La primavera insólita

Por Ernesto Camou Healy

— Este año ha sido uno de los más peculiares en muchísimo tiempo. La pandemia nos ha tenido con el Jesús en la boca, y muchos hemos restringido casi totalmente las salidas de casa.

Se dice fácil, pero es bastante más complicado hacerlo, como muchos pueden atestiguar. A la encerrona de una porción al menos de la comunidad se ha venido a sumar en este Norte árido, una sequía absolutamente devastadora.

Concedo que vivo en un medio ambiente desértico, con escasas lluvias, pero desde inicios del 2020 los aguaceros, chaparrones, lluviecillas y hasta los chipi chipis han estado lerdos y ausentes.

Por el rumbo de mi casita campirana conté, en los doce meses pasados, no más de tres lluvias, ninguna merecedora de llamarse aguacero.

El día primero de enero del 2021 amaneció con un chipi chipi regocijante, señal, nos ilusionamos, de mejores tiempos y más humedades. No fue así: Ya estamos por finalizar abril y las pocas gotas que han caído, en dos o tres ocasiones, casi se podían contar con los dedos de la mano: No bien se marcaron en el suelo y ya estaban evaporándose.

El campo sigue seco y no tuvimos equipatas, como llamamos por acá a las lluvias de invierno.

Las breas y los palo verdes que alegran mi solar perdieron toda la hoja desde fines del año, se veían puras varas secas contra el cielo azul.

Me estaba empezando a dar miedo esa sequedad terca y cruel contra mis vecinos vegetales. Pero los mezquites, palo fierros y guayacanes perseveraron con hojas de un verde cenizo, y aguantaron la temporada con dignidad y valentía.

La primavera inició hace ya un mes, y llegó acompañada con calores inusitados: Alcanzamos a rozar los 40º C a fines de marzo. Un verdadero atentado climático. Pero ya en la segunda semana de abril la meteorología, supongo, entró en cierta razón y consideró que termómetros tan elevados constituían una jugada más bien cruel; esta última quincena hemos vuelto a ese clima pre estiaje que suele ser benigno y fresco. Respiro ambiental necesario y amable antes de los calores veraniegos.

Los vientos vivificantes provocaron, al parecer, que las breas y los palo verdes reconsideraran su penuria y, pudorosas al fin, decidieran cubrirse un tanto para recibir como se debe a la primavera.

En mi rumbo tal decisión no se inclinó por la verdura minúscula con la que suelen ataviarse, y ya sin tapujos, se animaron a retomar a la normalidad con su vocación temporal de ornato del desierto: En una semana cubrieron su desnudez con esa florecilla amarilla que los distingue en las laderas de los montes y los potreros, por unas semanas cada año. Y en mi solar hicieron fiesta áurea para deleite de vecinos, gorriones, palomas y colibríes que festejan esa policromía revoloteando entre aquellos troncos, otrora desguarnecidos.

Ahora, como comunidad mundial llevamos año y medio amenazados por un virus minúsculo pero poderoso. Ansiamos volver a una normalidad que tenemos que inventar, y llegar a decisiones que trastocarán esquemas y provocarán molestias y rechazos.

El contagio fue mundial, porque la pobreza es planetaria; el sistema económico falló, desde hace mucho. Debemos presionar para que la enorme brecha entre los pobres, miles y miles de millones, y los que pueden vivir sin sobresaltos, o con lujos, se minimice.

Por ahí apunta la nueva normalidad: Por sobrevivencia y por ética, debemos empezar, ya… Si la vegetación del desierto floreció después de tanto maltrato y una aridez descomunal, me parece una metáfora y una proclama: Pasear cerca de las arcaicas colinas que rodean la ciudad, nos permite comprobar que la naturaleza se prepara para el verano que se aproxima, que suele ser inmisericorde pero que trae consigo, esperamos que este año no nos decepcione, chaparrones y aguaceros si no cuantiosos, sí al menos suficientes para refrescar los días, traer agua a las presas y caudales por los lechos ahora arenosos y sedientos. Así estamos…

Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo

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