Por Ernesto Camou Healy
Ya llevamos un año y ocho meses de reclusión, y la pandemia permanece como una amenaza, por más que intentemos minimizarla. Casi todo el País está en semáforo verde, lo que supone un riesgo menor, pero mientras sigamos necesitando esa coloración más o menos ominosa en el mapa, es señal de que todavía existe una cierta medida de alarma. En un futuro, esperamos que cercano, no será necesario pintar todo el mapa con colores, entonces podremos respirar con alguna tranquilidad y comenzar a construir una nueva normalidad.
En Europa se anuncia una cuarta ola de epidemia. Ha habido un repunte de contagios y se han incrementado las hospitalizaciones. Solamente en Alemania se llegaron a contagiar, en un solo día, 33,949 personas, un récord desde el inicio de la enfermedad. En Rusia, Ucrania y Rumania los aumentos porcentuales con respecto a la semana anterior han sido de 8%, 1% y 4%, y las muertes y las hospitalizaciones también se han incrementado sustancialmente.
Resulta obvio que el virus no parece dispuesto a detenerse mientras no se tope con una inmunidad de rebaño: En tanto no haya una mayoría de vacunados o inmunizados por haber sobrevivido la infección y creado anticuerpos–alrededor del 75% o 80% de la población. El problema parece ser que en algunos países la tasa de vacunación resulta aún insuficiente. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el incremento de contagios se explica por el relajamiento en el uso de tapabocas, porque han aumentado las actividades sociales y gregarias y la insuficiencia de vacunación.
En nuestro País parece ser que más de la mitad de la población tiene el esquema de vacunas completo. Si a eso se añade el porcentaje de sobrevivientes que posee más defensas y que es medianamente alto porque no es una enfermedad tan letal como otras, se podría pensar que estamos acercándonos a la inmunidad colectiva, pero eso no concede el derecho de descartar el uso de mascarillas y eliminar la necesidad de distancia social.
Si la mitad y más tiene una cierta protección –recordemos que las vacunas no inmunizan, pero se supone que aminoran los síntomas de la infección– podemos pensar que hay un número alto de connacionales adultos con algún tipo de defensa, ya que la población menor de 18 años constituye el 25% del total, eso apunta a que no debemos estar lejos de la protección de grupo; pero implica un plazo mediano, seis o más meses.
Eso es una noticia que hay que tomar con más precaución que gozo. Es el contacto social relajado el que más contagios provoca: Asistir a reuniones masivas o medianas, sigue siendo riesgoso; hacerlo en espacios cerrados, cine, templos, auditorios, transportes colectivos, incluso estadios o gimnasios es algo que se debe minimizar lo más posible. Pero tener tertulias o reuniones con gente conocida, responsable y confiable, presenta menos peligros, aunque no los elimina totalmente.
Hay un segmento de la población que no acepta vacunarse. En muchos casos los motivos son válidos, ya sea por alergias, debilidades crónicas o alguna otra causa legítima. Otros están convencidos de que es una supuesta conspiración de un sistema siempre sospechoso. No hay duda de que las grandes farmacéuticas han hecho pingües negocios con las vacunas; y también resulta innegable que recibirlas no protege al 100%. Hay un cierto margen que permite una duda que podría parecer razonable. Pero descartarlas totalmente tampoco parece admisible. En mi caso acepté vacunarme por la expectativa de ser parte de un conjunto que puede impedir la permanencia del flagelo. Simultáneamente he tratado de seguir un régimen de fortalecimiento biológico que me permite confiar en la posibilidad de superar la infección si la contrajera.
En resumen: Hay que permanecer alertas y con sana distancia, usar tapabocas cuando toque, mantener la esperanza y, sobre todo, estar tranquilos y en paz, que la angustia y el temor bajan las defensas y nos tornan más vulnerables…
Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.