Por Francisco Ortiz Pinchetti
No les bastó el desastre electoral sufrido por su partido en las pasadas elecciones. Tampoco el surgimiento de una fuerza descomunal encabezada por Andrés Manuel López Obrador que tiene ya copados todos los espacios de poder en este país. Ni la acumulación de escándalos en los que han sido protagonistas sus dirigentes y militantes. Los panistas siguen como si nada, en pos de su tajada política, así sea miserable.
Y reinciden de nuevo en los vicios que han hundido paulatinamente al PAN durante los últimos años, a partir de que el ejercicio del poder vulneró sus principios éticos y propició enriquecimiento, prepotencia y simulación.
Hoy convertido en una raquítica segunda fuerza política nacional, el PAN no encara sin embargo esa enorme responsabilidad: la de ser una alternativa viable para millones de mexicanos que no votaron por Morena y que están en espera de una opción diferente para este país, a mediano y largo plazo.
Son unos irresponsables.
Lejos de valorar esa circunstancia un tanto fortuita, reinciden en las prácticas viciadas que han acabado con su prestigio como una opción política respetable y digna que a lo largo de 70 años dio innumerables testimonios de su vocación democrática y su apego a los principios de honestidad y congruencia que le legaron sus fundadores.
Ante la renovación de su dirigencia nacional, mancillada de muchas maneras por Ricardo Anaya Cortés en su loco afán de convertirse en candidato presidencial, con un partido dividido y enlodado, los panistas no cambian. Vuelven a la “negociación” y a la componenda para repartirse otra vez el ahora exiguo pastel de los cargos y las prerrogativas económicas y optan por una fórmula de “unidad” que garantice, no la renovación urgente del Partido, sino la impunidad absoluta en el manejo de “moches”, candidaturas y cargos partidarios.
Un hombre absolutamente ligado al ex dirigente y ex candidato Anaya Cortés, Marko Cortés Mendoza, sin mayores méritos propios y sin una carrera destacada, se convierte de pronto en el candidato idóneo para “rescatar” al partido de las garras… ¡de ellos mismos! Y en aras de esa unidad, pero a cambio por supuesto de beneficios políticos y personales, el indomable ex senador Héctor Larios Córdova, primer cuestionador de Anaya Cortés, y el aguerrido ex gobernador de Puebla, el ex priista Rafael Moreno Valle, se suman a la pandilla anayista con la promesa de la secretaría general del partido para el primero, y la coordinación de la bancada panista en el Senado, para el segundo.
El propio Cortés Mendoza, con una fuerte dosis de cinismo, hizo un llamado a quienes han expresado su interés de participar en la elección interna, “para que juntos construyamos un proyecto que reconoce los errores cometidos, comprometiéndose a corregirlos, realizando un cambio profundo de fondo y de forma, un proyecto que busca fortalecer al partido, que retome nuestra democracia interna y respeto a los militantes”.
Frente a ellos, como en una reacción desesperada, surge la candidatura de Manuel Gómez Morín Martínez del Río, nieto del fundador del partido. Lo respaldan panistas de trayectoria sin tacha, como Ernesto Ruffo Appel y Javier Corral Jurado, así como otros muchos militantes ajenos al grupo dominante que se apoderó del partido.
Ocurre sin embargo que Gómez Morín, a quien conozco personalmente como un hombre de bien, entra a la contienda que culminará el próximo 11 de noviembre en condiciones de desventaja evidente. El grupo anayista conserva todavía el control de la estructura del partido, un padrón interno nada confiable de 280 mil militantes y los recursos humanos y materiales para dominar el proceso. La mayoría de los pocos panistas que alcanzaron algún cargo legislativo de mayoría o por la vía plurinominal se lo deben a Anaya Cortés y a su grupo: son incondicionales.
El nieto del político chihuahuense que en 1939 puso los cimientos de una utopía democrática, alcanzó la primera hazaña de juntar 28 mil firmas de militantes para apoyar su nominación a la presidencia del CEN, lo que no es poca cosa. Al registrarse acusó que la militancia ha sido minimizada, que los panistas han sido marginados, no han sido tomados en cuenta por la dirigencia que hoy día se siente dueña del PAN y que toma decisiones, no en interés de la militancia sino en función de la propia dirigencia, de las cúpulas. Y estrenó un lema: “La sangre llama”.
Dicen los que conocen el partido, como el gobernador chihuahuense Corral Jurado, que el ex diputado federal mexiquense va a dar una sorpresa. Para eso sería necesaria una auténtica rebelión de militantes que ponga fin a la actual caterva de panistas irresponsables y deshonestos que se han adueñado de Acción Nacional. Y eso no parece muy fácil. Válgame.
@fopinchetti