Prohibido traer corbata

Por Jesús Chávez Marín

Para todo mundo en Chihuahua fue sorpresa el anuncio repentino de que, luego de tres años de anunciado, se instalaría la próxima semana el tan peleado, traído y llevado Instituto Chihuahuense de la Cultura: sale (para que ya no sufran los trabajadores de la idem): el jueves 19 de marzo en la tardecita sería inaugurado fragante y nuevecito, con la presencia (consagratoria) del presidente de la república Carlos Salinas de Gortari “en gira por esta capital”, del gobernador Fernando Baeza y también, ¿por qué no?, del presidente municipal. Vendría Víctor Flores Olea, jefe de Conaculta cinco días antes de que lo corrieran por andar ninguneando a Octavio Paz, a firmar el importante documento que daría inicio a institución tan famosa como prioritaria.

  1. El pliego barroco

Desde el lunes ya casi todos los intelectuales y artistas, que tantas veces se habían levantado en armas (literarias) contra el posible nombramiento de la licenciada Luz Ernestina Fierro, andaban alborotados y llenos de dudas. En una reunión de poetas que Mario Arras organizó ese día, donde participó Enrique Cortazar, varios reporteros le preguntamos en la cena de fin de fiesta que si él sería el elegido. Pero Enrique no soltó prenda, aunque andaba tan ensimismado y misterioso que nos evidenció la fácil respuesta. En suma: andaba de tapado.

En los círculos literarios, que nunca faltan, las preguntas volaban como golondrinas: ¿quién sería el ungido o la ungida?, ¿lo nombraría Baeza?, ¿Navarro?, lo nombraría el candidato Jesús Macías en uno de los típicos actos de campaña del “partido oficial”, ¿o quizá el mismísimo Octavio Paz desde alguna oficina de Televisa? El iluso Consejo Técnico, integrado por varios “especialistas” en las diversas áreas de la culturité, que desde junio de 1991 ya gobernaba el acariciado proyecto, o sea, gobernaba el vacío, ¿sería desmantelado, consultado siquiera o por lo menos llevado a la gloria y al poder?

Para que fueran cayendo uno a uno todos los velos del misterio, a mucha gente empezó a llegarle a sus domicilios, oficinas o cafés donde pasan la vida entera, un sobre blanco con un pergamino sintético escrito con tipografía propia de los siglos de oro y el escudo troquelado de Chihuahua la bella, que decía:

“El C. gobernador Baeza invita a usted a la instalación del Famoso Instituto, con la distinguida presencia del C. Presidente Salinas.”

En el sobre venía, además, un pequeño papel que traía impresas unas misteriosas letras: “pase personal, favor de asistir en traje informal.” El diseño más parecía invitación para boda en Catedral con recepción fastuosa en alguna hacienda porfiriana, de las que siguen firmes en estos tejanos lugares, que anuncio de un acto oficial muy propio de giras en comitiva presidencial.

―¿Ya te llegó la invitación?
―No, ¿y a ti?
―A mí ya, maestra. Mandaron un propio hasta mi residencia y la recibió mi mamá, oye, se quedó impresionadísima con aquel pliego tan bonito en las manos, como venido del túnel del tiempo, desde las buenas épocas aquellas cuando había orden y decoro, ¿te acuerdas? Cuando no teníamos que soportar a tanto barbaján.
―Pues a mí ya no sé si me irá a llegar, tú, ¿serán capaces de dejarme fuera, ¡a mí! que tengo 22 años como director de la Sociedad Chihuahuense de Escritores A.C.? Ya ves cómo se las gastan esas cabronas mafias.

