Por Lilia Cisneros Luján
En unos poquitos días, empezará el tercer mes del año 2023. Así como se mostró ayer domingo en Tamaulipas con la elección extraordinaria de un senador, son muy pocos y mayormente de la tercera edad, quienes comprenden el valor de la participación en la parte electoral de los procesos democráticos ¡ese es el mayor riego! a mediados de este año en los estados de México y Coahuila y dentro de un año en la renovación de algunas gubernaturas, nuevos legisladores y el relevo de presidente de la república.
La gente, al igual que en la mudanza de siglo, sigue pidiendo “una trasformación”, se dio cuando llegó Vicente Fox; dentro de la misma marea arribó otro panista, aunque de grupo diferente; luego el PRI regresó en la locura de la fama y la imagen mercadológica, para concluir en los tres sexenios, casi con desilusión y anhelo de que sigamos mutando. Ahora llegaron los que formados en el PRI de antes, jugaron sus destinos con una buena dosis de resentimiento por no haber podido lograr sus anhelos de poder dentro del partido que les dio oportunidad de entender de política y que dígase lo que sea, nos permitió como país, crecer organizar instituciones que bien que mal funcionaron y nos dieron un relativo estado satisfactorio de salud, bienestar, prestaciones en general como ciudadanos, familias y sobre todo con la posibilidad de darles a nuestros hijos mejores condiciones que las que tuvimos que afrontar, para los logros que nos habíamos propuesto.
Estamos pues en la puerta de otra transformación, ¿Qué nos abruma? ¿Por qué deseamos otra vez cambiar? Las emociones sociales parecen enmarcase en: el miedo, la angustia, la decepción y hasta el arrepentimiento. Por supuesto, no estamos exentos de liderazgos interesados en valores distintos de lo que ha sido la aspiración popular de un México sin tanta violencia, con interés por conservar lo que nos ha funcionado, corregir o mejorar lo que sentimos que se ha quedado corto y por supuesto “justicia” sobre todo a aquellos a los cuales se les ha arrebatado, familiares cercanos, bienes que se consiguieron con esfuerzo y trabajo y la posibilidad de terminar nuestra vida en paz, armonía y gozando del desarrollo normal de los descendientes. ¿Entendemos todos, a donde nos lleva el camino de la venganza? ¿Nos deja satisfacción y florecimiento la constante descalificación a quien piensa distinto, sea este mi familiar, vecino, colega, amigo o simple conocido?
Al parecer lo que más urge es el desquite no tanto la justicia, demanda de mucho tiempo atrás. Es esa necesidad la que da lugar a las normas, los sistemas jurídicos y con el tiempo el Estado de Derecho, tema por cierto en crisis aumentada los últimos cuatro años. Es ese el clamor del próximo domingo, los ciudadanos acordamos reunirnos el 26 de febrero, dos días después del día de la bandera a expresar nuestro mandato para que todos los que tienen la oportunidad de servir lo hagan. Que sean los ejecutivos de los estados y de la república, ejemplo de la defensa de la democracia, la libertad propia –individual y colectiva- así como la riqueza de ser diversos. Debido al aumento de la pobreza, la ignorancia y la mediocridad, celebraciones importantes como será el día de la bandera, se están convirtiendo en ocasión de armar grupos de supuestos adeptos cuya mayor finalidad es el aplauso y la felicitación vacua en vez de la enseñanza y el reforzamiento de los símbolos que dan contenido a nuestra esencia como mexicanos que aspiramos a estar orgullosos de nuestra nacionalidad. ¿Cuántos niños de primaria y preadolescentes de secundaria saben qué hace 90 años Francisco I Madero y su vicepresidente Fueron obligados por militares traidores a estampar su firma en un documento de renuncia a sus cargos? ¿Conoce Usted, los detalles del asesinato de estas dos personas que lucharon por dar a México mejores condiciones políticas?
Y ya que hablamos de celebraciones ¿Qué piensa Usted de que las familias de 65 mineros en Pasta de Conchos, sigan sin ser atendidas con relación a la muerte de sus padres, hijos o familiares de cualquier tipo que trabajaban en turno nocturno en una mina de carbón? Y buscando la solución a demandas de justicia, ¿Cree Usted que de verdad van a proteger de la extinción a la vaquita marina? ¿Tiene la certeza de que disminuirá el abuso de la vía pública ahora, que se ha limpiado el sembradío de marihuana y la comercialización de esta y otras drogas en una de las principales avenidas de la ciudad capital? ¿Qué sanción se le ocurre a Usted para los responsables de plantar un árbol en donde se dejó morir una palmera a la cual no se le dio el mantenimiento adecuado? ¿De verdad disminuirá la corrupción por las indagatorias que exhiben a un coronel sinvergüenza que utilizó desde inicio del sexenio, recursos fiscales para contratar servicios que no han dado buenos resultados? Lo cierto es que la ciudad toda y al parecer buena parte del territorio nacional, padece por deficiente mantenimiento –en carreteras, puentes, vehículos, presa, sistemas de suministro de agua, bosques, selvas etc.- y no basta con recordar a Ángela Gurría, “mujer que picó piedra en un mundo de hombres”, por el mérito, de haber fallecido a los 93 años, tiempos durante los cuales algunos se han enterado de su aportación escultórica entre muchas otras cosas su monumental obra realizada con motivo de la olimpiada del 68 en nuestro México. La partida de esta mujer, la muerte del ahuehuete, la banalización de memoriales que pasaron de ser símbolos a convertirse en celebraciones más cercanas al espectáculo que a la esencia histórica, nos obliga a preguntarnos ¿Queremos de verdad volver a cambiar o solo recuperar el rumbo? Pero hacia donde pensamos que debe ser dicho rumbo? ¿Será pertinente innovar o bastará con evolucionar en base a la inteligencia?