Criminalización femenina

Por Lilia Cisneros Luján

Tratar de igualar lo desigual no necesariamente dará buenos resultados; desde las antiguas reflexiones de los filósofos griegos, esto era evidente en términos como “democracia” y si bien en el ámbito del derecho todos los seres vivos –hombres, mujeres, animales- debieran gozar de los mismos privilegios, las diferencias no pueden ni deben negarse e ignorarlas puede resultar en verdaderas aberraciones o retrocesos.

Este viernes el planeta recordará que a partir de una tragedia donde las víctimas mayoritariamente fueron mujeres, se estableció el 8 de marzo como un momento para detenerse y reflexionar que aun en pleno siglo XXI, hay personas que son vendidas, sometidas, mal tratadas e incluso asesinadas por el simple hecho de ostentar esa diferencia: ¡ser femeninas!.

Por supuesto que el tema me permitió recordar que en el rectorado del Dr. Jorge Carpizo, las mujeres tuvimos el privilegio de acceder a un buen número de direcciones de la UNAM. Al acercarme al ventanal de mi oficina, me pareció ver el pausado caminar de Clementina Díaz de Ovando, primera mujer que accedió a la Junta de Gobierno de nuestra máxima casa de estudios. Ha trascurrido un sexenio desde que dejó de estar físicamente con notros y aun los esfuerzos de instituciones como la academia mexicana de la lengua o el museo Tamayo de arte contemporáneo, son pocos los jóvenes que asumirán el valor de una universitaria, muy activa en las participación de las mujeres en infinidad de ámbitos.

Recordar a Clemen, me llevó necesariamente a la imagen adusta, firme y con autoridad de mi maestra de historia universal en la preparatoria Uno: María Teresa de Landa, otra de las muy valiosas universitarias que pudo abrirse paso en la educación superior cuando ese atrevimiento era casi peor que pecado. Estos dos ejemplos son apenas el inicio de una larga lista que sin ser exhaustiva incluye a Silvia Torres Castilleja, Astrónoma; Ana María Cetto, Física; Carmen Aristegui, Periodista; Beatriz Paredes, Política; Olga Sánchez Cordero jurista; Julieta Fierro, Astrónoma; Patricia Galena, historiadora; Marta Lamas, Antropóloga y activista social; Feggy Ostrosky, Psicóloga; Irasema Alcántara Ayala, Geógrafa; Irene Cruz González Espino, Rosaura Ruiz Gutiérrez o Maite Escurdia Olavarrieta; miembros en diversas épocas de la Junta de Gobierno. Entre el siglo XVII y el XXI, las costumbres pasaron de una explicita prohibición a las mujeres para asistir a universidades a ser hoy una mayoría de alumnas y un buen número de profesionistas trabajando por y para estas instituciones de educación e investigación, como en el caso de Fátima Fernández Christlieb – ciencias políticas- Ana Elsa Pérez, la Dra. Zabludovsky –sociología- Elena Jeanneti y muchas otras que hoy activamente o desde el retiro siguen siendo ejemplos a seguir en términos de la importancia de ser mujer y poner al servicio de la humanidad los derechos y responsabilidad que nos corresponden como personas.

Sin embargo, no todo es motivo de celebración festiva, en este 2019, cuando se cumplen 90 años de la autonomía universitaria, cuando las mujeres responsables del cuidado del acervo histórico de la universidad y la educación, dedican tiempo y talento para recordar que hace 40 años justo en el medio siglo de ese importante reconocimiento, fueron inauguradas instalaciones que hoy albergan documentos y acervos valiosos y que para terminar en tiempo para la inauguración que hiciera José López Portillo, a la sazón presidente de México, los edificios que hoy todos podemos visitar para conocer lo valioso de nuestra UNAM y nuestro país, se propuso que ante la escasez de albañiles fueran las mujeres las que afrontaron esta responsabilidad. Desde albañilas, hasta investigadores de reconocimiento internacional, han sido las mujeres una punta de lanza para el progreso; pero, en este mundo que no es el paraíso de la perfección, hoy es lamentable observar como muchas mujeres se distinguen por ser mejores ladronas de carteras y documentos en los centros comerciales y los restaurantes.

Imposible permanecer impávidas cuando observamos que son mujeres, las que a veces lideran un linchamiento y que en medio de palabras altisonantes patean a una persona sin importar que se trata de oficiales de la ley –policías, ejército etc.- y peor aun ver como ellas a veces como madres, son las autoras de violaciones de niñas o niños menores de 10 años, a los cuáles terminan matando sin el menor asomo de culpa embrutecidas por la droga. ¿Cómo fue que pasamos de las mujeres pobres o indígenas utilizadas como burreras para el acarreo de sustancias prohibidas al liderazgo de causas violentas? ¿Qué podemos celebrar en este día internacional de la mujer cuando enfrentamos una realidad tan lacerante?

En este 2019, podríamos acudir a la UNAM que gracias a su autonomía que cumple 90 años pudo ser espacio de desarrollo de las mujeres, podríamos celebrar conociendo lo que las albañilas construyeron y lo que las profesionistas de diversos grados han dejado en la UNAM, pero ¿Qué harán quienes no han dicho pío, por el cierre de opciones como las estancias infantiles o las casas de refugio para mujeres maltratadas? ¿Quién ha salido a defender estas políticas públicas que permitieron a miles de víctimas opciones de libertad y desarrollo? ¿Por qué además del señalamiento sin pruebas no se procede a analizar las bondades de programas que fueron benéficos para las mujeres? ¿Que tal que es una mujer la que ha aconsejado al presidente cancelar estas opciones sólo porque fueron impulsadas por el PAN? El peor atentado a la dignidad de las mujeres es restarles opciones o descalificar lo que se ha logrado, a las que se han convertido en criminales hay que juzgarlas sin concesiones pero evitemos retrocesos como los que se están planteando solo por cubrir compromisos de agenda mediática hueca.

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