Por Leonardo Boff
Estamos todos llorando el asesinato del conocido indigenista Bruno Pereira y el periodista inglés Dom Phillips. Crímenes semejantes estan sucediendo con frecuencia en la Amazonia, especialmente contra líderes indígenas, como resultado de la negligencia total con la que el presidente trata la cuestión ambiental. De forma estúpida niega los datos científicos más serios y amenaza las reservas indígenas, entregándolas a empresas mineras nacionales y extranjeras y al garimpoilegal.
El desmantelamiento, realizado por el exministro Ricardo Salles, de los principales organismos de protección de la selva, de las tierras indígenas y de la vigilancia del avance incontrolado de la agroindustria sobre la selva virgen, ha agravado todavía más la situación.
El propio Papa Francisco advirtió en el Sínodo Querida Amazonia “que el futuro de la humanidad y de la Tierra está vinculado al futuro de la Amazonia; por primera vez manifiesta con tanta claridad que desafíos, conflictos y oportunidades emergentes en un territorio son expresión dramática del momento que atraviesa la supervivencia del planeta Tierra y la convivencia de toda la humanidad”. En la encíclica Fratelli tutti (2021) advierte: “estamos en el mismo barco, o nos salvamos todos o no se salva nadie” (32).
Estas son palabras serias, ignoradas por las grandes corporaciones depredadoras, porque, si las tomasen en serio, deberían cambiar de modo de producción, de consumo y de descarte, cosa que no están dispuestas a hacer. Prefieren el lucro a la salvaguarda de la vida humana y terrenal.
Consideremos algunos datos generales del bioma amazónico, desconocidos para muchos: cubre una extensión de 8.129.057 Km2 pertenecientes a nueve países: Brasil (67%) Perú (13%), Bolivia (11%), Colombia (6%), Ecuador (2%), Venezuela(1%), Surinam, Guyana y Guayana francesa (0,15). Viven allí 37.731.569 de habitantes, de los cuales 2,8 millones son indígenas de 390 pueblos distintos, que hablan 240 idiomas, de la rica matriz de 49 ramas lingüísticas, un fenómeno inigualable en la historia de la lingüística mundial.
Existen tres ríos amazónicos: el visible, que corre por la superficie; el aéreo, los llamados “ríos volantes” (cada copa de árbol de 15 metros de extensión produce de 800 a 1000 litros de humedad) que van a llevar lluvias al Cerrado, al sur, hasta el norte de Argentina; el tercero, invisible, es el río “rez do chão”(no confundir con el sitio turístico Rez do Chão), un río subterráneo que corre debajo del actual Amazonas.
El río Amazonas, según las investigaciones más recientes, es el río más largo del mundo con 7.100 kilómetros de recorrido, cuyo nacimiento se encuentra en Perú, entre los montes Mismi (5.669 m) y Kcahuich (5.577 m) al sur de la ciudad de Cuzco. Con diferencia es también el más caudaloso, con un caudal medio de 200.000 metros cúbicos por segundo.
Es importante saber que geológicamente el proto-Amazonas formó durante millones de años un gigantesco golfo abierto hacia el Pacífico. América del Sur todavía estaba unida a África. Hace 70 millones de años, empezaron a surgir los Andes y durante muchos miles de años bloquearon la salida de sus aguas hacia el Pacífico. Toda la depresión amazónica se volvió un paisaje acuoso hasta forzar una salida hacia el Atlántico (cf. Soli, H., Amazônia, fundamentos da ecologia da maior região de florestas tropicais, Vozes, Petrópolis 1985, 15-17).
La Amazonia ofrece el mayor patrimonio genético. Como decía uno de sus mejores estudiosos, Eneas Salati: “En unas pocas hectáreas de la selva amazónica existe un número de especies de plantas y de insectos mayor que en toda la flora y fauna de Europa”; (Salati, E., Amazônia: desenvolvimento, integração, ecologia, Brasiliense/CNPq, S.Paulo 1983).
Tenemos que afirmar, contra la arrogancia del presidente, que todo el bioma amazónico no pertenece sólo a Brasil y a los otros 9 países amazónicos, es un Bien Común de la Tierra y de la Humanidad. En la visión de los astronautas eso es evidente: desde la Luna o desde sus naves espaciales, Tierra y Humanidad forman una única entidad. Brasil forma parte de este todo.
Ahora, en la fase planetaria, todos nos encontramos en una misma y única Casa Común. El tiempo de las naciones está pasando; ahora es el tiempo de la Tierra, administrada por un cuerpo multipolar y orgánico para atender a los problemas de la única Casa Común y de sus habitantes. La pandemia ha mostrado la urgencia de una gobernanza global.Tenemos que organizarnos para garantizar los medios que sustentarán nuestra vida y la de la naturaleza.
Nadie es dueño de la Tierra. Ella es nuestro mayor Bien Común. Todos tenemos derecho a andar por toda ella, como ya afirmaba en 1795 Immanuel Kant en su libro Para una Paz Perpetua. Como la Amazonia es parte de la Tierra, nadie puede considerar solo suyo lo que es un Bien de todos.
Brasil, como máximo, posee la administración de la parte brasilera (67%) y lo hace de forma irresponsable. Si la Amazonia fuese totalmente destruida, todo el sur de Brasil hasta el norte de Argentina y de Uruguay se transformaría lentamente en una sabana y, en algunos lugares, hasta en un desierto. De ahí la importancia vital de este bioma multinacional.
La irresponsabilidad de Bolsonaro es de tal envergadura que juristas mundiales consideran acusarlo de ecocidio, crimen reconocido por la ONU en 2006, y llevarlo al tribunal correspondiente. Derribar la selva es desajustar el régimen de lluvias. El agua es un bien natural, vital, común e insustituible. Sin agua no hay vida. Bolsonaro se vuelve un ecocida con sus políticas retrógradas de actividad minera y de extracción de las riquezas de la selva. Tiempos difíciles lo esperan y bien los merece por las maldades que ha llevado a cabo contra la vida.
*Leonardo Boff escribió Homem: Satã ou anjo Bom, Record 2008.
Traducción de MªJosé Gavito Milano