Por Francisco Ortiz Pinchetti
Por supuesto que puede entenderse y en algunos casos hasta justificarse la preocupación de la jefa de Gobierno capitalina por preservar la golpeada economía de Ciudad de México, que incluye la supervivencia de los negocios privados. La que es inaudito es la irresponsabilidad con la que pretende Claudia Sheinbaum Pardo minimizar una amenaza del tamaño de la cuarta ola de la pandemia, precisamente la que tiene que ver con la ultra contagiosa nueva variante Ómicron de COVID-19.
Cerrar los ojos ante la evidencia contundente de las cifras oficiales, las del propio gobierno, resulta en una actitud sencillamente criminal. El hecho afortunado de que efectivamente el crecimiento del número de personas hospitalizadas no tiene equivalencia con el de número de contagios registrado en los últimos días, no puede justificar la ligereza con la que la mandataria local asegura que no hay alarma ante el rebrote de la pandemia.
Menos se puede concebir que la propia autoridad fomente las aglomeraciones, como ocurrió con la apertura de la llamada Verbena Navideña en el zócalo capitalino y la autorización para romerías comerciales en todos los rumbos de la ciudad, incluidas por supuesto las del recién pasado Día de Reyes. Todos fuimos testigos a través de los medios de las legiones de capitalinos sin distancia y muchos de ellos sin cubre boca que se agolpaban en las zonas comerciales y formaban filas normes en la feria popular. Ahora podemos empezar a pagar las consecuencias.
“No hay ninguna alarma, digamos en la Ciudad, frente al incremento de casos dado que no se representan en términos de hospitalizaciones, y la otra parte importante es decir que hay contagios, pero la enfermedad no es grave, eso es gracias a la vacunación”, aseguró justo mientras el número de contagios en el país rebasaba los tres mil diarios, hace apenas una semana.
Este miércoles, la cifra oficial fue de 20 mil 626 casos. En Ciudad de México, donde había bajado a menos de 400 antes de Navidad, hubo 5 mil 339 nuevos casos.
Por supuesto que la alarma existe y es mundial. La variante Ómicron del coronavirus sigue extendiéndose por todo el planeta y provocando cifras récord de nuevos contagios diarios que obligan a decretar cierres y nuevas restricciones cuando están a punto de cumplirse dos años de pandemia. El miércoles, Estados Unidos, el país más enlutado del mundo con arriba de 832 mil muertos por COVID-19, registró unos 600 mil nuevos casos. En un día.
En todo el mundo, el coronavirus ha provocado al menos 5.4 millones de muertes, con casi 300 millones de casos comprobados. Ómicron es mucho más contagiosa que las variantes precedentes, aunque no está provocando un aumento de la mortalidad, según las cifras oficiales y los análisis de organismos internacionales.
Es decir, todo confirma que estamos ante una nueva y virulenta etapa de la pandemia, menos letal por fortuna, pero que dada su incidencia masiva igual podría saturar, como ocurre ya en otros países, nuestra exigua capacidad hospitalaria. De buena fuente sé que en los hospitales capitalinos del Sector Salud se habla ya otra vez de reconversión. Mal indicio.
Eso nos lleva a asumir que tenemos no sólo que observar las hoy relajadísimas medidas sanitarias preventivas, como el uso del cubre bocas y la distancia social, sino de plano regresar a la cuarentena, al encierro. La restricción de las actividades económicas no es lo deseable en una entidad que todavía no se repone siquiera de los estragos sufridos en los días más fuertes de la emergencia; pero puede ser simplemente inevitable en algunos ramos comerciales, por ejemplo.
El regreso a clases presenciales auspiciado –y defendido– por el propio gobierno es otro tema de controversia. Se argumenta a favor el evitar el daño que puede significar para niños y adolescentes el cierre de su escuela, pero se soslaya un hecho perturbador: la resistencia de las autoridades sanitarias, con el apoyo abierto del Presidente de la República, a la vacunación de menores, se traduce ahora en que los pequeños se están contagiando con la Ómicron y son fuente directa de contagio familiar. Todos conocemos casos cercanos.
De supeditarse la estrategia gubernamental ante la pandemia otra vez a razones políticas y no científicas puede traer consecuencias catastróficas. Ahora lo sabemos por experiencia. Ante eso sólo la iniciativa individual de la ciudadanía que se convierta en acción colectiva puede menguar los estragos que se avecinan. Y en esto estarían incluidos los propios comerciantes, empresarios conscientes y responsables. La cuarentena es un mal absolutamente necesario. Aunque no le guste a Claudia. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
¿FRASE DEL AÑO? Apenas empieza el 2022 y el flamante Gobernador morenista de Zacatecas, David Monreal Ávila, se aventó ya la que puede ser la Frase del Año. Ante la aparición de una camioneta con 10 cadáveres frente al Palacio de Gobierno de la recién nombrada Capital Americana de la Cultura, pidió a los zacatecanos “encomendarse a Dios”. El tema es que puede aplicarse a muchos otros aspectos de la vida nacional que hoy nos aquejan. Y los que vendrán.
@fopinchetti