Por Jaime García Chávez
Unión Ciudadana (UC) se fundó entre el 23 y 24 de septiembre del año 2014. Un grupo de hombres y mujeres libres lanzó el reto de poner un hasta aquí a la tiranía de César Duarte que aparentaba tener el control absoluto y despótico en el estado de Chihuahua. Como dice la canción ranchera: se creía el rey de todo el mundo y tenía en sus haberes el apoyo del presidente Enrique Peña Nieto, políticos influyentes como Emilio Gamboa Patrón y, por supuesto, del PRI que repitió en la gubernatura por tercera vez, después del gobierno de Francisco Barrio que terminó su vida política al lado del corralismo.
Ante Duarte se hincaban todos los poderes institucionales -Congreso, Judicial-, los partidos políticos sin excepción y en el ámbito de las élites económicas también se veía ese fenómeno. Eso lo hizo pensar en escalar a las cimas del poder en la república al establecerse como el hombre fuerte de una entidad donde surgió la formidable ola democratizadora a partir de 1983. Hasta quiso tener su propio banco. Armó toda una narrativa en la que aparecía como la reencarnación de Francisco Villa. Eso cobró tintes de folclor.
Lo que fue una realidad fue la corrupción política, el saqueo de las finanzas públicas como nunca y la compra sistemática de complicidades en todas partes donde se lo proponía, lo que le sobraba era dinero del erario.
La historia de este movimiento social anticorrupción está narrada en mi libro “Ciudadanos y Rebeldes”, una obra plural y generosa con todos los liderazgos como podrá constatarlo el que así lo desee.
La lucha contra Duarte no fue improvisada, llegó desde la sociedad para barrer con el autoritarismo, el patrimonialismo y el despotismo atroz. Y le hizo frente con un bagaje sólido de teoría y práctica en la que los partidos políticos que se asumían de oposición claudicaron ante los cañonazos de dinero y puestos públicos. Fue el caso del PAN y el PRD, que se convirtieron por aquellos años en piezas clave de la partidocracia podrida que llega hasta ahora.
Iniciada la lucha, la amenaza y la difamación en contra del movimiento se hizo presente y corrió en paralelo con la tozudez y consistencia del núcleo original que le plantó cara al tirano desde 2010 y lo combatió sin darle tregua alguna.
Para ganar la partida, UC declaró dos compromisos: no comparecer en elecciones buscando puestos de representación y abrir sus puertas a todos, a la gente con o sin partido. Fue así como llegaron Javier Corral y Víctor Quintana, el primero del PAN, el segundo de Morena, entre muchos otros e hicieron sus contribuciones a la lucha que son del conocimiento público.
Llegada la elección de 2016, ambos políticos se deslindaron de UC y asumieron un proyecto de poder que naufragó con el quinquenio concluido en 2021. UC se mantuvo al margen de esa decisión, respetando la convención fundacional y no participó de ninguna manera en la campaña ni en el gobierno, de lo que estamos orgullosos, en lo personal es mi profundo sentimiento y convicción.
La lucha anticorrupción, eso se sabe de cierto, florece y es más consecuente en el ámbito de la izquierda no obstante ser transversal a toda la sociedad, sin distingos ni facciocidad. La histórica denuncia del 23 de septiembre de 2014 aún está en trámite, la administración de Corral la traicionó y la mandó a la congeladora de César Peniche y el gobierno de AMLO le ha hecho el vacío hasta ahora y así seguirá, sobre todo por los amoríos que se profesan de manera sorprendente para quienes no los conocen.
Tengo para mí que UC triunfó en la lucha contra el tirano. No me cabe duda. Pero no tuvo los alcances para vertebrar una sólida alternativa en otros órdenes. Hoy el PAN duartista está instalado en el poder y tiene como cabeza a la Campos Galván y Morena es gobierno en la república, de tal manera que militar en UC no ofrece ni abre sendas al poder gubernamental, ni puestos, ni dinero. En otras palabras, lo que fuimos en el mejor momento artífices del movimiento nos convertimos numéricamente en menos, pero no perdimos ni prestancia, ni sentido ético de pertenencia en un combate necesario, ni respetabilidad, que se nos expresa por los cuatro puntos cardinales del estado.
Por eso queremos relanzar UC, vemos condiciones y estamos armados de una vasta experiencia para seguir combatiendo por el poder ciudadano que tanto necesita nuestro país. En Chihuahua vivimos tiempos de expoliación por un gobierno que sangra a los causantes.
Tenemos la fortaleza para seguir adelante, una gran experiencia y por eso: convocaremos.