Un legado inexistente

Por Francisco Ortiz Pinchetti

Asombra –aunque debiera divertir— la preocupación de Andrés Manuel por asegurar, dice, la continuidad de la transformación del país que ha iniciado, en la eventualidad hipotética y remota de su fallecimiento. Muy laudable su congoja. Sólo que esa, la llamada Cuarta Transformación, todavía no se inicia: no existe. La falta de un proyecto realmente revolucionario, que modificara las estructuras y pusiera al menos los cimientos de un nuevo régimen político, no se han dado. Ni siquiera una tibia reforma fiscal.

Ha destruido mucho, hay que reconocerlo; pero en realidad no ha construido nada. ¿O sí?

Tan en serio se la toma, sin embargo, que da por hecho que el país ya cambio, es otro: justo, equitativo, sin corrupción ni impunidad, sin violencia, con un sistema de Salud como el de Dinamarca… Un pueblo, el mexicano, feliz, feliz, feliz, ha repetido.

De esa convicción da cabal idea un párrafo de su perorata cuando hace unos días culpó al ex director de Fonatur, Rogelio Jiménez Pons, del desastre del Tren Maya por no aplicarse y no entusiasmarse con el proyecto.

Dijo: “Por encima de todo está el interés superior, el interés del pueblo y de la Nación y nosotros tenemos un compromiso con la transformación del País; o sea, podemos querer mucho a una persona pero si esa persona, este, no se aplica, no se entusiasma, no tiene las convicciones suficientes, no internaliza de que estamos viviendo un tiempo histórico, un momento estelar (sic) en la vida pública de México, un tiempo interesante, y está pensando que es la misma vida rutinaria del Gobierno, que todo es ortodoxo, que todo es plano, que no importa que se pase el tiempo, pues entonces no está entendiendo que una transformación es un cambio profundo”.

Desde el mismo día en que tomó posesión, el 1 de diciembre de 2018, el flamante Presidente de la República decidió con inaudita audacia y no menos soberbia, ingresar a priori al paraninfo de los Héroes Nacionales, a la altura de nuestros grandes próceres. Ninguno de sus ahora pares por decisión suya tuvo semejante osadía como para anunciar que haría la primera, segunda o tercera transformación del país y que, en consecuencia, entraría al nicho dorado de los adalides de esta Nación.

En los hechos, cumplida ya la mitad de su mandato, la realidad lo desmiente.

Francamente no creo que la construcción de una refinería, un aeropuerto y un tren turístico, sus tres emblemáticos proyectos, todos controvertidos e impugnados, alcancen para entrar a la historia por la puerta grande de la inmortalidad. Dudo que eso sea suficiente para ganarse un lugar en ese logotipo integrado por nuestros próceres, que el mandatario tabasqueño dispuso como emblema de su gobierno. No me imagino a José María Morelos y Pavón, a Miguel Hidalgo y Costilla, a Benito Juárez García, a Francisco Ignacio Madero González y al general Lázaro Cárdenas del Río –a quien incluyó con calzador, por cierto– haciéndole un lugarcito al prohombre de Macuspana.

No se ganaron semejante privilegio ni Miguel Alemán Valdés por la construcción en 1950 de la refinería “Ing. Antonio M. Amor (RIAMA) en Salamanca, Guanajuato, ni Luis Echeverría Álvarez por la “Miguel Hidalgo”, inaugurada en 1976 en Tula. Tampoco quienes promovieron la construcción de las otras cinco refinerías de Pemex que hoy mal funcionan en la República.

Tampoco está entre los próceres del membrete presidencial, por supuesto, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, impulsor del primer sistema ferroviario mexicano, el Ferrocarril Interoceánico, ni su sucesor Sebastián Lerdo de Tejada, que inauguró la ruta México-Veracruz, crucial para el desarrollo del país, en 1873. O para hablar de portentos de Ingeniaría, los constructores del Ferrocarril Chihuahua-Pacífico, el Chepe, inaugurado en 1961 por Adolfo López Mateos, que tampoco está entre los ungidos por la historia. El tren enlaza las ciudades de Chihuahua en el estado del mismo nombre y Los Mochis, en el estado de Sinaloa, en la costa del Océano Pacífico. Recorre 673 km, atravesando las Barrancas del Cobre (consideradas entre las 13 maravillas naturales de México), 37 puentes y 86 túneles. Hoy es el único tren de pasajeros, turísticamente exitoso, por cierto, que funciona en el país.

El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), oficialmente Aeropuerto Internacional “Benito Juárez”, es la terminal aérea más transitada de México y América Latina por número pasajeros y operaciones aéreas (en 2021 transportó más de 36 millones de pasajeros en 2021). Actualmente está más que saturado, rebasado. La Terminal 1, con 44 posiciones además de 10 salas móviles, fue inaugurada también por el presidente Alemán Valdés, en 1952, y en 1963 el Aeropuerto Central cambió su nombre por el actual de AICM, durante el gobierno de López Mateos. Felipe Calderón Hinojosa puso en marcha en 2008 la Terminal 2, con 23 posiciones y 10 salas móviles (mayor también que el aeródromo de Santa Lucía).

Tampoco da para ser Héroe Nacional la ampliación innegable de los programas sociales, con todo y que tengan una intención abiertamente electorera. Pensión para más viejos, becas para los jóvenes, subsidios para los agricultores son hoy derechos Constitucionales que se han fortalecido, pero tampoco ellos conforman una transformación como la que mandatario presume, ni mucho menos. En los resultados, ocurre que hoy hay más mexicanos en situación de pobreza que cuando se inició este Gobierno. Y los ricos maaás ricos son ahora más ricos todavía: no se ha cerrado un ápice tampoco la brecha infame entre unos y otros, al contario.

Si como es un hecho son esos programas y sus tres proyectos de infraestructura mencionados el único legado de Andrés, resulta francamente exiguo su cacareado y misterioso testamento. Pienso que lo único que nuestro Presidente podría dejar a sus correligionarios es un movimiento informe, sin estructuras ni liderazgos reales fuera del suyo propio, que nunca cuajó como partido político precisamente por su prominencia como caudillo todopoderoso, que estallaría como olla exprés –o mejor dicho, como olla de grillos– en cuanto faltara su fundador. Válgame.

DE LA LIBRE-TA

¿LOS FACHOS DEL MADRID? El actor Tenoch Huerta acusó con sarcasmos al Colegio Madrid, que fue fundado por exiliados de la República Española en México, de ser una institución educativa “de izquierda” que forma “fachos”. En una entrevista de John Ackerman que fue transmitida el domingo pasado por TVUNAM y rescatada en su esencia por el portal Libre en el Sur, el ganador del premio Ariel espetó bajo una generalidad –y sin contexto histórico–, que los alumnos del Madrid son parte de una “élite” en México, la misma que concentra el quehacer cultural. Y luego soltó, mientras Ackerman asentía visiblemente divertido con una expresiva carcajada: “Me da risa porque es la escuela de izquierdas que se encarga de educar a la ultraderecha de México”. Pobre Tenoch.

@fopinchetti

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