Por Jesús Chávez Marín
A un lado mi sombra. En este escenario puedo acomodarla donde quiera, todo es cuestión del sistema de luces. Pero, en cuanto salgo afuera, el sol señala su derrotero y quizá mi destino. Así es el teatro.
En el foro soy otra. Otras. Las que me indiquen el guión, el director o mi análisis del personaje; ¿por qué no puedo hacer lo mismo con mi vida? Allí no sé quien escribe la dramaturgia ni tengo maldita idea de los parlamentos de los demás protagonistas. Ayer Alonso me salió con que quiere irse, así nomás; dice que quiere recuperar su libertad. Su respiración, dijo.
Nunca habló de Selina, la actricita con la que se enredó en la gira del sur y se imagina que no me enteré desde el principio, en Guadalajara, donde dimos cinco funciones. Pensé que sería una cosa de nada, como otras veces, un amorío sin importancia de los que acostumbra y en los que yo disimulo como si no pasara nada, bueno, ni modo, así es el teatro, yo misma he tenido mis queveres, para qué es más que la verdad. Y no nada más el teatro, así son todos, ya ves mi comadre Rosy, toda una señora decente, doctora y toda la cosa, pero bien que le da vuelo a la hilacha en el hospital donde es La Especialista.
La diferencia es que yo sí soy discreta y cuido por sobre todo nuestra relación, no como el imbécil de Alonso, que hasta presume con sus amigotes sus conquistas de ocasión.
Pero esta vez creo que ya se me salió del huacal y se ande tomando la gira en serio. Por lo que me dijo ayer, ya se va. ¡Desgraciado!