, preservan su identidad, su memoria histórica, sus saberes milenarios, lo que cocinan, porque incluso los sabores son parte de nuestra visión como pueblo. Es importante que cuando escribamos vinculemos la parte cultural siempre afianzada a los saberes tradicionales y a los vínculos con el territorio, para que no estemos folclorizando.

Cómo hacemos para recoger nosotros estos saberes en los propios territorios y también sus otros problemas. Vemos, por ejemplo, que se están dejando de hablar los idiomas, encontramos en las escuelas que hay maestros que sí hablan lengua, pero no la de los niños de la comunidad en la que están. Los programas escolares no están escritos desde nuestro pensamiento, sólo son traducciones del pensamiento occidental.

Los pueblos tenemos la posibilidad de transmitir la sobrevivencia de la humanidad y lo probamos en la pandemia. Si escribimos y decidimos colocar nuestras narrativas, nuestra historia, cómo pensamos, cómo vivimos y trabajamos, qué tenemos, qué sobrevivió, damos la posibilidad a que gente de otros mundos, de otros continentes, vean la importancia de seguir anclados al territorio, no solamente desde lo físico, sino también desde lo espiritual y medicinal.

–¿Hacer periodismo desde dentro?

–Hay que animarse a escribir. Yo no estudié periodismo, pero del 2011 al 2013 estuvimos escribiendo primero por una necesidad, porque las mineras iban a entrar a la Montaña y el gobierno decía que habría desarrollo, es decir, que llegaría lo que el Estado no le da a las comunidades. Mi experiencia empezó con el fin de denunciar que era una mentira, que la minería no era progreso y que estaban engañando a los pueblos porque no hay minería “verde”, y luego, cuando pasaron las tormentas Ingrid Manuel, era indignante ver cómo los medios reporteaban sólo lo que pasaba en las ciudades de Guerrero, como Acapulco.

Nos dicen que hay que ser neutrales, pero si la cultura hegemónica tiene el poder y el control de los medios y nos hacen consumir lo que ellos piensan en castellano, por qué nosotros no colocamos eso en nuestros idiomas y hacemos una traducción cultural de los mensajes y sabidurías en nuestros pueblos.

Es importante porque estamos viviendo una crisis en los territorios. La gente se está yendo porque no encuentra posibilidades, hay desplazamiento forzado histórico, le llaman migración, pero los pueblos lo hacen para sobrevivir. Si queremos sobrevivir y queremos que nuestra cultura sobreviva, sí, el huipil y el huarache son importantes, pero no hay que olvidar lo más profundo: practicar nuestro idioma, enseñarlo. Esto puede ser un periodismo comunitario.

Desde hace algunos años empecé a hacer notas. Que los medios no dijeran la verdad nos causaba mucha indignación. Nos sacaban la nota roja, nos colocaban a los indígenas, a las mujeres, a la gente de la periferia en un discurso que nos revictimizaba. Entonces, si no estamos conformes con lo que se está diciendo de nuestros pueblos, pues hay que aprender cosas básicas para elaborar un texto que no tiene que ser muy largo. A veces si una habla desde las emociones, desde lo que sentimos y pensamos, con un solo parrafito atrapas a la gente porque estás siendo sincero. No tenemos por qué mentir, es lo que estamos viviendo y hay un montón de historias que no se están contando de la gente.

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