Por Hermann Bellinghausen
El poder es una quimera demasiado real para resistírsele. Tangible, eficaz, estimulante. Alejo vive atrapado en la disyuntiva de entregarse de lleno a su juego, como de por sí hace, o dejarlo por otra cosa, probablemente mejor, pero probablemente no. Nada es mejor que el poder, eso lo sabe cualquiera que lo haya ejercido. En una escuela, un barrio, una oficina, un banco, un gobierno, un campo tomatero, un grupo armado, una iglesia, una fábrica, frente a un botón rojo. No sólo por el gusto gallinero de cagarse en los de abajo, sino porque uno se siente agraciado, talentoso, astuto, temido, adulado, necesario, convenientemente odiado, famoso, contento con lo logrado pero con apetito por más. Un apetito insaciable, Alejo sabe.
Es relativamente joven y están por darle una dirección general. Hasta ahora asesoraba con buen sueldo a un jefe muy alto, le contaba chistes, le recomendaba películas, le surtía citas clásicas, le resumía lecturas, lo ponía al tanto de las redes, le investigaba buenos restaurantes discretos. Redactaba discursos para ese u otros jefes, no necesariamente suyos. Dada la naturaleza de su trabajo, se codea con intelectuales, conoce escritores, periodistas, actores, actrices, políticos. Cultiva el bajo perfil, pero no quisiera quedarse allí para siempre. Le encanta ser reconocido por alguien importante.
La oferta que le hacen es irresistible. Posee la capacidad para aportar mucho desde ese puesto. Se sabe preparado para tomar decisiones, incluso influir en el curso general de las cosas. Alejo exuda seguridad en sí mismo, desconoce la envidia (recurso de mediocres) aunque competitivo sí es. Despiadado, mas con espíritu deportivo; sabe perder, aunque odia que le suceda. Hábil y flexible, evita que le pase, arría banderas cuando es lo recomendable y espera. No mucho. El exceso de paciencia es mal visto, tampoco eres pendejo de nadie.
La disyuntiva es radical, casi tremenda. Puede rechazar el cargo, lo que parecería ofensivo, o mostraría miedo, pequeñez, y eso no ayuda para ocasiones futuras. Conservaría la cómoda posición que ocupa, su libertad, aunque de seguir así pronto dejará de servirles y servirle. Amigas atractivas no le faltan y se la pasa cambiando de novia. Es la fecha que no se las toma en serio. Hace poco anduvo con una chica superior jerárquicamente, y aunque terminaron mal, a él le subió los bonos. Conquistar siempre significa poder. Pero también aburre. Prefiere aplicar su constancia en otras materias.
Claro que contempla una opción más. Bajarse del carro, abandonar esa ruta y meterse por caminos secundarios y veredas de extravío. Ahorros tiene, y hay mucho de Europa que no conoce. Si bota todo y se esfuma, ¿cuántos irán a extrañarlo? ¿Le importará que lo echen de menos mientras se baña en las islas griegas o bebe vino en la Toscana perfeccionando su italiano?
Qué burgués todo. Sucumbir al encanto del poder, sus largas y sus apoteosis, hasta el lejano retiro en cómoda residencia y prosperidad acumulada. O dejarse ir con la libertad en la mochila y la tarjeta, entregarse a los caprichos del viento confiado en la suerte.
Se dice fácil, pero el exceso de oportunidades se pone complicado y uno puede cagarla gacho. Aquí tiene todo ganado, las conexiones, la escena, el mercado, los prestigios, las credenciales, el carisma probado. Allá sería nadie, un turista cualquiera, cuando más el mexicano
(hay lugares donde eso cae en gracia, como Japón, India o Tailandia, y a veces Alemania). Depositaría su futuro en inversiones a plazo. A lo mejor un día escribe unas memorias de viaje y demuestra su valía en el medio intelectual y artístico donde ahora es si acaso un actor de reparto.
Alejo se considera progresista y alivianado. Viene de la izquierda decente, su espíritu es democrático, su paladar y su oído, educados. Sabe idiomas, o al menos los lee. Le enorgullece su pasado universitario. Por todo esto, asume estar preparado para servir en una responsabilidad seria. Ha evitado la corrupción, salvo en detalles de poca monta, de los que nadie pela. Quien esté libre de culpa que arroje la primera piedra. Además, en su experiencia colateral observó que manejarse bien en el pantano y no mancharse también favorece su carrera. En el poder esas cosas se entienden por no ser pendejo
.
¿Invertir en un negocito? ¿Un restaurante o bar en algún pueblo mágico, sibarita y bohemio, como le encanta, rodeado de amigos? Es demasiado impaciente, quizá no aguantaría esa clase de tranquilidad. Añádase que el poder es celoso, si lo dejas, no te facilita el regreso, ya no confiarán igual los de arriba, tu lealtad tiene agujeros.
Alejo debe decidir ya. No sabe si echar un volado o ir a que le hagan su carta astral o le lean el Tarot. A lo mejor ya decidió pero finge no saberlo, y pasará lo que tenga que pasar.