Por Francisco Ortiz Pinchetti
— Seguramente no serán pocos los que ven similitudes claras en la actitud de Donald Trump ante el triunfo de su adversario demócrata Joe Biden y la que pudiera asumir Andrés Manuel López Obrador en 2024. Y que juzguen que los bochornosos acontecimientos vividos el miércoles pasado en el Capitolio de Washington pudieran ser un antecedente de lo que los mexicanos podemos ver dentro de tres años y medio. Personalmente no lo dudo.
Sin embargo, pienso que puede verse al revés.
Hay “otros datos”, como diría el propio mandatario tabasqueño. Y otros antecedentes: Amparado en argumento de un fraude electoral que como ahora el republicano Trump nunca probó, Andrés Manuel López Obrador desacató el orden constitucional en 2006 y mandó al diablo a las instituciones. Desconoció los resultados oficiales del entonces IFE y el fallo del Tribunal Federal Electoral, que ratificó el triunfo de Felipe Calderón Hinojosa por un apretado 0.56 por ciento.
Sin pruebas, agarrado de una demanda deliberadamente ilegal que él sabía imposible de conceder, exigió el “voto por voto, casilla por casilla” que implicaría la anulación de los comicios del 2 de julio anterior. Instaló un plantón con carpas vacías que bloqueó durante 47 días el Paseo de la Reforma de la capital del país y que provocó pérdidas por más de 8 mil millones de pesos a los comerciantes de la zona.
La autoridad electoral accedió a realizar un conteo parcial, aleatorio y científicamente representativo, que ratificó al apretado resultado a favor del candidato del PAN. Todo eso está debidamente documentado.
Andrés Manuel, como ahora Trump, desconoció sin más el orden constitucional y se autoproclamó, avalado por su propia Convención Nacional Democrática (CND), como “Presidente legítimo” de México. La CND rechazó a mano alzada “la usurpación” y desconoció a Calderón Hinojosa como Presidente de la República.
Asimismo, los convencionistas repudiaron “la República simulada” y en consecuencia declararon “la abolición del régimen de privilegios” y acordaron organizar un plebiscito hacia un constituyente. López Obrador “tomó posesión” con una bandera nacional hechiza sobre el pecho el 20 de noviembre de 2006 en el Zócalo de la Ciudad de México.
El resolutivo de la Convención precisaba textual que la movilización “iniciará el 27 de septiembre, continuará entre el 2 y el 12 de octubre y tendrá, en este año, su punto nodal el primero de diciembre, con la concentración de todo el movimiento contra la usurpación a través de acciones a las que convocará una comisión nacional, aprobada ayer, para impedir la toma de protesta de Calderón Hinojosa”.
Una vez declarado “Presidente legítimo”, la convención autorizó a López Obrador a integrar un Gabinete y “establecer en la capital del país la sede de su gobierno, aunque con carácter itinerante, que observe un protocolo republicano y recabe fondos propios”.
¿Ya se nos olvidó?
En vísperas del primero de diciembre de ese año, López Obrador envió a las hordas en ese entonces perredistas a bloquear y tomar el Palacio Legislativo de San Lázaro, para evitar por la fuerza que Calderón Hinojosa tomara posesión como el Presidente constitucional que era. En el recinto y al grito de “es un honor estar con Obrador”, sus seguidores tomaron la tribuna a sillazos, bloquearon con las curules el acceso a los legisladores de otros partidos y se liaron a golpes con sus rivales, en una jornada verdaderamente vergonzosa.
Finalmente, con el apoyo de la bancada priista, el Presidente saliente Vicente Fox Quesada y el Presidente electo, así como los integrantes de la mesa directiva del Congreso, lograron entrar al salón de sesiones por la puerta llamada “tras banderas” y, entre empellones, insultos, destrozos, coros y pitidos el panista juró cumplir y hacer cumplir la Constitución. López Obrador nunca lo reconoció.
Siendo realista, es claro que esas actitudes –y otras más radicales– pudieran repetirse ante una eventual derrota electoral de su partido en las elecciones intermedias de este 2021 y sobre todo en las de 2024, cuando tendría que dejar el poder al concluir su mandato iniciado en diciembre de 2018, luego de haber sido legal y democráticamente electo Presidente de la República. ¿Emularía él a Donald Trump… o viceversa? De lo que estoy cierto es de qué, como en la fábula del escorpión y la rana atribuida a Esopo, ¡está en su naturaleza! Válgame.
DE LA LIBRE-TA
¿Y LOZOYA, APÁ? La farsa parece confirmarse a medida que transcurren las semanas y los meses sin que de hecho se inicie el proceso contra el exdirector de Pemex, hoy protegido del Gobierno federal, a pesar de existir al menos cuatro cargos en su contra. Emilio Lozoya Austin no sólo no ha pisado la cárcel ni para firmar su libertad, sino que goza de plena impunidad. El problema es que antes de que termine enero se vence el plazo de seis meses para que se defina su situación legal. Y entonces sabremos si fue perdonado a cambio de sus acusaciones sin pruebas contra personajes que han sido capitalizadas política y electoralmente por ya sabes quién. Y tan tan.
@fopinchetti