Por Ernesto Camou Healy
— Si se puede hablar de esperanza con respecto a la pandemia del Covid, lo aconsejable es hacerlo con extrema cautela: Es verdad que las últimas semanas se ha registrado un descenso apreciable de contagios y, en Sonora, una sensible disminución de camas de hospital ocupadas.
Pero no es momento para bajar la guardia, y menos para celebrar una victoria que todavía parece esquiva. Después de las fiestas navideñas tuvimos un rebrote de contagios y decesos que, si bien no alcanzó las cotas del año pasado, sí se mostró particularmente letal.
Subió la curva, mas no llegó a las alturas previas; y desde entonces, con algunos incrementos preocupantes, más bien ha conservado la tendencia a la baja, al grado que esta semana los enfermos detectados a diario han descendido a cifras menores a 100, incluso más bajos de 50.
Eso es buena noticia, pues hace unos meses sobrepasábamos los 500 o 600 afectados cada día. Lo mismo ocurre a nivel nacional: Las cifras han descendido, desde más de seis mil cada día, ha menos de dos mil algunas fechas, pero el promedio semanal parece tender a la baja.
En el caso de los Estados Unidos, en particular Arizona, quizá nuestra mayor fuente de contagios, se ha pasado de 4 mil o 6 mil nuevos casos en un día, a menos de 500 el miércoles 17 pasado.
Todo indica que la epidemia está llegando a un límite natural, se está cumpliendo un ciclo y poco a poco va dejando de ser una amenaza inquietante.
Este descenso perceptible todavía no puede atribuirse, al menos en México, al efecto de las vacunas; incluso en los Estados Unidos es probable que esta dinámica obedezca más a causas naturales que al esfuerzo inoculador, aunque este programa seguramente sobre determinará esta tendencia aparente.
Un virus puede mutar en el paso a otra persona, muchas veces no lo hace, pero cuando sucede puede tornarse más nocivo, o más leve. En la primera opción su posibilidad de permanecer es menor, pues el organismo receptor puede fallecer y esa cepa particular encontrar su límite, ya sea después de uno o varios contagiados, pero en un cierto lapso, tenderá a extinguirse con la muerte de los enfermos.
Cuanto la mutación es hacia un virus menos dañino, sus posibilidades de continuar son mayores: Puede infectar a muchos más, que no morirán en su mayoría, y permanecer amenazando a la población, pero con síntomas atenuados, quizá molestos, pero cada vez menos mortales para los afectados.
Algo así puede estar sucediendo en estos días en nuestro País. Pero en Francia o Italia los contagios están incrementándose; lo mismo sucede en Brasil, así que la amenaza permanece global.
Pueden llegar cepas nuevas, por lo que resulta necesaria una política de contención y escrutinio de viajeros que puedan traer virus modificados.
Si en lo interno se ve una mejoría, basta un enfermo del exterior para que se introduzcan variantes que vuelvan a poner la amenaza en acto.
En los Estados Unidos están iniciando las vacaciones de primavera, y es usanza que muchos se trasladen a México para una semana de descanso y de relajo más o menos indisciplinado.
Este año eso implica una seria amenaza y sería mejor no permitir la entrada de norteamericanos, europeos o brasileños hasta finales de abril. Y, si vienen, convendría exigirles una prueba de Covid antes de subir al avión.
De lo contrario se estará poniendo en riesgo este mínimo avance contra la pandemia. La disminución de contagios apunta a un alivio general, pero que todavía resulta lábil:
Necesitamos esforzarnos para evitar aglomeraciones y contagios, sobre todo ahora que viene la Semana Santa.
Este año debemos pasar el asueto en grupo reducido, descansando en confinamiento y sin arremolinarnos en sitios o playas públicas.
Si queremos salir de esta plaga tenemos que ponernos las pilas y mantener la sana distancia por estos meses cruciales… Ya es una meta factible, desbocarnos la pone en riesgo.
Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo. Correo: e.camou47@gmail.com