Por fin, a todo ser le llegó invitación: el objetivo era llenar las 300 butacas del Teatro de Cámara con “pura gente culta” –pero por supuesto– y echaron mano de todas las fuerzas vivas:

*historiadores que son la viva reencarnación de don Panchito R. Almada y escriben igualito de aburrido que aquel ilustre prócer,
*poetas que viven y mueren en el Centro Cultural La Brisa,
*redactores de crónicas rancheras que se sienten muy chistosos,
*organizadores de cenas con intelectuales para el candidato, entre ellos el afamado bibliotecario Gaspar Gumaro Orozco, cuyo nombre da esplendor a la biblioteca de su pueblo natal,
*concursantes profesionales de premios literarios que responden a la menor convocatoria de cualquier certamen o lotería y, a veces, hasta consiguen premios o, de perdida, menciones honoríficas, las cuales quedan grabadas para siempre en sus biografías,
*incomprendidos del sistema que pasan la vida entre la depresión y el olvido cargando en las calles un costal de amarguras que ellos llaman crisis existencial y vendiendo copias fotostáticas de sus poemarios,
*actores de teatro que ya se resignaron a su destino amateur ante la ausencia de gente en la taquilla,
*promotores culturales de tiempo completo cuyos afanes están encaminados a seguir velando día y noche por la cultura chihuahuense. Y a seguir cobrando en gobierno,
*pintores vestidos de luchadores que exponen su talento cada dos meses en el vestíbulo de algún teatro, mientras llegan las galerías de arte que ya nos habían prometido los funcionarios desde los tiempos e don Plutarco Elías Calles,
*…y así toda una serie de personajes arquetípicos a la vez que sumamente cotidianos, algunos de los cuales ni siquiera se imaginan el por qué carajos los invitaron a ellos, pero de todos modos llegaron puntualitos.

  1. Acarreados en jet

Pero como, según los organizadores, la pura intelectualidad de por acá luce algo tosca para este tipo de saraos, mandaron traer de la capital alguna gente culta para equilibrar el evento y así no perder el estilo propio de tan dichosas noches de gala. Y fue así como aterrizaron en el aeropuerto varias Personalidades Notables que tuvieran algún contacto cercano o lejano con la tierra que los vio nacer: ellos adornarían por lo menos algunas butacas (reservadas) del teatro, para que el público no se notara homogéneamente del todo ranchero o provinciano.

Este grupo de valores inventariados por la patria se hospedaron en el castillo Sicomoro. Hasta allá subimos algunos de sus fans en busca de autógrafos inolvidables, y pudimos conocer en persona a:

*Carmen Cardenal, la famosa heroína y cantora en casi todas las películas de Mario Almada.
*Alma Delfina, quien hace mucho salía en programas de televisión y hasta en Mujer, casos de la vida real apareció dos veces, aunque ya lleva varios años desempleada la pobre porque dicen que la vetó Azcárraga, ¡no puede ser!
*Roberto Bañuelos, ex tenor de fama mundial que le saca brillo a su pasado. *Evangelina Martínez, ahora tan famosa en el papel de señora humilde rescatada en los comerciales de Pronasol que pasan en la tele.
*Gonzalo Martínez, el ex famoso ex director de cine allá en los tiempos del licenciado Echeverría y ahora magnate y productor de telenovelas.
*Benjamín Domínguez, el pintor de Jiménez, acompañado de su inseparable esposa y administradora Marisela

Y:

*El gran Víctor Hugo Rascón Banda mismo, quien tan amablemente atendió la invitación de sus paisanos para venirse a la gran fiesta institucional de aquella noche memorable.

  1. Juegos florales y desflorales

Desde el medio día elementos del estado mayor cuidaban los alrededores y los interiores del Teatro de Cámara. En el foro se alzaban una mesa larga y unas sillas con el reglamentario paño verde y, a sus pies, un montón de guirnaldas, todo listo para que las personalidades que mandan acomodaran sus augustas presencias, aunque fuera como convidados de piedra, de los que por esta ocasión no les tocaba hablar nada ni firmar documento alguno pero de todos modos allí están, hieráticos, de parapeto, adornando el presídium. A sus espaldas un cartel gigante lleno de escudos oficiales dice con letras desmesuradas: “Instalación del Instituto Chihuahuense de la Cultura.”

