La crisis de Nicaragua

Por Ernesto Camou Healy

—Hace tres meses que se desató la crisis política y social de Nicaragua. El detonador fue un intento de reforma al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) para aumentar las cotizaciones de los trabajadores, y disminuir las pensiones de los jubilados; a eso se añadió el desgaste del gobierno de Daniel Ortega que lleva ya alrededor de 23 años, no continuos, en el poder.

Nicaragua tiene más de seis millones de habitantes distribuidos en aproximadamente 130,000 km2; su territorio cabe cómodamente en el del estado de Sonora, pero está situado en el trópico y las compañías bananeras desde antiguo lo querían controlar. En 1937, con la complicidad de los gobiernos norteamericanos, se hizo del poder Anastasio Somoza García que gobernó hasta 1956; le siguió su hijo, Luis Somoza Debayle hasta que murió en 1967 y dio paso a su hermano, Anastasio Somoza Debayle, que fue dictador hasta 1979: 42 años…

Ortega fue uno de los comandantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional que derrocó a los Somoza en 1979, y estableció un gobierno revolucionario que planteó el bienestar de las mayorías como su objetivo. Después de presidir la Junta de Gobierno posterior a la revolución, Ortega perdió en elecciones democráticas y cedió el poder a dos presidentes de centro derecha, para ganar la presidencia de nuevo en el año 2006 y mantenerse en el cargo, mediante cambios constitucionales por lo menos cuestionables, desde entonces. En la última votación su compañera de fórmula como vicepresidente, fue su esposa Rosario Murillo.

Durante sus periodos Ortega ha ido consolidando el control sobre el aparato de gobierno y buena parte de las televisoras del país; ha desarrollado, al parecer, una estructura paramilitar bajo la cobertura de las Juventudes Sandinistas. Muchos de sus antiguos compañeros en la guerrilla, gente de la talla del poeta Ernesto Cardenal, que fue su Ministro de Cultura, se alejaron de él y su gobierno. “Mi renuncia al Frente Sandinista, dijo Cardenal, se debe al secuestro del partido que orquestó Ortega y su grupo.”

Las reformas al INSS provocaron que muchos estudiantes salieran a la calle a protestar y fueran reprimidos con fuerza por batallones paramilitares de las Juventudes Sandinistas. Por la represión se multiplicaron las protestas en Managua y otras ciudades. Los estudiantes se parapetaron en la universidad y grupos de policías antimotines los atacaron ferozmente. Ese 19 de Abril cayeron los primeros tres muertos: dos estudiantes y un policía.

Al día siguiente los reclamos se esparcieron por las principales ciudades, y los estudiantes fueron recibidos por antimotines, y atacados con francotiradores desde los techos del estadio nacional. Los muertos aumentaron y en tres días pasaron de cincuenta. Durante estos episodios, jóvenes paramilitares atacaron comercios y robaron mercancía para culpar a los universitarios. La violencia se disparó y el gobierno de Ortega pasó a la represión con balas de goma y de plomo.

La iglesia Católica comenzó a intervenir para proteger a manifestantes que habían sido cercados por fuerzas del gobierno, y para buscar una solución política. Muy pronto los paramilitares se enfocaron contra curas y obispos, y algunos fueron atacados a balazos por grupos leales a Ortega. En Mayo se formó una comisión nacional para el diálogo pero Ortega afirmó que ese grupo, integrado por empresarios, estudiantes, sacerdotes y obispos, tiene intenciones golpistas, y los considera enemigos, suyos y de la patria, dice. Los asesinatos de estudiantes y manifestantes continúan y las fuerzas paramilitares queman iglesias y hasta una catedral. Todo el mes de junio solo hubo llamativas al diálogo, sin que cesaran los asesinatos de manifestantes y opositores a Ortega. Ahora se habla de al menos 300 asesinados y más de 2,000 desaparecidos.

Todo apunta a que el mandato de Ortega, y su mujer, llegó a un límite; hace mucho dejo de ser el revolucionario que ayudó a tumbar a Somoza. Se ha ido convirtiendo en un mal remedo de aquel dictador…

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