Por Ernesto Camou Healy
Hace casi diez años un muchacho se armó con dos pistolas y un fusil semiautomático propiedad de su madre y la mató antes de dirigirse a la primaria de Sandy Hook, en Newton, Connecticut. Ahí comenzó a disparar indiscriminadamente y asesinó a 20 escolares, seis adultos y se suicidó: 28 muertos en total.
La masacre generó una repulsa generalizada en los Estados Unidos y el mundo, con algunas excepciones, patéticas y carentes de empatía. Aquí entra en la narrativa Alex Jones, un texano que construyó varias empresas en Internet para promover sus teorías de conspiración en la que todos son culpables, menos él y sus seguidores, de socavar a su nación, y pretender un país en el que la “gente buena”, esto es blancos, ignorantes y conservadores, tenga un lugar superior frente a las mayorías amenazantes comunistas, negras, latinas o indígenas.
Alex ha logrado crear una industria de la mentira, “noticias alternativas” les quieren llamar, a pesar de que el único sustento es su imaginación, su ambición y las ganas de muchos y muchas de creer que su miseria se explica por las políticas de los demócratas, que -dice- tienen una agenda para terminar con su país y entronizar a gente extraña que no debe tener un lugar en su américa ficticia.
Jones, en sus sitios en línea se dedica a apoyar a grupos de blancos nacionalistas, a tratar de convencer a sus desorientados escuchas de versiones trastornadas sobre su entorno y su historia: Hace unos años afirmó que Michelle Obama en realidad era un hombre transgénero, lo que explicaba su estatura y su capacidad intelectual, por ejemplo. Y muchos quedaron convencidos con su aseveración. Es un entusiasta seguidor de Trump y esparció por las redes la versión de que le habían robado la elección; fue uno de los que convocó a sus radioescuchas a viajar a Washington en enero y en un discurso previo los llamó a armarse, defender sus “derechos” y rechazar por la fuerza los resultados de esa votación fraudulenta. No fue el único que propuso la violencia; la multitud atacó el Capitolio y provocó la muerte de al menos un policía, destrozos al edificio y resquebrajó seriamente la imagen del sueño americano.
Al día siguiente de la matanza en Sandy Hook, Alex Jones comenzó una campaña en la cual afirmó que no había sucedido, que todo había sido una puesta en escena de los grupos liberales antinorteamericanos para forzar al gobierno a controlar el derecho, sagrado según él, de portar armas y defenderse de quienes los amenazan. Los niños muertos, sus cadáveres, y los maestros asesinados, fueron, dijo, sólo actores de una farsa política puesta en escena para conmover a los ciudadanos, obligarlos a entregar su artillería y quedar “indefensos” frente a las hordas invasoras.
A la muerte de sus hijos, Jones añadió un insulto despiadado, una calumnia ridícula que provocó que muchos gringos crédulos y crueles señalaran a los padres y los insultaran en sus apariciones públicas, cuando pedían justicia y también un eficaz control de armas. Desató una campaña de injurias y de infundios que hizo de las víctimas y sus familias, sospechosos y culpables de su tragedia.
Tiempo después varios padres de los chicos asesinados lo demandaron por los daños que sus mentiras ocasionaron. Fue un juicio en el que Alex se negó a aparecer al menos en una ocasión. Siguió llamándolo un “chiste” y proclamando su “verdad alternativa”, un eufemismo para esconder el embuste; pero se cuidó de solicitar a sus seguidores dinero para solventar el juicio…
Esta semana un jurado de Connecticut lo condenó a pagar un total de 965 millones de dólares para reparar los daños. Hace unos meses declaró en bancarrota su empresa, previendo el resultado. Pero dinero tiene. Apelará. Eventualmente tendrá que pagar al menos una parte: Ojalá quede en la inopia y sin fondos, y no pueda persistir esparciendo el odio y la mentira. Se merece eso y más..