Fantasías infantiles

Por Lilia Cisneros Luján

“Infancia es destino” se atribuye a un médico psicoanalista[1] que sin medias tintas estableció una serie de premisas, que dejan huellas –traumas- en el desarrollo de las personas a grado tal de convertirse en patologías sin remedio que apenas alcanzan a ser desmenuzadas para manejarlas mejor. Con la comprensión de la diferencia entre mentira y simple fantasía del niño; desviaciones ocasionadas por quien fue abusado por un líder espiritual –católico o de cualquier otra denominación- marginado por los ricos de su escuela; condicionado a odiar a aquellos –vecinos, comerciantes, famosos de la tv o radio- que ve inalcanzables; y en general cualquier anhelo que sus propias limitaciones le impidieron lograr, está en la posibilidad de convertirse en un adulto productivo y sano.

Si el imaginativo infante tiene la fortuna de estar rodeado de gente madura, con un desarrollo medianamente saludable o con la sabiduría de buscar ayuda cuando empieza a observar desviaciones, veremos que, con el paso de tiempo, el niño que deseaba ser bombero, astronauta, millonario, corredor de coches, pirata, reina de belleza o miembro de la nobleza, tendrá muchas posibilidades de concluir una carrera profesional, montar un negocio exitoso y hasta convertirse en líder de ciudadanos, de su empresa, colonia, población o país. Si, con todo y muchos traumas este tipo de personas llegarán a ser felices; usarán las protestas masivas luego de haber agotado toda instancia institucional que su preparación le permite asumir porque sabe que eso existe debido el esfuerzo de muchas generaciones que le antecedieron.

Hasta las fiestas de cumpleaños sirven de terapia a niños que están en pleno desarrollo. ¿asistieron sus hijos o lo hacen sus nietos a reuniones donde en vez de dulces, les dan una lección a partir de personajes de la guerra de las galaxias? ¿Ha disfrutado de la sonrisa emocionada por haber encontrado el tesoro del pirata, sin haber maltratado o robado a nadie? Quizá usted no fue capaz ya no digamos de ponerle remedio a las escapadas de su hijo saltando la barda del vecino, ni siquiera de comprender porque el empezar a disfrutar de los beneficios “del otro”, lo convertirá en un gorrón o un burócrata mediocre. ¿Cuántas modelos frustradas o actrices de segundo pelo han debido esperar tres o cuatro décadas, para denunciar al adulto que abusaba de ellas cuando apenas eran adolescentes? ¿Se hubiera evitado este trauma con el simple hecho de organizarles una pasarela infantil cuando eran niñas o era menester llevarlas con algún terapeuta? Cada uno de los que están siguiendo esta reflexión conocen de alguien que se quedó atorado en sus fantasías infantiles.

Quienes subimos por varios escalones el séptimo piso de nuestra vida, podemos dar testimonio de la forma en que nos educaban nuestros padres nacidos en los años 20 o 30. A muchos nos enseñaron como abordar y pagar en el tranvía, luego el trolebús y comenzar las ventajas entre tales “modernidades”  y el costoso camión de primera  o el camioncito de segunda[2] La gran mayoría de los niños de mi lejana infancia, jamás habían subido a un avión. Les era difícil comprender por lo tanto muchas cosas de la segunda guerra; pero nuestros padres se organizaban –no todos por supuesto- y nos llevaban al aeropuerto a ver llegar y salir aviones ¿Observó los ojos de todos los adultos que veían dicho “espectáculo” desde la torre de control del AIFA? ¡por supuesto a los más jóvenes esta reflexión no les dice nada! y solo se detienen por el morbo de algún accidente –acaba de ocurrir uno en China- o lo sensacional de ciertos avances casi todos vinculados con las armas.

Y siguiendo con el tema de las fantasías –aspiracionistas o aterradoras- muy pocos tendrán presente en su subconscientes, el temor que nos daba que nos tocara un agente aduanero malvado tratándonos como infractores, por el solo afán de quedarse con algunas de nuestras posesiones; sería algo parecido a haber logrado un trabajo en el sector público y ser acusado por perversos más experimentados que nosotros para terminar quitándonos el puesto o en el peor de los caso metiéndome a la cárcel, porque somos unos ingenuos de la política.

Hoy la moda global del servicio público son los populistas manejables por las supra economías, que con diferentes grados de propaganda convierten en realidad aquello de “el pueblo pone, el pueblo quita”, como está ocurriendo en Perú, a menos de un año de ejercicio. Este tema se facilita si los populistas seleccionados por los más listos, acumulan muchas fantasías infantiles no resueltas, de tal suerte que se les pasa del extremo negativo al positivo, si han contado con la habilidad de comprender el valor de su petróleo, litio y en general bienes que supuestamente son de la nación, pero le siguen dando inmunidad cuando no hay otro fantasioso tan hábil en su círculo cercano para llegar al punto de borrarlo.

Convenientemente la primavera se nos adelantó un día; Benito Juárez no protestó por haber pasado a segundo término frente a un militar impávido recién inaugurado y el día de la expropiación petrolera también pasó a ser una celebración escolar en un pos-Covid-19 sin suficientes escuelas.


[1] Sigmund Freud ha sido enmendado por seguidores –neo freudianos entre otros- que consideran la posibilidad de reaprender diversas respuestas a las aprendidas, casi siempre con sustento defensivo en los primeros 7 años de vida.[2] Los primeros costaban 40 centavos, y los segundo hasta 25, lo cual suponía traer un veinte con el calendario azteca –lo cual implicaba una explicación mínima de que era el cobre- y cuales requisitos eran necesarios para poder conducir un auto.

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