  1. Seis y media de la tarde
    La ceremonia empezará a las siete, pero conviene llegar temprano para alcanzar buen lugar. Ya se agitan varias personas afuera del teatro y el vestíbulo está repleto de ciudadanos ilustres. Llegan (partiendo plaza) Federico Terrazas y otros millonarios que le acompañan. Un soldado vestido de paisano les dice:

―Perdonen, señores, pero no pueden pasar con traje formal, la invitación lo decía claramente. Por favor quítense la corbata. Así no entran.

Fue entonces como a todos los despistados o desobedientes civiles que llegaban vestidos de gala les fueron ordenando que entendieran, que se desformalizaran porque el señor presidente llegaría de sencillo, con una (democrática) chamarra de piel y entonces todos tendríamos que lucir casuales y bohemios, como gente culta que éramos.

Los únicos que se negaron a quitarse la corbata y entraron y la lucieron muy orondos fueron el poeta Alfredo Jacob, el cronista Zacarías Márquez Terrazas y el pintor Mario Arnal.

Puntualito llegó el presidente. Bajó con paso ágil por la escalinata alfombrada de la derecha y todos nos pusimos de pie para aplaudir entusiasmados y así aparecer ante las cámaras de video tal como somos de hospitalarios y cálidos ante nuestro Tlatoani sexenal. En las butacas de la orilla y al fondo del teatro se acomodaban muy notorias muchas mujeres karatecas y muchos hombres fu-man-chúes, los guardianes de seguridad que el poder considera indispensables para este tipo de eventos.

  1. A las palabras se las lleva el viento
    El personaje central de estas ceremonias es el discurso, los grandes rollos. Las palabras son protagonistas en estas historias llenas de butacas pasivas y complacientes, los aplausos son obligatorios. Un locutor, traído directamente de alguna radiodifusora de los años cincuentas, anunció que como primer número hablaría el señor Ramón Navarro Salazar, director de Desarrollo Social del gobierno del estado, quien elaboró una especie de informe celebratorio de todos los actos culturales que ha patrocinado y organizado su oficina. Luego salió a escena el dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda, quien habló muy bonito, con un relato de tres cuartillas llenas de sentimiento que empezaba así: “Desde aquella noche en Camargo hace tres años, cuando caminábamos por la plaza de Santa Rosalía, soñábamos esperanzados con un instituto pluricéntrico y pluricultural que se enriqueciera con la presencia de los guarojíos y los tarahumaras aquí presentes, y tres años nos parecieron tres siglos, tres siglos durante los cuales no hubo instituto y tanta falta que nos hizo.” También pidió al presidente que jamás censurara ni amenazara con sus nubarrones tenebrosos a ningún artista ni periodista que quisiera expresar libremente sus opiniones y su libertad creadora. Fue el discurso más aplaudido entre los cuatro que se escucharon con respetuosa atención.

A continuación el locutor, muy en su papel, elevó discretamente la voz para declamar:

―Y ahora con ustedes el director del Instituto Chihuahuense de la Cultura: ¡el poeta Enrique Cortazar!

El anunciado encamina sus pasos hasta el lugar de los micrófonos y las luces para aceptar su nuevo cargo y declarar sus intenciones y propósitos de trabajo. Sus palabras fueron precisas y sencillas, las menos florilégicas de la noche.

Y luego vino el gran final: el discurso del presidente Salinas desde la mesa del presídium: habló de la cultura, del tratado de libre comercio y de la buena onda de venir a Chihuahua para un acto tan trascendental. Enseguida Víctor Flores Olea, en el último acto de su carrera política, y el gobernador Fernando Baeza, firmaron el documento oficial que institucionalizará para siempre el hecho de que, desde hoy, la cultura chihuahuense ya tiene el instituto que la protegerá de las asechanzas del oscurantismo, la ignorancia y el fanatismo por los siglos de los siglos.

Abril 1992

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