L. Cisneros: Amor o guerra

Por Lilia Cisneros Luján

A mediados de los sesenta, muchos de los que son mis alumnos o leyentes no habían nacido.  Un número considerable de mujeres, disfrutábamos o luchábamos –según la historia de cada una-  a partir de reivindicaciones que otras, antes que nosotras, habían logrado. Había pasado la segunda guerra mundial, la ONU era la consolidación institucional del anhelo de paz que sobre todo los sobrevivientes –hayan estado o no en el territorio de las balas y las bombas- anhelaban y sin poder explicar porque seguía y que significaba “la guerra fría” nuestra generación iniciaba su acceso de consolidación académica, sin prestar demasiada atención a los temas de la época: la guerra de Vietnam y la animadversión al comunismo. Con todo y los cambios, hacer una manifestación de forma simplista, se convirtió pronto en el movimiento hipee y en diversas geografías, como Oregon Estados Unidos, cobraba simpatías frases que aun hoy son ocupadas, por quienes aceptaron tales inicios del populismo, con premisas como “haz el amor no la guerra”.

La semana pasada, terminó el mes del amor y aun cuando no es muy actualizado el pensar en la vigencia de cierto antagonismo entre el amor y la guerra, hoy vemos como las mujeres –protagonistas en marzo de mucho de lo que habrá de celebrarse- lejos de haber cuando menos analizado y menos aún resuelto su propio anhelo de libertad, no parecen afanarse mucho para aprender a pasar por alto los dramáticos episodios que cada cual ha sufrido a lo largo de sus vidas. A cambio de sus manifestaciones bélicas muchas parecen empeñadas en demostrar que es real el paso tan corto que se supone existe entre el amor y el odio y más allá de esta reducción simplista tan aceptada por el populismo actual que parece obedecer a la necesidad de olvidar los dramáticos episodios de cada fémina, vemos con horror, como el feminismo tiene la capacidad de ser tan machista como el que más. En tal periodo cuasi revanchista ni el amor se puede asemejar a la paz, ni la guerra necesariamente a la inquina.

Encontrar cauces para conducir las tensiones emocionales hacia derroteros de encuentro y entendimiento es mucho más que la invitación a amar en vez de hacer la guerra, pues a final de cuentas quienes han superado los traumas encontraron formas de cuidar el amor luego de descubrirlo y desarrollaron la entereza y madurez que se requiere para no entrar en ningún tipo de enfrentamiento. Tienen razón quienes están dispuestos a luchar por la paz; y sobre todo si en dicho proceso se entiende que encontrarse con el amor, ya es ganancia. Como sea pasado mañana en el mundo habrá marchas, discursos, fiestas por el Día Internacional de la Mujer establecido por las Naciones Unidas. Sorprende el tema “Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género”. Lo cual incluye homenajes a las activistas y organizaciones que luchan por una tecnología y educación transformadora para mujeres y niñas. ¿Sabía que apenas un 22% de los puestos de inteligencia artificial son ocupados por mujeres? Esta realidad de desigualdad por razones de género, -según se averiguó en 51 países- se agrava cuando el 38% de las mujeres que participaron en la encuesta revelaron a propósito de las capacidades pseudo artificiales- haber sufrido violencia digital[1]. Las desigualdades sociales y económicas siguen afectando mayormente a las mujeres, que de haber sido cancelados sus trabajos como profesionistas –maestras, contadoras, filosofas, abogadas, diseñadoras gráficas etc.- se han convertido en parte de la fuerza laboral dedicada a hacer entregas de productos adquiridos en tiendas de autoservicio, o de la misma red, donde a final de cuentas ellas son menos contratadas, por no tener coche propio o simplemente debido a su condición de madre o cuidadora de algún miembro de la familia, circunstancia que las limita en cuanto al tiempo que pueden dedicar a este trabajo de simples transportistas de mercancías.

Los clientes a su vez en este camino hacia el aumento de la inteligencia artificial, son también afectados en su vida diaria. Se me figuran como máquinas de apuestas, donde un ser humano –más hombres que mujeres- quien programó la atención de personas que requieren algún producto – por el cual usan su dinero como si fueran las fichas de un casino- solicitado  por Internet, o teléfono digital, son identificados con un simple número y tal cual lo hacen los jugadores empedernidos, simplemente se mueven hacia otra máquina “porque esta no da mucho” y entonces cambias de Superama, a la Comer, Aurrera o Chedraui o en el caso de otro tipo de productos dejan el “Tiempo libre y migran a Amazon”. ¿Sabías que los más beneficiados en esta inteligencia artificial general –AGI- donde impactos buenos y malos del empleo –autonomías, transparencia, responsabilidad o rendición de cuentas en contra de Manipulación, vulnerabilidad y pérdidas por entregas defectuosas de lo adquirido –sobre todo en los contratos de crédito bancario como los ofrecidos por Santander- son calificados por un programa cibernética y cada vez menos por personas

Por medio de la Inteligencia Artificial es posible hacer más cómoda y/o segura ciertas actividades; sin embargo, cada vez vivimos más aislados y en el caso de las mujeres, más marginadas. El día ocho ¿serás capaz de trasladarte al supermercado o el banco para hacer tus operaciones y felicitar a tu agente, cajera y empacadora a quien además de verla a los ojos le regalaras una sonrisa por ser su día?


[1] Lo mismo fraudes económicos, que amenazas a partir de imágenes obtenidas o compuestas por hombres, y que decir de las víctimas del tráfico de personas.

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