Ser padre

Por Ernesto Camou Healy

— Mañana es Día del Padre. Festejo que suele ser un tanto deslucido si se compara con el Día de las Madres: La sociedad se empeña en celebrar estruendosamente a las progenitoras en un intento de retribuir simbólicamente los esfuerzos y trabajos que desarrollan en todo el año. La paternidad, por otra parte, no es objeto de conmemoraciones similares, aunque el comercio ya está encontrando una ocasión más para estimular el consumo extraordinario.

Que la paternidad no sea objeto de tanto agasajo tiene su raíz en los usos y costumbres ancestrales algunos miles de años atrás, cuando el varón logró una cierta dominación sobre la unidad doméstica y se forjó un lugar privilegiado en la organización de las tareas y labores que permiten la subsistencia familiar. Digamos en hipótesis que cuando los hombres lograron hacerse del control del proceso de producción, siembra o cría de alimentos, establecieron una base de poder en el interior del grupo doméstico; se adueñaron de una situación privilegiada: Su trabajo principal consistía en proveer del bastimento, granos o tubérculos sobre todo, y carne de caza o pastoreo, mientras que las mujeres se encargaban del procesamiento de esos víveres, de recolección de frutos o caza de insectos y roedores, más la cría de los niños, su cuidado y adiestramiento, y las labores de orden y limpieza, cocina y preparación de los comestibles.

En términos de actividad, parece obvio que desde hace miles de años esa división del trabajo ha recaído, de forma inequitativa, en el personal femenino; con el agravante de que, en la misma dinámica, se otorgó a la actividad varonil un cierto mayor prestigio al considerar ese tipo de proveeduría como más compleja, más necesaria y más importante que lo que desarrollan las mujeres. Eso, quizá, da pauta para explicar porqué la paternidad se festeja menos que la maternidad: Ya se cuenta con una posición simbólica preponderante; se podría sugerir que otra razón, un poco más cínica, sería para evitar que la mirada femenina se enfoque más de lo conveniente en la disparidad de responsabilidades de uno u otra, en el seno del hogar.

A pesar de lo anterior, la paternidad suele ser un gozo y una experiencia incondicional y gratuita de amor. Es un regalo que nos da la existencia a través del cariño de la pareja: Es vida que nos comparte quien amamos. Un obsequio y una responsabilidad, por supuesto. Implica entrega y también trabajo, sin duda; pero es un compromiso que se resuelve en una satisfacción compartida que puede ser agotadora pero también gratificante.

Pero lo que parece urgente (además de celebrarnos con una modesta pachanga al menos) es ir trasformando el sentido del trabajo hogareño. Actualmente en muchas familias ambos cónyuges trabajan y aportan a la economía familiar una porción del gasto cotidiano. Eso apunta a una necesaria redistribución de las responsabilidades domésticas.

Cada vez más los varones tenemos que participar en los trabajos del hogar: En la limpieza, las compras y mercados, la cocina y el cuidado y formación de los críos.

Son quehaceres que deben dejar de ser exclusivos de las mujeres: Si ellas contribuyen con un sueldo o jornal, los varones debemos admitir una parte equitativa de las tareas hogareñas. Eso también es paternidad…

Y como acordamos que en estas celebraciones ir al comercio a mercar lo que la propaganda considera imperioso es insensato, evitamos regalos y cursiladas, y nos celebraremos como Dios manda: Alrededor de una mesa, compartiendo platos y bebida, plática y buen humor. Nosotros prepararemos un modesto agasajo: Un buen arroz blanco, más unas piezas de pollo sancochadas y en una salsa abundante de tomates con canela y clavo más una pizca de miel, luego le añadimos aceitunas, plátano macho en rodajas, ciruelas pasas, sal y pimienta. Una fresca ensalada de tomate, aguacate y vinagreta, nos redondea el ágape. Una cerveza helada, o buen tinto, pinot quizá, o un blanco amable, irán bien… ¡Felicidades!

ERNESTO CAMOU HEALY es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.

Correo: e.camou47@gmail.com

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