Los límites al ecosistema

Por Ernesto Camou Healy

— Hace unos días tuve oportunidad de ver un documental narrado por David Attenborough, Rompiendo Límites (Netflix), le llamaron en español; en él, junto con un científico sueco, Johan Roscktröm, explora los límites que tiene el planeta para seguir siendo sustentable y permitir la permanencia de la especie humana. El concepto clave es la biodiversidad, esencial para el planeta, pero que por la actividad humana descomedida se ha ido colapsando, y ha puesto en duda la capacidad planetaria para soportar y promover el recto desarrollo humano.

Nuestra Tierra lleva unos 10 mil años de temperaturas estables. Es una era geológica, el Holoceno, caracterizado por regímenes pluviales previsibles, el paso regular de las estaciones y un equilibrio meteorológico que permitió el surgimiento de grandes civilizaciones y la domesticación de animales además de granos y semillas como el arroz, trigo o maíz, entre otros.

Esto permitió el crecimiento de ciudades y de imperios. La existencia de selvas, bosques y sabanas, junto con mares, ríos y lagos poco afectados por la actividad humana, permitía un hábitat equilibrado, con una biodiversidad rica y generosa. Todo eso desembocó, a la larga, en los siglos de invenciones y desarrollos tecnológicos recientes, que transformaron el mundo a escala descomunal, y poco prevista…

Se trata de una nueva era geológica y la llaman Antropoceno para enfatizar que el factor de más peso en la transformación planetaria es la actividad humana, que parece estar desestabilizando la biodiversidad a una escala que pone en entredicho la persistencia de la propia humanidad.

Un indicador del problema es que la temperatura promedio es ahora superior en 1.1º C a la media que tuvimos por milenios. Las causas son varias: Una es la deforestación para introducir monocultivos o ganado, que afecta la capacidad de capturar el dióxido de carbono que desde siempre ha efectuado la vegetación del planeta. El uso indiscriminado de energías derivadas del petróleo, y la minería desbocada, han agravado el problema. Hace tres décadas se rebasó la cota de 350 partículas de carbono por millón en la atmósfera, lo que incrementa las temperaturas y provoca sequías y pérdida de lo que llamábamos ingenuamente hielos eternos en los polos, glaciares y cumbres montañosas. Estas superficies heladas reflejaban la radiación solar y contribuían a protegernos de calores inclementes.

Todo está relacionado: La pérdida de vegetación disminuye la biodiversidad de la flora, animales e insectos que en ella viven, y genera inestabilidad. Los monocultivos son susceptibles a enfermedades y plagas, los químicos que se utilizan para controlarlos o facilitar el crecimiento, llegan a ríos y al mar, eso acidifica las aguas y provoca zonas muertas en algunas regiones marinas, y la posible extinción de moluscos y peces.

Parece una dinámica sin remedio, pero los autores del documental nos dicen que hay esperanza, siempre y cuando encontremos voluntad para lograr transformaciones radicales que remedien el brete que hemos confeccionado por siglos. Debemos renunciar a las energías fósiles en un plazo de 30 años, y usar prioritariamente energía solar, hidráulica y eólica. Abandonar el uso de plásticos –yo trato de no utilizar plásticos de un solo uso, al menos–. Regenerar y proteger selvas y bosques, y encaminar la agricultura y cría hacia lo orgánico y uso biodiverso del campo. La polarización económica debe combatirse pues genera más conflicto y hace imposible la búsqueda de soluciones comunes.

Los automóviles son una necesidad y una desgracia: Debemos usar más el transporte público, y tener sólo mini autos para uso urbano; el diseño de las ciudades debe estimular que la gente viva cerca de sus centros de trabajo y comercio, y camine hacia ellos.

Todo esto constituye un rediseño total de la vida citadina: Si pudimos crear un sistema tecnológico y económico como el que tenemos, no debe resultar más complejo idear formas nuevas de vivir en comunidades a escala personal, que permitan la convivencia y estén orientadas a colaborar y no a competir.

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