Por Ernesto Camou Healy
Las elecciones de Gobernador que tuvieron lugar en seis estados de la República parecen ser una buena noticia para todos, y la confirmación de un proceso que inició hace ya varias décadas.
Independientemente de quienes resultaron victoriosos, cuatro candidatos de Morena, y dos de la coalición PRI, PAN y PRD, lo importante es que se realizaron de una manera correcta, sin incidentes ni arrebatingas, ni demasiadas fricciones entre los contendientes o los gobernadores de los estados donde se realizaron.
Eso constituye una buena noticia. Si bien la renovación de autoridades fue sólo en una quinta parte de los estados del País, mueve a admiración la tranquilidad con que se vivió la jornada: Se eligieron mandatarios estatales para seis entidades de entre 28 candidatos, doce mujeres y 16 varones.
En cuatro estados salió ganador Morena, que desplazó a los partidos que ahí gobernaban y acumuló un total de 24 gubernaturas en todo México.
El PRI, otrora poderoso, sólo logró una victoria como parte de la coalición: En Durango será el priista Esteban Villegas quien reemplace al panista José Rosas Aispuro. Mientras que, en Aguascalientes, la panista Tere Jiménez será la sucesora del también miembro del PAN, Martín Orozco Sandoval.
Con esta gubernatura el Partido Acción Nacional tendrá cinco gobernadores -Aguascalientes, Querétaro, Chihuahua, Guanajuato y Yucatán- mientras que el Revolucionario Institucional verá reducida su presencia a sólo tres estados: Durango, Estado de México y Coahuila.
Entre ambos controlarán una cuarta parte de las entidades federativas del País; y Morena tendrá bajo su mando el 75% restante.
No están muy lejos los tiempos en que la noticia puntera, quiénes ganaron y quiénes perdieron, compartía titulares con frecuencia escandalosos con las reseñas de robos de urnas, trastupijes electorales, carruseles de electores que votaban sucesivamente en varias casillas, desmanes callejeros, urnas “embarazadas” y ganadores festejando “haiga sido como haiga sido”.
En esta ocasión tales desmanes, si los hubo, no merecieron llegar a los noticieros, fueron la excepción y de menor cuantía, y en lo general los participantes aceptaron los resultados, se supieron derrotados los perdedores y los ganadores lo festejaron con un sano civismo y sin demasiada estridencia.
Da la impresión de que se está regularizandola participación electoral: Ya se consideranormal votar, y hay confianza suficiente para que se acepten los resultados sin disonancias y con cierta ecuanimidad.
Las elecciones del pasado domingo son un hito más, importante, en un proceso de democratización que tiene una historia ya larga, pero que tuvo su primer triunfo importante hace apenas 33 años, cuando el panista Ernesto Ruffo Appel fue elegido gobernador de Baja California.
Con eso se logró superar una barrera muy complicada: El PAN y la gente de Ruffo organizaron un Ejército de la Democracia que consistió en miles de simpatizantes que estuvieron vigilando las casillas y el proceso de votación, y exigieron copias de las actas de cada casilla una vez terminado el recuento.
Es la única manera de conjurar el fraude”, dijo Ruffo días antes de la elección. Este antecedente dio lugar al primer esfuerzo nacional de observación de las elecciones federales.
En 1994 miles de mexicanos nos aglutinamos en un organismo que se llamó Alianza Cívica, que organizó la observación del proceso electoral de ese año.
Era tiempos complejos: Unos meses antes habían asesinado al candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta, y Salinas y el PRI habían improvisado un abanderado en la persona de Ernesto Zedillo.
Se preveían comicios accidentados y no muy transparentes. Al final, un poco a nuestro pesar, confirmamos que la mayor parte de los votos se los llevó Zedillo, y había que acatar la decisión del electorado. Fue una contribución a normalizar las elecciones, valió la pena.
Ahora, observar a seis estados alternando gobernadores y partidos, a la ciudadanía votando y aceptando con tranquilidad los resultados, confirma que vamos avanzando en el camino de la democracia. Es buena noticia.
Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.